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Sobre la felicidad y otros conceptos

Los pensamientos de la señorita Eugenia (III)

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Os contaré el secreto de la felicidad:
“Está en las cosas pequeñas, quien la busque, la encontrará. Está en la luz del sol, en la contemplación del alba, en los ríos que corren por las montañas, en el canto de un pájaro, el maullido de un gatito, está contigo.
Existe, no corras a buscarla, está en los ojos de tus amigos, en tus recuerdos, en tu cabeza, nadie te la sacará. No está fuera, está dentro.
Es la compañía del viento, la ola del mar, el olor de un perfume, el recuerdo de un beso, observar la luna, desear las estrellas y pensar que llegarás a estar tan lejos como ellas de lo que te hace mal”.


Labios de fresa… los tuyos, los míos, que se atraviesan, labios de fresa, sin chocolate, entre tú y yo. Labios de fresa con azúcar, sin colorantes ni conservantes. Labios de fresa con su almíbar y su sabor. Labios de fresa que se atraviesan sin dolor porque hay amor. Labios de fresa, labios que te quiero. Labios. Labios de azúcar, labios de miel, labios que besan hasta el amanecer, labios de azul, labios de mar, labios que amor dan sus labios a la luz…

Labios que ríen, labios que saltan, labios que muerden, labios amados del ser, uno al otro, en su flor y nata con su fresa y todo. Labios de miel, de cachapa, de melocotón, que se aman, de fresa que se atraviesan, se dicen amor, se reconocen, se aprietan, labios con su sabor a fresa, que se comen con besos y de los besos se alimentan, labios sin tormento, labios sin pecado cuando el ser amado es el que te ama y te lo ha demostrado. Labios caprichosos, encontrados, que se quieren, sin conocer pecados, labios cariñosos, labios siempre labios, labios sin más, que son eso: unos labios… que sirven para hablar, para amar, callar, comer fresas y oler a mar.

Labios, cuantos labios sin poder besar, pero sólo los tuyos quiero conocer, amor de mi vida, de mi centro.

Labios que se encuentran y se reconocen labios, labios que se besan sin tocar. Labios del sol, que brillan y resplandecen, labios cariñosos y dulces como un hojaldre, como el turrón. Labios de almidón, sabor a luz con nubes de otoño y con su contraluz. Labios de besos traviesos, labios de lunas, de estrellas y entre ellas, la tuya. Labios que han demostrado quererme.

Miel azul… vaya utopía… la mía. Miel color cielo y cielo deseado, amado, valorado. Miel azul, azul miel. Tú y yo hasta el más azul de los azules, oyendo a Sabina cantar, recitando poesías y queriendo creer, viendo, como otros se afanan en no hacerlo.

Miel azul más no por ello deja de ser dulce, deja de ser miel, deja de curar catarros, aliviar los duros y penosos dolores de garganta. Miel de perlas perdidas de la playa y miel con sabor a cielo embotellado, y miel para la salud, para curar el cansancio, para la pena y el tormento, para la gripe y el lamento, para respetar. Miel de soles y girasoles de abejas reinas de sís y de nos.

Miel cabellos de ángel, miel blanca que se pone azul. Miel de caminos, pastos, beneficios y caminantes, miel aterciopelada, encantada y emanada de las flores. Miel astuta, embellecida de claveles, y yo… que grito que no me abandonen, así me siento, así lo lamento y así lo sufro. Así será mi fin que por cumplir a Dios ¿qué será de mí?...

Ningún sueño realizado, miel azul, azulita y bonita, resplandeciente, que emana del tarro y yo tomo. Miel de pastizales, de praderas y bosques, de playas, de civilizaciones, de aldeas, miel del cielo y de la tierra, miel que vale, que se toma y se alegra uno, se alegra todo lo que es uno. Se tiende la mano al hermano, no sé que será de mí… pero no tengo esperanzas de que la miel me sane ni me cure, ni me alivie…

Ombligos de Venus… los conocí, parecen cactus sin pinchos, de ahí no sale la miel, pero que bonitos son, ombliguitos verdes, de grupo en grupo divididos, gruesitos y con textura y sin picarme. Son buenos, dulces y agradables, los conocí en el monte de san Pedro, quien me diera volver a verlos para contar sus hojitas. Miel de arena y mar salada, miel sin penas, miel del alma, miel que te quiero miel. Y yo sigo rezando… Dios, que haya algo mejor para mí, que algo mejor me suceda, que el tarrito de miel azul bienvenidito sea. Pero que algo mejor haya que me saque de las penas. Pero que la miel no se acabe aunque lo demás, no sea.

No hay nadie bueno en el mundo… todo perturba la paz, todo es caer en terrenos que no se pueden pisar. No hay nadie bueno, no hay. No hay sentimientos puros con los que lograr amar, no hay amor en seres vivos, sólo interés y maldad. No hay nadie bueno en el mundo, en la faz terrenal. Si malogran mi destino y no me dejan respirar, no hay nada bueno, no hay. El mundo está podrido, mucho vicio, poco aguante, poca bondad cosechada, poca boquita rosada que nada dice más que HOLA, y yo no sé si soy rosa o amarilla o caprichosa. Y yo no sé si soy diosa o Eugenia u otra cosa. Considero que soy nadie, considero valgo nada. Considero la distancia y no hay luz ni fragancia. No hay nada valioso ni otra cosa. Y sigo aquí viendo el viento y la distancia que me separa del sol… y las estrellas en el cielo de hielo que saben cantar, fumar, hablar, engañarme, que se han dejado llevar por los que la muerte conocen y no se entristecen, que orgullo sienten de su condición… y él… que nunca me ha besado, no lo hará ya.

