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Avergüenza el mensaje de Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos, el mandatario con más poder en el mundo. Es el antimensaje, la pura nada sin disimulos.
Qué nostalgia al recordar el discurso -hace ocho años- de Obama, idealista, humano, global, fraterno -casi evangélico-, que tanto entusiasmo levantó. Todo un mensaje para la humanidad.
Obama, el mensaje de los valores; Trump, el mensaje de los antivalores.
No es extraño que ahora se haya puesto de moda la postverdad. Los valores verdaderos que –impotente. Obama, para llevarlos a cabo- han perdido en las elecciones americanas, han dejado paso a los antivalores de Trump.
El entusiasta “nosotros podemos”, que movilizó a tantos para aunar ilusiones y esfuerzos para mejorar el mundo, queda substituido por el egoísta “primero, yo”.
Un mensaje de vuelo gallináceo, sin compasión, justicia, ni visión de futuro. El vaya yo caliente y se ría y apañe la gente. El ombligüismo.
Una frase salvaría de su discurso: “Lo que verdaderamente importa no es qué partido controla el gobierno sino si el gobierno está controlado por el pueblo”. Muy oportuna en tiempo de partidismos.
Esperemos, así sea, que la sensatez del pueblo controle su gobierno que tanta preocupación está suscitando por su extremado simplismo patriotero.
No voy a matarme mucho con este artículo. La opinión de mi madre Fisioterapeuta, mi hermana Realizadora de Tv y mía junto a la de otras aportaciones, me basta. Mi madre lo tiene claro, la carne le huele a podrido. No puede ni verla. Sólo desea ver cuerpos de animales poblados de almas. Mi hermana no puede comerla porque sería como comerse uno de sus gatos. Y a mí me alteraría los niveles de la sangre, me sentiría más pesada y con mayor malestar general.
En medio de la vorágine de la vida moderna, donde la juventud parece ser el estándar de valor y el ascensor hacia el futuro, a menudo olvidamos el invaluable tesoro que representan nuestros ancianos. Son como pozos de sabiduría, con profundas raíces que se extienden hasta los cimientos mismos de nuestra existencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, son tratados como meros objetos de contemplación, relegados al olvido y abandonados a su suerte.
Al conocer la oferta a un anciano señor de escasos recursos, que se ganaba su sobrevivencia recolectando botellas de comprarle su perro, éste lo negó, por mucho que las ofertas se superaron de 10 hasta 150 dólares, bajo la razón: "Ni lo vendo, ni lo cambio. El me ama y me es fiel. Su dinero, lo tiene cualquiera, y se pierde como el agua que corre. El cariño de este perrito es insustituible; su cariño y fidelidad es hermoso".
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