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Aunque en el mundo canino hay un refrán que dice lo contrario, en la actividad política, el activista varón (llamémosle perro con afecto) sí muerde a los de su estirpe (perro, o a perra). De la misma forma que, por aquello de la igualdad de género, la activista hembra también muerde

Perro sí muerde a perro, o perra

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Esta realidad feliz está produciendo un periodo de calma que es de agradecer. En estas fechas, a las puertas de los Congresos convocados por los principales partidos políticos españoles, los que se dedican a la cosa pública en organizaciones partidistas (militantes, militantas, militontos y mililistos) han dejado la conflictiva actividad con adversarios de hace no mucho para enzarzarse entre ellos, cada uno en su organización, enseñando incisivos y colmillos, dándose dentelladas; y olvidando una actividad que producía un aluvión de noticias del que, digámoslo, la sociedad estaba harta.

Ahora, ha llegado una época de tranquilidad en la que, sin escándalos políticos, hemos recobrado una calma que puede propiciar una primavera apacible, ocupada por los simples y maravillosos hechos humanos que importan: salud, amor, familia, dinero, trabajo, amistades, aficiones...

Ello es debido, parece, a que en los partidos políticos ha empezado lo que se conoce como ‘periodo congresual’, una fase en la que se debaten dos grupos de cuestiones: El que se ocupa de ideologías y programas. Y otro,oculto por el anterior, en el que se ventila cómo ha de estructurarse cada organización y a qué personas se les entregan cargos, riendas y prebendas.

Como parece obvio, aunque el primero sea importante para la sociedad y se agrande buscando llenar de contenido la acción de la clase política, lo que está generando la actividad actual en las organizaciones partidistas es el segundo, que se ocupa de la estructura interna y del ‘reparto’, especialmente del ‘reparto’. Ha nacido así un periodo de confrontación en el seno de cada partido que produce el beneficio de una situación que vale la pena disfrutar; y sobre la que conviene echar un vistazo, no para ver por dónde van los intereses de cada uno (grupo o individuo) o a quien van dirigidos sus ‘tiros’, sino para algo más importante: Tratar de saber cómo afecta la realidad de los partidos políticos a la dinámica actual. Y ver si su situación, la de todos ellos, basta para dar continuidad a la democracia que creemos disfrutar.

Reparando en la actualidad común de los partidos políticos y en sus luchas intestinas, aparece un hecho positivo que hay que reseñar con el calificativo de ‘feliz’: Mientras PP, PSOE, Podemos y C’s estén dedicados a sus propios roces e intereses, no aparecen las situaciones de conflicto que afloran cuando el enfrentamiento se convierte en estrategia. Con ello, además de ‘ganar un tiempo’ que parece útil, se produce una dinámica beneficiosa que evita roces estériles y diluye los autoritarismos en un modo de hacer nuevo: en la acción política aparece la aportación de todos para satisfacción de las necesidades comunes nacionales.

Si particularizamos en cada partido, ocurre:

PP, de cara a su Congreso, trata de aprovechar la ocasión para rediseñar una organización que apetece modernización y en la que se aprecia una especie de ‘disposición’ que, mediante la vieja costumbre de armonizar intereses personales, consigue un equilibrio interno en el que tienen cabida las figuras que la acción partidista produce: Reparto de los cargos que el ejercicio del poder supone. Equilibrio entre facciones. Potenciación de ‘figuras de futuro’. Y hasta el resguardo de unos ‘tapados’ que se protegen de confrontaciones mientras cobran importancia.

PSOE, dirigido por una gestora tras una confrontación fratricida, prepara un congreso en el que pretende lograr: Unidad. La elección de un líder que devuelva optimismo e ilusión. Una línea de acción moderna y coherente con su historia. Y recuperar la posición que tuvo, de organización política ‘de izquierdas’, para contribuir a la prosperidad de un Estado en el que quepan, armonizadas con los principios constitucionales, todas las ‘sensibilidades’ (independentistas o no) que a lo largo del tiempo convivieron bajo su sigla.