Continuará…

Los pensamientos de la señorita Eugenia (III)

Sobre la felicidad y otros conceptos
Aurora Peregrina Varela Rodriguez
domingo, 15 de enero de 2017, 12:10 h (CET)
Os contaré el secreto de la felicidad:
“Está en las cosas pequeñas, quien la busque, la encontrará. Está en la luz del sol, en la contemplación del alba, en los ríos que corren por las montañas, en el canto de un pájaro, el maullido de un gatito, está contigo.
Existe, no corras a buscarla, está en los ojos de tus amigos, en tus recuerdos, en tu cabeza, nadie te la sacará. No está fuera, está dentro.
Es la compañía del viento, la ola del mar, el olor de un perfume, el recuerdo de un beso, observar la luna, desear las estrellas y pensar que llegarás a estar tan lejos como ellas de lo que te hace mal”.


Labios de fresa… los tuyos, los míos, que se atraviesan, labios de fresa, sin chocolate, entre tú y yo. Labios de fresa con azúcar, sin colorantes ni conservantes. Labios de fresa con su almíbar y su sabor. Labios de fresa que se atraviesan sin dolor porque hay amor. Labios de fresa, labios que te quiero. Labios. Labios de azúcar, labios de miel, labios que besan hasta el amanecer, labios de azul, labios de mar, labios que amor dan sus labios a la luz…

Labios que ríen, labios que saltan, labios que muerden, labios amados del ser, uno al otro, en su flor y nata con su fresa y todo. Labios de miel, de cachapa, de melocotón, que se aman, de fresa que se atraviesan, se dicen amor, se reconocen, se aprietan, labios con su sabor a fresa, que se comen con besos y de los besos se alimentan, labios sin tormento, labios sin pecado cuando el ser amado es el que te ama y te lo ha demostrado. Labios caprichosos, encontrados, que se quieren, sin conocer pecados, labios cariñosos, labios siempre labios, labios sin más, que son eso: unos labios… que sirven para hablar, para amar, callar, comer fresas y oler a mar.

Labios, cuantos labios sin poder besar, pero sólo los tuyos quiero conocer, amor de mi vida, de mi centro.

Labios que se encuentran y se reconocen labios, labios que se besan sin tocar. Labios del sol, que brillan y resplandecen, labios cariñosos y dulces como un hojaldre, como el turrón. Labios de almidón, sabor a luz con nubes de otoño y con su contraluz. Labios de besos traviesos, labios de lunas, de estrellas y entre ellas, la tuya. Labios que han demostrado quererme.

Miel azul… vaya utopía… la mía. Miel color cielo y cielo deseado, amado, valorado. Miel azul, azul miel. Tú y yo hasta el más azul de los azules, oyendo a Sabina cantar, recitando poesías y queriendo creer, viendo, como otros se afanan en no hacerlo.

Miel azul más no por ello deja de ser dulce, deja de ser miel, deja de curar catarros, aliviar los duros y penosos dolores de garganta. Miel de perlas perdidas de la playa y miel con sabor a cielo embotellado, y miel para la salud, para curar el cansancio, para la pena y el tormento, para la gripe y el lamento, para respetar. Miel de soles y girasoles de abejas reinas de sís y de nos.

Miel cabellos de ángel, miel blanca que se pone azul. Miel de caminos, pastos, beneficios y caminantes, miel aterciopelada, encantada y emanada de las flores. Miel astuta, embellecida de claveles, y yo… que grito que no me abandonen, así me siento, así lo lamento y así lo sufro. Así será mi fin que por cumplir a Dios ¿qué será de mí?...

Ningún sueño realizado, miel azul, azulita y bonita, resplandeciente, que emana del tarro y yo tomo. Miel de pastizales, de praderas y bosques, de playas, de civilizaciones, de aldeas, miel del cielo y de la tierra, miel que vale, que se toma y se alegra uno, se alegra todo lo que es uno. Se tiende la mano al hermano, no sé que será de mí… pero no tengo esperanzas de que la miel me sane ni me cure, ni me alivie…

Ombligos de Venus… los conocí, parecen cactus sin pinchos, de ahí no sale la miel, pero que bonitos son, ombliguitos verdes, de grupo en grupo divididos, gruesitos y con textura y sin picarme. Son buenos, dulces y agradables, los conocí en el monte de san Pedro, quien me diera volver a verlos para contar sus hojitas. Miel de arena y mar salada, miel sin penas, miel del alma, miel que te quiero miel. Y yo sigo rezando… Dios, que haya algo mejor para mí, que algo mejor me suceda, que el tarrito de miel azul bienvenidito sea. Pero que algo mejor haya que me saque de las penas. Pero que la miel no se acabe aunque lo demás, no sea.

No hay nadie bueno en el mundo… todo perturba la paz, todo es caer en terrenos que no se pueden pisar. No hay nadie bueno, no hay. No hay sentimientos puros con los que lograr amar, no hay amor en seres vivos, sólo interés y maldad. No hay nadie bueno en el mundo, en la faz terrenal. Si malogran mi destino y no me dejan respirar, no hay nada bueno, no hay. El mundo está podrido, mucho vicio, poco aguante, poca bondad cosechada, poca boquita rosada que nada dice más que HOLA, y yo no sé si soy rosa o amarilla o caprichosa. Y yo no sé si soy diosa o Eugenia u otra cosa. Considero que soy nadie, considero valgo nada. Considero la distancia y no hay luz ni fragancia. No hay nada valioso ni otra cosa. Y sigo aquí viendo el viento y la distancia que me separa del sol… y las estrellas en el cielo de hielo que saben cantar, fumar, hablar, engañarme, que se han dejado llevar por los que la muerte conocen y no se entristecen, que orgullo sienten de su condición… y él… que nunca me ha besado, no lo hará ya.

Continuará…

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