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“Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos que han sido engañados” Mark Twain

¿Una caza de brujas contra Donald Trump?

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William Casey, director de la CIA, dijo en 1981: “La desinformación se ha completado cuando todo lo que crea el ciudadano estadounidense sea falso”. Algunos todavía recordamos cuando en el año 1950, el senador de los EE. UU Joseph McCarthy lanzó una acusación pública contra 205 supuestos comunistas, infiltrados en el Departamento de Estado. En realidad, fracasó en su intento, pero se hizo popular en los ambientes más tradicionalistas del país. Aquella aventura del senador por Wisconsin, fue calificada en aquel entonces como una “caza de brujas”. Entre los que tuvieron que pasar por las investigaciones del FBI y la comisión presidida por el irascible senador, como presuntamente implicados en la trama comunista contra de la nación americana, estuvieron personajes como Charles Chaplin (en realidad sus ideas eran muy parecidas a las del comunismo), Orson Welles y el escritor Ray Bradbury. Hollywood tampoco se libró y fueron muchos los actores notables que fueron acusados de comunistas, tales como John Garfield, Burges Meredith, Judy Holliday y Edward G. Robinson entre muchos otros. Como no podía ser de otra manera, todos los demócratas elevaron el grito al Cielo ante aquella campaña, basada en el miedo que existía en el pueblo americano en aquellos tiempos de la llamada “guerra fría”; ante la amenaza que representaba la escalada armamentística que, tanto Rusia como los EE. UU, emprendieron, especialmente en lo referente a su arsenal nuclear, que amenazaba, si estallaba el enfrentamiento, con acabar con el mundo civilizado.

Hemos hecho referencia a este conocido caso para compararlo con la psicosis, interesada y debidamente orquestada, desatada por la elección, legítima por otra parte, del nuevo presidente de los EE. UU, el señor Donald Trump; una persona distinta a lo que sería el estereotipo de la figura presidencial que tienen muchos de los ciudadanos de aquel país. Sin duda, es un individuo que no tiene pelos en la lengua, en ocasiones poco diplomático en su forma de expresarse y, evidentemente, muy distinto del resto de políticos que se habían presentado, en uno y otro partido (republicanos y demócratas) como aspirantes a ocupar la Casa Blanca. No obstante, ganó ampliamente en número de compromisarios y, tal como establece el procedimiento electoral norteamericano, dentro de 9 días va a ser designado como el nuevo presidente de la nación americana.

El que haya ganado limpiamente los comicios, por una gran diferencia, respecto a su rival demócrata, la señora Clinton, es algo con lo que no han tragado todos aquellos que estaban convencidos de que ésta última iba a ganar, de corrido, las elecciones ante un rival que consideraban fácil de vencer. En realidad, hay dos formas de perder unas elecciones: una, aceptando la derrota y felicitando deportivamente al vencedor, colaborando honestamente en todos los actos de traspaso de poderes y, otra, que parece ser la que han escogido, no sólo los demócratas de Clinton, sino todos aquellos, incluso republicanos, que desearían encontrar el medio del librarse como fuere, del nuevo inquilino de la Casa Blanca; intentando, desde el primer momento, buscarle al nuevo presidente, a través de los servicios secretos del país ( al parecer posicionados en contra del magnate) cualquier falta, manifestación, desliz o actuación en los que poderse apoyar para restarle legitimidad a su elección como nuevo presidente de los EE.UU.

El primer aldabonazo ha corrido a cargo de los servicios secretos, que han encontrado un filón en lo que ellos califican de la intromisión de Rusia en facilitar información secreta y en haber colaborado en crear una opinión favorable al señor Trump ¿cómo? Ahí es donde se pierden y todavía, a pesar de las insinuaciones malévolas y las filtraciones a la prensa para que las dieran a conocer, vendiendo que Trump ganó las elecciones gracias a los rusos (una afirmación harto peregrina, ya que ello supondría haber comprado a todos los americanos que lo votaron), lo cierto es que nadie ha sido capaz de aportar pruebas de que todo ello tuvo lugar.

