La teología, o mejor dicho, la propaganda teológica que hablaba a nuestros ancestros de la creación del mundo de la nada, de la vida después de la muerte, con los correspondientes premios y castigos o el tratamiento de Dios como artífice externo, suena extraño hoy.
Es como si de una religión salvaje de una tierra extraña y lejana se tratara. Puede que un creador externo sea reconocido todavía en la Iglesia bajo fórmulas que sobreviven por inercia, pero la mayoría de los ciudadanos con criterio propio, aquellos que se hacen preguntas, al margen de los dictados eclesiásticos, están afuera de sus postulados, de sus arengas.
La mente contemporánea ha captado la posibilidad de una visión global del universo y, por tanto, las únicas opciones dignas de atraer su atención, es, la visión panteísta, es decir, el Universo como único Dios, antes que como el creador externo.
