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Antonio Pérez Gómez

Y cuatro años después, el mundial de fútbol

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Hoy viernes comienza por fin el mundial de fútbol, la fiesta del balompié por excelencia. No me dirán ustedes que no hay campeonatos y torneos futbolísticos, algunos que te catapultan a la gloria, como la Champions League, las ligas y copas nacionales. Pero la dimensión supranacional que tiene el mundial supera a cualquier otro torneo. Quizás porque, como Rajoy dijo esta semana, “las selecciones de fútbol son un elemento de unidad nacional de primer orden”. Y por ello, todos vamos a muerte con la Roja (menos si eres presidente o candidato a la presidencia del Barça, obviamente), da igual que seas del Madrid, del Barcelona, o ese típico amiguete que va de alternativo que, siendo almeriense, es de la Real Sociedad. Todos vamos con España.

Además, los partidos del mundial, especialmente los de La Roja, son como más familiares. Ya no hay cole, las familias enteras, incluida la mami y hasta la abuela, se sientan a ver a España con alguna prenda rojigualda. Se juntan los amigos en casa con las respectivas familias con el pretexto de que fulanito se ha puesto una conexión de TV en la terraza, o en el propio chiringuito, sobre todo si vives en la costa, que ya están abiertos. Todo tiene una dimensión más globalizada y universal.

Este mundial se caracteriza por estar extraordinariamente abierto. Quizás el más abierto de las últimas ediciones. A ese permanente ramillete de candidatos al título final (Italia, Alemania, Brasil, o Argentina) se le añade orgullosamente y por primera vez en la historia nuestra España. ¿Quién lo iba a decir hace 2 años? Pero hay sobradas razones para dudar de todos estos. Alemania e Italia vienen como siempre. Con el único aval de su historia y competitividad. Italia, además, viene este año como suele: sin chispa de juego, sin profundidad de banquillo, sin buenos resultados previos. Brasil viene con la ilusión de conseguir su 7º campeonato. Argumentos no le faltan, pero su juego de ataque no es tan brillante como antaño. Además, se observa un exceso de dependencia de Melo; el ex de Fiorentina y Almería es el corazón y alma de la selección y cuando él no está fino, la canarinha no va bien. Caso aparte es el de Argentina. Con el grupo de delanteros más devastador que se pueda imaginar (Kun, Messi, Milito, Tévez, Higuaín....), tienen su talón de Aquiles en una línea de creación obsoleta y lenta (un Mascherano venido a menos y un “octogenario” Verón) y en un entrenador que no sabe a lo que juega (como el 80% de los ases del balón, como entrenadores son flojitos).
A esta incertidumbre sobre los eternos candidatos, hay que añadirle la fuerza emergente de Portugal, que es mucho más que un Cristiano que aspira a demostrar que es el mejor jugador del mundo; Inglaterra, solidísima y poderosísima selección que cuenta como con Rooney (que será expulsado en un partido, ya lo verán) como abanderado del último proyecto antes de la retirada del genio Capello; la misma Francia, llena de cracks indolentes y soberbios, que podrían, si lo desearan, ganar el campeonato sin despeinarse...y sin contar con la sorpresa de cada mundial. Ese equipo que nadie cuenta con él y que llega siempre a cuartos o semis.

Observarán que he dejado para el final a nuestra España. Nunca hemos ido tan fuertes en un campeonato. Jamás hemos deslumbrado al mundo con nuestro fútbol como ahora. Hasta este mundial no nos habíamos presentado con estos números...pero debo ser prudente y escéptico, viendo los cruces de cuartos que tenemos (Portugal o Brasil).

En fin, muchos equipos, muchas estrellas y mucho fútbol por delante. Millones de espectadores ilusionados con sus selecciones, todos pendientes de un balón, el Jabulani, que llenará de pasión y orgullo al que lo conquiste para sí.