El señor Obama y su esposa, no han sido los que mejor ejemplo han dado. Lo que, en un principio, parecía que sería una trasmisión de poderes limpia, sin resentimiento, colaborando y de buena fe, ha quedado convertida en una serie de declaraciones y discursos del matrimonio Obama, cargados de críticas, de malos auspicios, de acusaciones y de descalificaciones respecto al nuevo presidente. Todo Hollywood, los millonarios de la ciudad del cine, han convertido en casus belli el triunfo electoral de Trump, olvidándose de que ha salido elegido democráticamente, de acuerdo con el sistema electoral americano. Resulta muy curioso que tuvieran tanta preferencia por los Clinton cuando, es evidente, que sobre esta familia pesa más de un asunto poco claro respecto a la forma en la que se han convertido en multimillonarios y, en particular, respecto a las finanzas de la fundación que tienen, sobre las cuales parece que existen algunas dudas. Pero, como ocurre en España, cuando se trata de defender a las izquierdas, cuando hace falta falsear la verdad para ayudar a los amigos de la farándula o cuando se pretende calificar a los republicanos (en España la derecha) para criticarlos y venderlos como los malos de la película (en esto sí que tienen práctica) no importan los métodos, las formas, los engaños o las diatribas que sean precisas utilizar, siempre que ayuden a favorecer al partido al que pertenecen.

Es muy fácil aprovechar una entrega de premios para que, cualquier artista, se atribuya los mismos méritos como político que los que hubiera podido cosechar como actor o actriz, para ponerse estupendo y lucirse ante sus compañeros seguros de que ninguno de los presentes se levantará para contradecir sus afirmaciones, entre otras razones, porque muchos de ellos se encuentran en un desierto mental de ideas que los incapacita para opinar sobre temas complejos, para los que la mayoría no están preparados. Lo de zapatero a tus zapatos les vendría como anillo al dedo a muchos de estos que presumen de estar por encima del resto del mundo.

En España, ¡Pobre España! Ni que decir tiene que, lo que pasa en EE.UU, llega para las izquierdas tamizado por el colador de la animadversión a los republicanos; por la fácil ironía sobre el aspecto de Trump (un señor que ha sabido levantar un imperio desde la nada, algo que en otros países es objeto de alabanzas y de admiración pero que, entre los españoles, caracterizados por la envidia hacia los que han triunfado; es un motivo para tratarle de tonto, de incapaz, de explotador y de sujeto del que es necesario librarse). Así piensan muchos y así, por desgracia, opinan algunos de los partidos que, hoy en día, tienen un puesto destacado dentro del Parlamento de la nación. Así nos va.

No sabemos, todavía, lo que va a dar de sí el nuevo presidente americano, pero nos parece una boutade y una sinrazón que, antes incluso de que haya empezado a gobernar, ya los haya que han comenzado a segarle la yerba de debajo los pies y a intentar sacarle faltas pasadas, con la malévola intención de impedirle que puede desempeñar libremente, como tiene derecho, sus políticas que, si para los españoles nos pueden parecer extrañas y poco favorables para España, es evidente que, para el pueblo americano, pueden resultar mucho más eficientes que los intentos fracasados del señor Obama de poner en práctica una serie de programas que no han tenido ningún éxito, Es obvio que el país que deja Obama, en el ámbito internacional, se ha dejado muchos retazos de su credibilidad, ha perdido muchos enteros como vigilante de Occidente y ha fracasado en lo que han sido todos sus contenciosos con los rusos. Incluso en lo que respecta a su gran proyecto de establecer una sanidad gratuita para todos los americanos, se ha encontrado con dificultades que ha sido incapaz de solucionar.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos que denunciar que, desde el punto de vista democrático, la nación que se considera como la reina de todas las democracias, en este caso parece que se ha dejado llevar por los demonios personales de los perdedores para intentar, por medios indignos y métodos poco ortodoxos, privarle al candidato vencedor de su derecho a poner en marcha los cambios que, precisamente, fueron los que le llevaron a la Casa Blanca; por ser aquellos que les han convencido y les han dado la confianza, para que hayan decidido a entregarle su voto. Por algo fue, sin duda.

