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Curiosamente tropezamos con unos límites, que vienen a ser nuestra máxima capacidad de apertura

Razón en los límites

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Quizá fue Eugenio Trías el pensador más centrado en la condición fronteriza de los humanos; entre la conciencia de vivir en este mundo y los misterios de diversa enjundia. En una de sus frases dice: “La razón fronteriza es aquella que corresponde a nuestra propia inteligencia”.

La inteligencia es otra de esas pertenencias repartidas de manera desigual. Los matices surgirán por un sinfín de recovecos particulares. Entre los misterios hay quienes vislumbran evidencias, mientras los datos considerados objetivos no son percibidos por mucha gente. Las variantes son apabullantes e inestables. Los HORIZONTES tampoco conforman un panorama homogéneo, constituyen un campo abierto a las inquietudes personales, nunca cerrado a las iniciativas novedosas, con un resquicio permisivo para la esperanza.

El frente de la razón está en la confrontación de las actitudes sociales. En esa disputa contemplamos la curiosa paradoja de los pronunciamientos POCO RAZONABLES. Comprobémoslo en las controversias públicas, en las disquisiciones grupales, en numerosos parloteos engolados. Da que pensar, si la razón no da para más, no es omnipotente o ni tan siquiera la empleamos a fondo; queda muy deslucida en los afanes dominadores extraños a su papel genuino. El mal uso menosprecia a la inteligencia tratando de reducirla, como si esta no dispusiera de otros elementos (Emociones, sensibilidad, fantasía…). Además, cada sujeto modifica su empleo. Lo entendible, a veces no se razona.

La razón aporta atributos encomiables, relaciona experiencias diferentes, enlaza los procesos deductivos, estructura los análisis para comprender los elementos constitutivos de la realidad e incluso orienta los procesos hacia posibles mejoras. Por eso no es razonable su servilismo con respecto a la TECNOLOGÍA, cuando debiera ser la razón quien canalice los avances técnicos. Esa inversión de los papeles representa una necedad de pésimas consecuencias. La contaminación ambiental de efectos climáticos, la producción de armamentos sofisticados, el manejo de los medios de comunicación, la misma agresividad entre los ciudadanos, demuestran la ausencia de la razón en asuntos determinantes.

Cabe la consideración de si hablamos de limitaciones, de falta de aplicación de los razonamientos o de la utilización perversa de los mismos. Debido a que la razón, la justicia, la virtud o la malicia, son entidades independientes; no son equivalentes sus pronunciamientos. Los trayectos emprendidos por la razón son dispares; como consecuencia apunta a objetivos diferenciados. Los denominados horizontes limítrofes dependerán de las ACTITUDES adoptadas por los protagonistas, en una inestabilidad manifiesta, puesto que varían los condicionantes y los personajes en activo. La razón tampoco es un parámetro medible con precisión. Las discordancias serán habituales, dispuestas para que trabaje la razón y no a la inversa.

Hasta en el terreno de la ciencia surgen los desplazamientos racionales en cuanto a la forma de afrontar el conocimiento, como saber en sí mismo y como arma utilizable, a favor o en contra, según el sector ciudadano observador del panorama. Porque los descubrimientos científicos atraviesan muchas mentalidades de intenciones enrevesadas. La ciencia se ve sobrepasada por el aterrizaje del CIENTIFISMO, que utiliza conceptos incompletos para cualquier objetivo. Como vino a decir León Felipe, nos cuentan todo tipo de razones para los camuflajes políticos, para los proyectos avasalladores, para la justificación del abandono de los débiles; en suma, las razones detenidas al borde de las maniobras abusivas arrolladoras.

El pensamiento siempre va detrás de la obtención de alguna ventaja, de alguna mejora, bien en el orden individual o a través de las agrupaciones, apuntando a las más inverosímiles facetas de la existencia. Las matizaciones rondan las cifras infinitas, el pensamiento es un verdadero pozo sin fondo, del cual percibimos minúsculas representaciones. Semejante complejidad facilita los tropiezos en uno de los límites inevitables, potente, aunque lo dejemos de lado. Es la frontera establecida en cada PERSONA, imposible de atravesar por los demás. El único enlace consciente radica en la colaboración entre los diversos participantes; pese a ello, solemos rehuir ese tipo de espontaneidades.

Hablamos de los fenómenos naturales o de las elaboraciones artificiales, como entidades contrapuestas desde su raíz, si bien en el curso de las experiencias, la separación es con frecuencia algo confusa. Sobre todo, porque aquello de la presentación a todas luces como natural, a la hora de su aplicación práctica sufre distorsiones importantes. Es lógico el avance en el conocimiento del entorno, añadimos nuevos saberes. Pero sustituimos la fluidez natural de dichos procesos por la triste DICTADURA de los conocimientos, empleados como argumentos de dominación sobre otras personas. La razón tuvo su oportunidad, la tiene en cada ocasión, pero discurre por el filo incierto de sus limitaciones.

