WASHINGTON - Tuvo que transcurrir casi una hora de rueda de prensa del Presidente Obama para que el profesor-presidente bajara del estrado de su lección magistral y mostrara la reacción humana que buscaba la gente al vertido de crudo del Golfo.
Al principio, se refirió a él como "una tragedia", pero el resto de sus palabras fueron característicamente tranquilas - precisas y claras, pero difícilmente indicativas de cualquier emoción.
Cuando elegimos a un presidente, entendemos que no estamos contratando a un actor, y que no tenemos derecho a esperar que pueda satisfacer todas las necesidades de nuestra audiencia. Pero también queremos pensar que la persona que dirige nuestro país comparte y refleja nuestros sentimientos.
Los políticos lo saben. Pocas horas después de que Obama se dirigiera a los medios el jueves, CNN mostraba un vídeo informativo del Representante Charlie Melancon, un legislador de Louisiana que hablaba durante una vista acerca del impacto de la contaminación oleosa sobre los humedales de su estado natal - y tuvo que parar porque estaba llorando. Se desató una empatía instantánea.
Obama no pide ni recibe eso. Lo que ofreció en su lugar fue exactamente lo que han visto sus electores desde que salió elegido: La clara impresión de que comprendía la situación, que tenía la situación controlada y que aceptaba por completo la responsabilidad.
Dejaba todo eso inconfundiblemente claro, igual que ha hecho en otros momentos en que su capacidad de liderazgo es puesta a prueba: En Filadelfia, durante la campaña, cuando tuvo que enfrentarse al tema de la raza planteado por las volátiles declaraciones de su antiguo pastor; en las primeras semanas de su presidencia, cuando la nación vacilaba al borde del colapso financiero: cuando fijaba el rumbo en Afganistán y destinaba cientos de efectivos estadounidenses adicionales; y cuando solicitaba al Congreso que intentara sacar adelante una vez más la reforma sanitaria.
Dudo que hubiera muchos estadounidenses muy preocupados por los sucesos del Golfo que no encontraran un consuelo sustancial en ver a Obama asumiendo el peso de la crisis.
Pero entonces, por fin, dio al país algo más -- un breve vistazo de lo que significan para él personalmente los desafíos de su trabajo.
"Cuando me desperté esta mañana y me estaba afeitando, y Malia llamó a la puerta de mi baño y asomó su cabeza dijo, '¿aún no has tapado la fuga, papi?'"
La próxima oración trasciende lo mundano hasta lo universal. "Creo que todo el mundo entiende que cuando castigamos de esta forma al planeta, ello tiene implicaciones concretas no sólo para esta generación sino para las generaciones futuras".
Lo que dice a continuación es tan simple y personal que su autenticidad no puede ser puesta en duda: "Crecí en Hawai, donde el océano es sagrado". Y vuelta a la realidad compartida: "Y cuando ves los pájaros aleteando cubiertos de crudo y las tortugas muriendo" - igual que ha tenido que contemplar cada miembro de la audiencia - "eso no sólo habla de las consecuencias económicas inmediatas de esto; habla de, ya sabe, la forma en que cuidamos este increíble tesoro que tenemos".
Y a continuación se centraba directamente en la población residente cerca del Golfo. "En ocasiones, cuando escucho a la gente de Luisiana expresando sus frustraciones, puedo pensar que sus comentarios no son justos. Por otra parte, pienso para mí, ya sabe, son las personas que crecieron pescando en estos pantanos y que ven esto como parte integral de su identidad. Y ver eso destruido de esta forma debe ser indignante".
Lo que empezó como ejercicio académico defensivo termina con una nota mucho mejor.