¿Una caza de brujas contra Donald Trump?

“Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos que han sido engañados” Mark Twain
Miguel Massanet
jueves, 12 de enero de 2017, 00:01 h (CET)
William Casey, director de la CIA, dijo en 1981: “La desinformación se ha completado cuando todo lo que crea el ciudadano estadounidense sea falso”. Algunos todavía recordamos cuando en el año 1950, el senador de los EE. UU Joseph McCarthy lanzó una acusación pública contra 205 supuestos comunistas, infiltrados en el Departamento de Estado. En realidad, fracasó en su intento, pero se hizo popular en los ambientes más tradicionalistas del país. Aquella aventura del senador por Wisconsin, fue calificada en aquel entonces como una “caza de brujas”. Entre los que tuvieron que pasar por las investigaciones del FBI y la comisión presidida por el irascible senador, como presuntamente implicados en la trama comunista contra de la nación americana, estuvieron personajes como Charles Chaplin (en realidad sus ideas eran muy parecidas a las del comunismo), Orson Welles y el escritor Ray Bradbury. Hollywood tampoco se libró y fueron muchos los actores notables que fueron acusados de comunistas, tales como John Garfield, Burges Meredith, Judy Holliday y Edward G. Robinson entre muchos otros. Como no podía ser de otra manera, todos los demócratas elevaron el grito al Cielo ante aquella campaña, basada en el miedo que existía en el pueblo americano en aquellos tiempos de la llamada “guerra fría”; ante la amenaza que representaba la escalada armamentística que, tanto Rusia como los EE. UU, emprendieron, especialmente en lo referente a su arsenal nuclear, que amenazaba, si estallaba el enfrentamiento, con acabar con el mundo civilizado.

Hemos hecho referencia a este conocido caso para compararlo con la psicosis, interesada y debidamente orquestada, desatada por la elección, legítima por otra parte, del nuevo presidente de los EE. UU, el señor Donald Trump; una persona distinta a lo que sería el estereotipo de la figura presidencial que tienen muchos de los ciudadanos de aquel país. Sin duda, es un individuo que no tiene pelos en la lengua, en ocasiones poco diplomático en su forma de expresarse y, evidentemente, muy distinto del resto de políticos que se habían presentado, en uno y otro partido (republicanos y demócratas) como aspirantes a ocupar la Casa Blanca. No obstante, ganó ampliamente en número de compromisarios y, tal como establece el procedimiento electoral norteamericano, dentro de 9 días va a ser designado como el nuevo presidente de la nación americana.

El que haya ganado limpiamente los comicios, por una gran diferencia, respecto a su rival demócrata, la señora Clinton, es algo con lo que no han tragado todos aquellos que estaban convencidos de que ésta última iba a ganar, de corrido, las elecciones ante un rival que consideraban fácil de vencer. En realidad, hay dos formas de perder unas elecciones: una, aceptando la derrota y felicitando deportivamente al vencedor, colaborando honestamente en todos los actos de traspaso de poderes y, otra, que parece ser la que han escogido, no sólo los demócratas de Clinton, sino todos aquellos, incluso republicanos, que desearían encontrar el medio del librarse como fuere, del nuevo inquilino de la Casa Blanca; intentando, desde el primer momento, buscarle al nuevo presidente, a través de los servicios secretos del país ( al parecer posicionados en contra del magnate) cualquier falta, manifestación, desliz o actuación en los que poderse apoyar para restarle legitimidad a su elección como nuevo presidente de los EE.UU.

