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Sergio Brosa

¡A por los ricos!

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Creímos que cierta jerga de clase estaba ya superada en esta piel de toro de nuestros pecados, pero la crisis está sacando lo peor de cada uno, sobre todo entre la desnortada clase política dirigente o no, que esa sí es una clase, por lo general y salvando las excepciones, formada por arribistas que nunca hicieron nada de provecho cuando eran sociedad civil, más que decir a todo amén en sus agrupaciones, tragar sapos, carros y carretas con el fin último de prosperar en el escalafón del aparato de su partido hasta conseguir figurar en las listas electorales en posiciones sobresalientes que es lo único sobresaliente que han conseguido en sus sórdidas existencias.

Ante el desbarajuste de la errática política del Gobierno en cuanto a la gestión de la crisis se refiere y para tratar de recuperar el aplauso de sus bases que ya ni para abuchearles tienen fuerzas por la inanición propiciada por las medidas y contramedidas económicas que se han venido anunciando muchas y promulgando las menos a lo largo de estos dos últimos dos años, ahora que se ha rascado el bolsillo directamente a los funcionarios y tangencialmente a los pensionistas, dependientes y madres, hacen retumbar las fanfarrias como una nueva baladronada para anunciar que ahora van a por los ricos. ¡Les vamos a subir los impuestos a los ricos!

¿Los ricos? ¿Qué ricos? ¿Quiénes son los ricos? ¿Pero hay ricos? Se preguntan las clases adocenadas preñadas de parientes, amigos, vecinos y conocidos en el paro. Algunos creían que los socialistas habían acabado ya con los ricos; que las palabras de Facundo Cabral “Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo” habían extinguido hasta el mismo vocablo del vocabulario habitual de las clases menesterosas, las únicas que se referían a quienes gozaban de una cierta estabilidad económica como a los ricos.

Pues sí, el tripartito catalán en el poder por obra y gracia de la perversa aritmética parlamentaria que permite la incoherencia democrática de dejar fuera del gobierno al partido más votado, en un alarde de cinismo político, acaba de definir como rico a quien perciba unos ingresos anuales brutos declarados superiores a los 120.000 euros. Y sobre estos supuestos ricos va a caer la severa mano del fisco, con un incremento del impuesto de la renta.

Y tal cinismo político, pues esto supera toda demagogia, se asienta en la certeza de que el tripartito no será quien ejecute la medida porque ésta habrá de ser en su caso implementada después de las inmediatas elecciones en el próximo otoño y todo hace pensar que no habrá repetición de este tripartito ahora defensor de los pobres.

Pobres socialistas en las élites dirigentes que se han incluido a sí mismos en la categoría de ricos, pues ninguno de ellos baja de los 120.000 euros anuales declarados. Y eso sin generar riqueza alguna ni menos puestos de trabajo; tan sólo gestión política.

Pero de todos es sabido que los ricos, aquellos que manejan sus vidas sin tener que preocuparse por el dinero, tienen sus cauces establecidos dentro de la legalidad para no tener que pagar más impuestos, comparativamente que cualquiera del resto de los mortales. Y los hay que ni pagan.

En cualquier caso, eso de ir a por los ricos para que saquen al país de la encerrona económica en la que se encuentra, ahora ya con una gran parte de culpa de los propios socialistas que gestionan el país que no han sabido aplicar las adecuadas medidas para salir cuanto antes de la crisis, andan tratando de hallar clavos ardiendo a los que asirse para frenar la caída libre que experimentan en la aceptación de sus propias bases. Y siguen perseverando en el error recurriendo a los tópicos de clase: pagarán los ricos.

Menos mal que el propio José Luis Rodríguez Zapatero ha explicado en la reunión del Club Bilderberg que España es acreedora a las inversiones que ahora se retraen y cómo ha de afrontarse la crisis en un país europeo; qué bochorno, como si los miembros del club no supieran lo que se está cociendo en nuestro país.

Una cosa es la histeria interesada que hace creer que el Bilderberg es algo así como Spectre, aquella organización de las aventuras de James Bond que se dedicaba al contraespionaje, el terrorismo, la extorsión, organizar guerras y hambrunas y así seguir enriqueciéndose y otra muy distinta es que sean unos desinformados e ignoren que el Fondo Monetario Internacional y la EU han de hecho intervenido la gestión económica de España, muy a pesar de ZP y sus indudables cualidades de gestor económico, que se cree acreedor al Premio Nobel de Economía, de la Paz y del talante.

Aunque la salida a todo este embrollo no está en unas elecciones generales anticipadas, pues las alternativas no son más halagüeñas. Si de verdad quieren hacer algo por el país, unos y otros deberían aprobar una nueva ley electoral que permitiese una verdadera representación de la soberanía popular; como en Gran Bretaña. Y eso que allí se quejan de que su sistema electoral es poco proporcional porque tan sólo sale elegido el candidato más votado en cada una de las 650 circunscripciones que coinciden con el número de escaños de la Cámara de los Comunes.

¡A por los ricos!