Contamos con los decires, incluidos los aparatosos con pompas y acompañamientos, pero las cuitas cotidianas adquieren unos rasgos ciudadanos de mayor certeza. Las divergencias son relevantes, a su través, las apariencias apuntan a los engaños, a la confusión progresiva; mientras las experiencias reales sacuden de manera inclemente a las personas. La razón oscila entre unas y otras con criterios de fuste indeterminado. Así, aparentamos igualdades caprichosas, desde la dignidad a los derechos, cuando la igualdad no se detecta en parte alguna. Las DESIGUALDADES campean potentes. El trabajo fronterizo para dar el trato adecuado a las diferencias, exige la destrucción de los camuflajes intempestivos.

No nos libramos tampoco de esa frontera situada entre el individuo concreto y el conjunto de los humanos. En ausencia de un cierto sentido global, las parrticularidades pretenden trayectos independientes; centrados en ellas, tendemos al olvido de las relaciones, de los orígenes y de los fines, cargados con trazas evidentes de muchas coincidencias. Configuran un límite bien reflejado en la intención del IMPERATIVO categórico de Kant. La consideración de la repercusión de nuestras conductas sobre los demás seres vivos, la vemos cada día como más necesaria. Esa costura que una las dos polaridades es un engranaje imprescindible. Sin embargo, entretenidos en pensamientos divergentes, disponemos de los prójimos con un sentido utilitario.

La fascinación fronteriza reside como es natural en las APERTURAS. Las rutinas se amustian por momentos, amortiguan los entusiasmos de los inicios. Los tropiezos con las limitaciones frustran las fantasías de las ideas caprichosas. Es la grandeza de los horizontes enfocados a los misterios, la que nos permite asomarnos a posibilidades anteriormente impensadas. Hemos de pulir nuestras ambivalencias, porque tanto nos pueden abocar hacia los tropiezos como a determinadas esperanzas, si bien los fundamentos sobrepasan las condiciones mentales al uso.

Razón en los límites

Curiosamente tropezamos con unos límites, que vienen a ser nuestra máxima capacidad de apertura
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 20 de enero de 2017, 01:27 h (CET)
Quizá fue Eugenio Trías el pensador más centrado en la condición fronteriza de los humanos; entre la conciencia de vivir en este mundo y los misterios de diversa enjundia. En una de sus frases dice: “La razón fronteriza es aquella que corresponde a nuestra propia inteligencia”.

La inteligencia es otra de esas pertenencias repartidas de manera desigual. Los matices surgirán por un sinfín de recovecos particulares. Entre los misterios hay quienes vislumbran evidencias, mientras los datos considerados objetivos no son percibidos por mucha gente. Las variantes son apabullantes e inestables. Los HORIZONTES tampoco conforman un panorama homogéneo, constituyen un campo abierto a las inquietudes personales, nunca cerrado a las iniciativas novedosas, con un resquicio permisivo para la esperanza.

El frente de la razón está en la confrontación de las actitudes sociales. En esa disputa contemplamos la curiosa paradoja de los pronunciamientos POCO RAZONABLES. Comprobémoslo en las controversias públicas, en las disquisiciones grupales, en numerosos parloteos engolados. Da que pensar, si la razón no da para más, no es omnipotente o ni tan siquiera la empleamos a fondo; queda muy deslucida en los afanes dominadores extraños a su papel genuino. El mal uso menosprecia a la inteligencia tratando de reducirla, como si esta no dispusiera de otros elementos (Emociones, sensibilidad, fantasía…). Además, cada sujeto modifica su empleo. Lo entendible, a veces no se razona.

La razón aporta atributos encomiables, relaciona experiencias diferentes, enlaza los procesos deductivos, estructura los análisis para comprender los elementos constitutivos de la realidad e incluso orienta los procesos hacia posibles mejoras. Por eso no es razonable su servilismo con respecto a la TECNOLOGÍA, cuando debiera ser la razón quien canalice los avances técnicos. Esa inversión de los papeles representa una necedad de pésimas consecuencias. La contaminación ambiental de efectos climáticos, la producción de armamentos sofisticados, el manejo de los medios de comunicación, la misma agresividad entre los ciudadanos, demuestran la ausencia de la razón en asuntos determinantes.