Podemos, a las puertas de ‘Vista alegre II', que es su Asamblea Ciudadana Estatal, o «máximo órgano de decisión», se encuentra en una encrucijada múltiple en la que ha de: Madurar lo que surgió en el Sindicato de Estudiantes y cristalizó en el Movimiento 15-M. Decidir el tipo de organización tras su arranque. Definir ideología y actualizar programas. Coordinar la convivencia y acción de las ‘sensibilidades’ que conviven en su seno. Ratificar, o no, las purgas habidas. Y determinar si las competencias que se otorguen a su Secretario General deben ser absolutas y definitivas o han de estar sometidas a una disciplina impersonal y temporal dirigida por una organización articulada conforme al principio constitucional que obliga a la democracia interna de los partidos.

Ciudadanos, Tras un inicio con pactos a ‘diestras’ y ‘siniestras’ que le han permitido presencias y protagonismos, ‘pegó el salto’ de la política catalana, donde empezó, a las políticas locales, autonómicas y nacional en las que tiene representación. Ahora, ante su Congreso Nacional, ha de decidir: Lugar del espectro político para situarse. Programas para las instituciones en que está presente. Cómo organizarse. Y determinar si se convierte en ‘un apaño’ personalista al servicio de un líder joven, o tiende hacia una Organización impersonal.

Como final, aún a riesgo de ser reiterativos, reparemos en la actualidad partidista de PP, PSOE, Podemos y C’s a las puertas de sus Congresos Nacionales. Todos están en un momento importante de su historia, en el que su evolución y decisiones afectan principalmente a su futuro y, menos, a nuestra comunidad nacional. En principio, con un realismo no exento de optimismo, parece que aunque sus evoluciones congresuales nos afecten, realmente no ponen en peligro nada.

Démoslo por sentado. Y disfrutemos con algo no trascendente que no ocurre en el mundo de los canes: ‘perro sí muerde a perro, o a perra’.

Perro sí muerde a perro, o perra

Aunque en el mundo canino hay un refrán que dice lo contrario, en la actividad política, el activista varón (llamémosle perro con afecto) sí muerde a los de su estirpe (perro, o a perra). De la misma forma que, por aquello de la igualdad de género, la activista hembra también muerde
José Luis Heras Celemín
viernes, 20 de enero de 2017, 01:19 h (CET)
Esta realidad feliz está produciendo un periodo de calma que es de agradecer. En estas fechas, a las puertas de los Congresos convocados por los principales partidos políticos españoles, los que se dedican a la cosa pública en organizaciones partidistas (militantes, militantas, militontos y mililistos) han dejado la conflictiva actividad con adversarios de hace no mucho para enzarzarse entre ellos, cada uno en su organización, enseñando incisivos y colmillos, dándose dentelladas; y olvidando una actividad que producía un aluvión de noticias del que, digámoslo, la sociedad estaba harta.

Ahora, ha llegado una época de tranquilidad en la que, sin escándalos políticos, hemos recobrado una calma que puede propiciar una primavera apacible, ocupada por los simples y maravillosos hechos humanos que importan: salud, amor, familia, dinero, trabajo, amistades, aficiones...

Ello es debido, parece, a que en los partidos políticos ha empezado lo que se conoce como ‘periodo congresual’, una fase en la que se debaten dos grupos de cuestiones: El que se ocupa de ideologías y programas. Y otro,oculto por el anterior, en el que se ventila cómo ha de estructurarse cada organización y a qué personas se les entregan cargos, riendas y prebendas.

Como parece obvio, aunque el primero sea importante para la sociedad y se agrande buscando llenar de contenido la acción de la clase política, lo que está generando la actividad actual en las organizaciones partidistas es el segundo, que se ocupa de la estructura interna y del ‘reparto’, especialmente del ‘reparto’. Ha nacido así un periodo de confrontación en el seno de cada partido que produce el beneficio de una situación que vale la pena disfrutar; y sobre la que conviene echar un vistazo, no para ver por dónde van los intereses de cada uno (grupo o individuo) o a quien van dirigidos sus ‘tiros’, sino para algo más importante: Tratar de saber cómo afecta la realidad de los partidos políticos a la dinámica actual. Y ver si su situación, la de todos ellos, basta para dar continuidad a la democracia que creemos disfrutar.