Sergio Brosa
Sergio Brosa
lunes, 7 de junio de 2010, 01:51 h (CET)
Creímos que cierta jerga de clase estaba ya superada en esta piel de toro de nuestros pecados, pero la crisis está sacando lo peor de cada uno, sobre todo entre la desnortada clase política dirigente o no, que esa sí es una clase, por lo general y salvando las excepciones, formada por arribistas que nunca hicieron nada de provecho cuando eran sociedad civil, más que decir a todo amén en sus agrupaciones, tragar sapos, carros y carretas con el fin último de prosperar en el escalafón del aparato de su partido hasta conseguir figurar en las listas electorales en posiciones sobresalientes que es lo único sobresaliente que han conseguido en sus sórdidas existencias.

Ante el desbarajuste de la errática política del Gobierno en cuanto a la gestión de la crisis se refiere y para tratar de recuperar el aplauso de sus bases que ya ni para abuchearles tienen fuerzas por la inanición propiciada por las medidas y contramedidas económicas que se han venido anunciando muchas y promulgando las menos a lo largo de estos dos últimos dos años, ahora que se ha rascado el bolsillo directamente a los funcionarios y tangencialmente a los pensionistas, dependientes y madres, hacen retumbar las fanfarrias como una nueva baladronada para anunciar que ahora van a por los ricos. ¡Les vamos a subir los impuestos a los ricos!

¿Los ricos? ¿Qué ricos? ¿Quiénes son los ricos? ¿Pero hay ricos? Se preguntan las clases adocenadas preñadas de parientes, amigos, vecinos y conocidos en el paro. Algunos creían que los socialistas habían acabado ya con los ricos; que las palabras de Facundo Cabral “Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo” habían extinguido hasta el mismo vocablo del vocabulario habitual de las clases menesterosas, las únicas que se referían a quienes gozaban de una cierta estabilidad económica como a los ricos.

Pues sí, el tripartito catalán en el poder por obra y gracia de la perversa aritmética parlamentaria que permite la incoherencia democrática de dejar fuera del gobierno al partido más votado, en un alarde de cinismo político, acaba de definir como rico a quien perciba unos ingresos anuales brutos declarados superiores a los 120.000 euros. Y sobre estos supuestos ricos va a caer la severa mano del fisco, con un incremento del impuesto de la renta.

Y tal cinismo político, pues esto supera toda demagogia, se asienta en la certeza de que el tripartito no será quien ejecute la medida porque ésta habrá de ser en su caso implementada después de las inmediatas elecciones en el próximo otoño y todo hace pensar que no habrá repetición de este tripartito ahora defensor de los pobres.

Pobres socialistas en las élites dirigentes que se han incluido a sí mismos en la categoría de ricos, pues ninguno de ellos baja de los 120.000 euros anuales declarados. Y eso sin generar riqueza alguna ni menos puestos de trabajo; tan sólo gestión política.

Pero de todos es sabido que los ricos, aquellos que manejan sus vidas sin tener que preocuparse por el dinero, tienen sus cauces establecidos dentro de la legalidad para no tener que pagar más impuestos, comparativamente que cualquiera del resto de los mortales. Y los hay que ni pagan.

En cualquier caso, eso de ir a por los ricos para que saquen al país de la encerrona económica en la que se encuentra, ahora ya con una gran parte de culpa de los propios socialistas que gestionan el país que no han sabido aplicar las adecuadas medidas para salir cuanto antes de la crisis, andan tratando de hallar clavos ardiendo a los que asirse para frenar la caída libre que experimentan en la aceptación de sus propias bases. Y siguen perseverando en el error recurriendo a los tópicos de clase: pagarán los ricos.

Menos mal que el propio José Luis Rodríguez Zapatero ha explicado en la reunión del Club Bilderberg que España es acreedora a las inversiones que ahora se retraen y cómo ha de afrontarse la crisis en un país europeo; qué bochorno, como si los miembros del club no supieran lo que se está cociendo en nuestro país.

Una cosa es la histeria interesada que hace creer que el Bilderberg es algo así como Spectre, aquella organización de las aventuras de James Bond que se dedicaba al contraespionaje, el terrorismo, la extorsión, organizar guerras y hambrunas y así seguir enriqueciéndose y otra muy distinta es que sean unos desinformados e ignoren que el Fondo Monetario Internacional y la EU han de hecho intervenido la gestión económica de España, muy a pesar de ZP y sus indudables cualidades de gestor económico, que se cree acreedor al Premio Nobel de Economía, de la Paz y del talante.

Aunque la salida a todo este embrollo no está en unas elecciones generales anticipadas, pues las alternativas no son más halagüeñas. Si de verdad quieren hacer algo por el país, unos y otros deberían aprobar una nueva ley electoral que permitiese una verdadera representación de la soberanía popular; como en Gran Bretaña. Y eso que allí se quejan de que su sistema electoral es poco proporcional porque tan sólo sale elegido el candidato más votado en cada una de las 650 circunscripciones que coinciden con el número de escaños de la Cámara de los Comunes.

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