Y cuatro años después, el mundial de fútbol

Antonio Pérez Gómez
Antonio Pérez Gómez
viernes, 11 de junio de 2010, 05:18 h (CET)
Hoy viernes comienza por fin el mundial de fútbol, la fiesta del balompié por excelencia. No me dirán ustedes que no hay campeonatos y torneos futbolísticos, algunos que te catapultan a la gloria, como la Champions League, las ligas y copas nacionales. Pero la dimensión supranacional que tiene el mundial supera a cualquier otro torneo. Quizás porque, como Rajoy dijo esta semana, “las selecciones de fútbol son un elemento de unidad nacional de primer orden”. Y por ello, todos vamos a muerte con la Roja (menos si eres presidente o candidato a la presidencia del Barça, obviamente), da igual que seas del Madrid, del Barcelona, o ese típico amiguete que va de alternativo que, siendo almeriense, es de la Real Sociedad. Todos vamos con España.

Además, los partidos del mundial, especialmente los de La Roja, son como más familiares. Ya no hay cole, las familias enteras, incluida la mami y hasta la abuela, se sientan a ver a España con alguna prenda rojigualda. Se juntan los amigos en casa con las respectivas familias con el pretexto de que fulanito se ha puesto una conexión de TV en la terraza, o en el propio chiringuito, sobre todo si vives en la costa, que ya están abiertos. Todo tiene una dimensión más globalizada y universal.

Este mundial se caracteriza por estar extraordinariamente abierto. Quizás el más abierto de las últimas ediciones. A ese permanente ramillete de candidatos al título final (Italia, Alemania, Brasil, o Argentina) se le añade orgullosamente y por primera vez en la historia nuestra España. ¿Quién lo iba a decir hace 2 años? Pero hay sobradas razones para dudar de todos estos. Alemania e Italia vienen como siempre. Con el único aval de su historia y competitividad. Italia, además, viene este año como suele: sin chispa de juego, sin profundidad de banquillo, sin buenos resultados previos. Brasil viene con la ilusión de conseguir su 7º campeonato. Argumentos no le faltan, pero su juego de ataque no es tan brillante como antaño. Además, se observa un exceso de dependencia de Melo; el ex de Fiorentina y Almería es el corazón y alma de la selección y cuando él no está fino, la canarinha no va bien. Caso aparte es el de Argentina. Con el grupo de delanteros más devastador que se pueda imaginar (Kun, Messi, Milito, Tévez, Higuaín....), tienen su talón de Aquiles en una línea de creación obsoleta y lenta (un Mascherano venido a menos y un “octogenario” Verón) y en un entrenador que no sabe a lo que juega (como el 80% de los ases del balón, como entrenadores son flojitos).
A esta incertidumbre sobre los eternos candidatos, hay que añadirle la fuerza emergente de Portugal, que es mucho más que un Cristiano que aspira a demostrar que es el mejor jugador del mundo; Inglaterra, solidísima y poderosísima selección que cuenta como con Rooney (que será expulsado en un partido, ya lo verán) como abanderado del último proyecto antes de la retirada del genio Capello; la misma Francia, llena de cracks indolentes y soberbios, que podrían, si lo desearan, ganar el campeonato sin despeinarse...y sin contar con la sorpresa de cada mundial. Ese equipo que nadie cuenta con él y que llega siempre a cuartos o semis.

Observarán que he dejado para el final a nuestra España. Nunca hemos ido tan fuertes en un campeonato. Jamás hemos deslumbrado al mundo con nuestro fútbol como ahora. Hasta este mundial no nos habíamos presentado con estos números...pero debo ser prudente y escéptico, viendo los cruces de cuartos que tenemos (Portugal o Brasil).

En fin, muchos equipos, muchas estrellas y mucho fútbol por delante. Millones de espectadores ilusionados con sus selecciones, todos pendientes de un balón, el Jabulani, que llenará de pasión y orgullo al que lo conquiste para sí.

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