Reparando en la actualidad común de los partidos políticos y en sus luchas intestinas, aparece un hecho positivo que hay que reseñar con el calificativo de ‘feliz’: Mientras PP, PSOE, Podemos y C’s estén dedicados a sus propios roces e intereses, no aparecen las situaciones de conflicto que afloran cuando el enfrentamiento se convierte en estrategia. Con ello, además de ‘ganar un tiempo’ que parece útil, se produce una dinámica beneficiosa que evita roces estériles y diluye los autoritarismos en un modo de hacer nuevo: en la acción política aparece la aportación de todos para satisfacción de las necesidades comunes nacionales.

Si particularizamos en cada partido, ocurre:

PP, de cara a su Congreso, trata de aprovechar la ocasión para rediseñar una organización que apetece modernización y en la que se aprecia una especie de ‘disposición’ que, mediante la vieja costumbre de armonizar intereses personales, consigue un equilibrio interno en el que tienen cabida las figuras que la acción partidista produce: Reparto de los cargos que el ejercicio del poder supone. Equilibrio entre facciones. Potenciación de ‘figuras de futuro’. Y hasta el resguardo de unos ‘tapados’ que se protegen de confrontaciones mientras cobran importancia.

PSOE, dirigido por una gestora tras una confrontación fratricida, prepara un congreso en el que pretende lograr: Unidad. La elección de un líder que devuelva optimismo e ilusión. Una línea de acción moderna y coherente con su historia. Y recuperar la posición que tuvo, de organización política ‘de izquierdas’, para contribuir a la prosperidad de un Estado en el que quepan, armonizadas con los principios constitucionales, todas las ‘sensibilidades’ (independentistas o no) que a lo largo del tiempo convivieron bajo su sigla.

Podemos, a las puertas de ‘Vista alegre II', que es su Asamblea Ciudadana Estatal, o «máximo órgano de decisión», se encuentra en una encrucijada múltiple en la que ha de: Madurar lo que surgió en el Sindicato de Estudiantes y cristalizó en el Movimiento 15-M. Decidir el tipo de organización tras su arranque. Definir ideología y actualizar programas. Coordinar la convivencia y acción de las ‘sensibilidades’ que conviven en su seno. Ratificar, o no, las purgas habidas. Y determinar si las competencias que se otorguen a su Secretario General deben ser absolutas y definitivas o han de estar sometidas a una disciplina impersonal y temporal dirigida por una organización articulada conforme al principio constitucional que obliga a la democracia interna de los partidos.

Ciudadanos, Tras un inicio con pactos a ‘diestras’ y ‘siniestras’ que le han permitido presencias y protagonismos, ‘pegó el salto’ de la política catalana, donde empezó, a las políticas locales, autonómicas y nacional en las que tiene representación. Ahora, ante su Congreso Nacional, ha de decidir: Lugar del espectro político para situarse. Programas para las instituciones en que está presente. Cómo organizarse. Y determinar si se convierte en ‘un apaño’ personalista al servicio de un líder joven, o tiende hacia una Organización impersonal.

Como final, aún a riesgo de ser reiterativos, reparemos en la actualidad partidista de PP, PSOE, Podemos y C’s a las puertas de sus Congresos Nacionales. Todos están en un momento importante de su historia, en el que su evolución y decisiones afectan principalmente a su futuro y, menos, a nuestra comunidad nacional. En principio, con un realismo no exento de optimismo, parece que aunque sus evoluciones congresuales nos afecten, realmente no ponen en peligro nada.

Démoslo por sentado. Y disfrutemos con algo no trascendente que no ocurre en el mundo de los canes: ‘perro sí muerde a perro, o a perra’.

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