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Álvaro Calleja

Arroyo y Valverde, cara y cruz

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Negro por blanco. Navarra por Madrid. Eusebio Unzue por Florentino Pérez. Chente García Acosta por Raúl. El Caisse d´Epargne, para situar a los aficionados que no sigan el ciclismo día a día, ha sido esta semana el Real Madrid. Todas las noticias, o casi, han tenido como protagonista a alguien de ese equipo navarro que se queda sin patrocinador para 2011. David Arroyo, un talaverano que tocó el cielo en Verona, y Alejandro Valverde, un murciano que estará sin correr durante dos años por culpa de algo que sucedió, si es que sucedió, hace seis años, han protagonizado la cara y la cruz de ese deporte que el domingo dijo adiós al Giro de Italia, la carrera que ha revivido la épica en tiempos de “dopaje mecánico”.

Y quiero hablar primero sobre la cara, sobre la noticia positiva. Para mí, la importante. La que colocó en la posición de héroe a un chico sencillo, humilde, simpático, trabajador, lejos de esa imagen de estrella a la que se acerca, solamente, por las mechas que acampan sobre su cabeza. David Arroyo probó, cató, degustó, el sabor de ser el líder de una escuadra, de ser el centro de todo el trabajo de tus compañeros. Ese trabajo que siempre había llevado a cabo él, un gregario de lujo que camino de L´Aquila cambió su vida.

Tanto cambió que se fue de su casa, que se fue de Talavera de la Reina, sin pensar, una locura por aquella época, que volvería tres semanas después aclamado por sus paisanos. Paisanos de rosa, como él durante varias jornadas, como su bici, como su casco, como sus gafas, como sus guantes, como sus calcetines, como su maillot y su culotte, que le esperaron a la salida de El Corte Inglés, donde recibió a los medios, para felicitar, para dar la enhorabuena, para dar, sobre todo, las gracias por su tremendo esfuerzo, por aquel, ya mítico, descenso del Mortirolo que labró un nuevo ídolo en la localidad toledana.

Localidad que se echó a la calle para celebrar hace cuatro años el triundo de otro de los suyos, de Álvaro Bautista, gran amigo de Arroyo y quien recordaba, envidia sana, el martes, tras el balcón del Ayuntamiento, ese día que quiere volver a repetir. Y el que quiere vivir Antonio Núñez, un atleta que tampoco quiso perderse el recibimiento del chico de las mechas. Abraham Olano y Rafa Díaz Justo también le acompañaron en el día más especial de su vida deportiva.

Alegría que se transforma en tristeza cuando uno piensa en Alejandro Valverde. Ya se han salido con la suya. El CONI y la UCI ya tienen al murciano en el lugar que tando deseaban. Sancionado sin dar positivo. Sancionado por una bolsa de sangre de hace seis años. Sancionado aun siendo el deportista más controlado del mundo. En definitiva, apropiándome de sus palabras, volverá y ganará.

Arroyo y Valverde, cara y cruz

Álvaro Calleja
Álvaro Calleja
sábado, 5 de junio de 2010, 08:18 h (CET)
Negro por blanco. Navarra por Madrid. Eusebio Unzue por Florentino Pérez. Chente García Acosta por Raúl. El Caisse d´Epargne, para situar a los aficionados que no sigan el ciclismo día a día, ha sido esta semana el Real Madrid. Todas las noticias, o casi, han tenido como protagonista a alguien de ese equipo navarro que se queda sin patrocinador para 2011. David Arroyo, un talaverano que tocó el cielo en Verona, y Alejandro Valverde, un murciano que estará sin correr durante dos años por culpa de algo que sucedió, si es que sucedió, hace seis años, han protagonizado la cara y la cruz de ese deporte que el domingo dijo adiós al Giro de Italia, la carrera que ha revivido la épica en tiempos de “dopaje mecánico”.

Y quiero hablar primero sobre la cara, sobre la noticia positiva. Para mí, la importante. La que colocó en la posición de héroe a un chico sencillo, humilde, simpático, trabajador, lejos de esa imagen de estrella a la que se acerca, solamente, por las mechas que acampan sobre su cabeza. David Arroyo probó, cató, degustó, el sabor de ser el líder de una escuadra, de ser el centro de todo el trabajo de tus compañeros. Ese trabajo que siempre había llevado a cabo él, un gregario de lujo que camino de L´Aquila cambió su vida.

Tanto cambió que se fue de su casa, que se fue de Talavera de la Reina, sin pensar, una locura por aquella época, que volvería tres semanas después aclamado por sus paisanos. Paisanos de rosa, como él durante varias jornadas, como su bici, como su casco, como sus gafas, como sus guantes, como sus calcetines, como su maillot y su culotte, que le esperaron a la salida de El Corte Inglés, donde recibió a los medios, para felicitar, para dar la enhorabuena, para dar, sobre todo, las gracias por su tremendo esfuerzo, por aquel, ya mítico, descenso del Mortirolo que labró un nuevo ídolo en la localidad toledana.

Localidad que se echó a la calle para celebrar hace cuatro años el triundo de otro de los suyos, de Álvaro Bautista, gran amigo de Arroyo y quien recordaba, envidia sana, el martes, tras el balcón del Ayuntamiento, ese día que quiere volver a repetir. Y el que quiere vivir Antonio Núñez, un atleta que tampoco quiso perderse el recibimiento del chico de las mechas. Abraham Olano y Rafa Díaz Justo también le acompañaron en el día más especial de su vida deportiva.

Alegría que se transforma en tristeza cuando uno piensa en Alejandro Valverde. Ya se han salido con la suya. El CONI y la UCI ya tienen al murciano en el lugar que tando deseaban. Sancionado sin dar positivo. Sancionado por una bolsa de sangre de hace seis años. Sancionado aun siendo el deportista más controlado del mundo. En definitiva, apropiándome de sus palabras, volverá y ganará.

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