Cabe la consideración de si hablamos de limitaciones, de falta de aplicación de los razonamientos o de la utilización perversa de los mismos. Debido a que la razón, la justicia, la virtud o la malicia, son entidades independientes; no son equivalentes sus pronunciamientos. Los trayectos emprendidos por la razón son dispares; como consecuencia apunta a objetivos diferenciados. Los denominados horizontes limítrofes dependerán de las ACTITUDES adoptadas por los protagonistas, en una inestabilidad manifiesta, puesto que varían los condicionantes y los personajes en activo. La razón tampoco es un parámetro medible con precisión. Las discordancias serán habituales, dispuestas para que trabaje la razón y no a la inversa.

Hasta en el terreno de la ciencia surgen los desplazamientos racionales en cuanto a la forma de afrontar el conocimiento, como saber en sí mismo y como arma utilizable, a favor o en contra, según el sector ciudadano observador del panorama. Porque los descubrimientos científicos atraviesan muchas mentalidades de intenciones enrevesadas. La ciencia se ve sobrepasada por el aterrizaje del CIENTIFISMO, que utiliza conceptos incompletos para cualquier objetivo. Como vino a decir León Felipe, nos cuentan todo tipo de razones para los camuflajes políticos, para los proyectos avasalladores, para la justificación del abandono de los débiles; en suma, las razones detenidas al borde de las maniobras abusivas arrolladoras.

El pensamiento siempre va detrás de la obtención de alguna ventaja, de alguna mejora, bien en el orden individual o a través de las agrupaciones, apuntando a las más inverosímiles facetas de la existencia. Las matizaciones rondan las cifras infinitas, el pensamiento es un verdadero pozo sin fondo, del cual percibimos minúsculas representaciones. Semejante complejidad facilita los tropiezos en uno de los límites inevitables, potente, aunque lo dejemos de lado. Es la frontera establecida en cada PERSONA, imposible de atravesar por los demás. El único enlace consciente radica en la colaboración entre los diversos participantes; pese a ello, solemos rehuir ese tipo de espontaneidades.

Hablamos de los fenómenos naturales o de las elaboraciones artificiales, como entidades contrapuestas desde su raíz, si bien en el curso de las experiencias, la separación es con frecuencia algo confusa. Sobre todo, porque aquello de la presentación a todas luces como natural, a la hora de su aplicación práctica sufre distorsiones importantes. Es lógico el avance en el conocimiento del entorno, añadimos nuevos saberes. Pero sustituimos la fluidez natural de dichos procesos por la triste DICTADURA de los conocimientos, empleados como argumentos de dominación sobre otras personas. La razón tuvo su oportunidad, la tiene en cada ocasión, pero discurre por el filo incierto de sus limitaciones.

Contamos con los decires, incluidos los aparatosos con pompas y acompañamientos, pero las cuitas cotidianas adquieren unos rasgos ciudadanos de mayor certeza. Las divergencias son relevantes, a su través, las apariencias apuntan a los engaños, a la confusión progresiva; mientras las experiencias reales sacuden de manera inclemente a las personas. La razón oscila entre unas y otras con criterios de fuste indeterminado. Así, aparentamos igualdades caprichosas, desde la dignidad a los derechos, cuando la igualdad no se detecta en parte alguna. Las DESIGUALDADES campean potentes. El trabajo fronterizo para dar el trato adecuado a las diferencias, exige la destrucción de los camuflajes intempestivos.

No nos libramos tampoco de esa frontera situada entre el individuo concreto y el conjunto de los humanos. En ausencia de un cierto sentido global, las parrticularidades pretenden trayectos independientes; centrados en ellas, tendemos al olvido de las relaciones, de los orígenes y de los fines, cargados con trazas evidentes de muchas coincidencias. Configuran un límite bien reflejado en la intención del IMPERATIVO categórico de Kant. La consideración de la repercusión de nuestras conductas sobre los demás seres vivos, la vemos cada día como más necesaria. Esa costura que una las dos polaridades es un engranaje imprescindible. Sin embargo, entretenidos en pensamientos divergentes, disponemos de los prójimos con un sentido utilitario.

La fascinación fronteriza reside como es natural en las APERTURAS. Las rutinas se amustian por momentos, amortiguan los entusiasmos de los inicios. Los tropiezos con las limitaciones frustran las fantasías de las ideas caprichosas. Es la grandeza de los horizontes enfocados a los misterios, la que nos permite asomarnos a posibilidades anteriormente impensadas. Hemos de pulir nuestras ambivalencias, porque tanto nos pueden abocar hacia los tropiezos como a determinadas esperanzas, si bien los fundamentos sobrepasan las condiciones mentales al uso.

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