El primer aldabonazo ha corrido a cargo de los servicios secretos, que han encontrado un filón en lo que ellos califican de la intromisión de Rusia en facilitar información secreta y en haber colaborado en crear una opinión favorable al señor Trump ¿cómo? Ahí es donde se pierden y todavía, a pesar de las insinuaciones malévolas y las filtraciones a la prensa para que las dieran a conocer, vendiendo que Trump ganó las elecciones gracias a los rusos (una afirmación harto peregrina, ya que ello supondría haber comprado a todos los americanos que lo votaron), lo cierto es que nadie ha sido capaz de aportar pruebas de que todo ello tuvo lugar.

El señor Obama y su esposa, no han sido los que mejor ejemplo han dado. Lo que, en un principio, parecía que sería una trasmisión de poderes limpia, sin resentimiento, colaborando y de buena fe, ha quedado convertida en una serie de declaraciones y discursos del matrimonio Obama, cargados de críticas, de malos auspicios, de acusaciones y de descalificaciones respecto al nuevo presidente. Todo Hollywood, los millonarios de la ciudad del cine, han convertido en casus belli el triunfo electoral de Trump, olvidándose de que ha salido elegido democráticamente, de acuerdo con el sistema electoral americano. Resulta muy curioso que tuvieran tanta preferencia por los Clinton cuando, es evidente, que sobre esta familia pesa más de un asunto poco claro respecto a la forma en la que se han convertido en multimillonarios y, en particular, respecto a las finanzas de la fundación que tienen, sobre las cuales parece que existen algunas dudas. Pero, como ocurre en España, cuando se trata de defender a las izquierdas, cuando hace falta falsear la verdad para ayudar a los amigos de la farándula o cuando se pretende calificar a los republicanos (en España la derecha) para criticarlos y venderlos como los malos de la película (en esto sí que tienen práctica) no importan los métodos, las formas, los engaños o las diatribas que sean precisas utilizar, siempre que ayuden a favorecer al partido al que pertenecen.

Es muy fácil aprovechar una entrega de premios para que, cualquier artista, se atribuya los mismos méritos como político que los que hubiera podido cosechar como actor o actriz, para ponerse estupendo y lucirse ante sus compañeros seguros de que ninguno de los presentes se levantará para contradecir sus afirmaciones, entre otras razones, porque muchos de ellos se encuentran en un desierto mental de ideas que los incapacita para opinar sobre temas complejos, para los que la mayoría no están preparados. Lo de zapatero a tus zapatos les vendría como anillo al dedo a muchos de estos que presumen de estar por encima del resto del mundo.

En España, ¡Pobre España! Ni que decir tiene que, lo que pasa en EE.UU, llega para las izquierdas tamizado por el colador de la animadversión a los republicanos; por la fácil ironía sobre el aspecto de Trump (un señor que ha sabido levantar un imperio desde la nada, algo que en otros países es objeto de alabanzas y de admiración pero que, entre los españoles, caracterizados por la envidia hacia los que han triunfado; es un motivo para tratarle de tonto, de incapaz, de explotador y de sujeto del que es necesario librarse). Así piensan muchos y así, por desgracia, opinan algunos de los partidos que, hoy en día, tienen un puesto destacado dentro del Parlamento de la nación. Así nos va.

No sabemos, todavía, lo que va a dar de sí el nuevo presidente americano, pero nos parece una boutade y una sinrazón que, antes incluso de que haya empezado a gobernar, ya los haya que han comenzado a segarle la yerba de debajo los pies y a intentar sacarle faltas pasadas, con la malévola intención de impedirle que puede desempeñar libremente, como tiene derecho, sus políticas que, si para los españoles nos pueden parecer extrañas y poco favorables para España, es evidente que, para el pueblo americano, pueden resultar mucho más eficientes que los intentos fracasados del señor Obama de poner en práctica una serie de programas que no han tenido ningún éxito, Es obvio que el país que deja Obama, en el ámbito internacional, se ha dejado muchos retazos de su credibilidad, ha perdido muchos enteros como vigilante de Occidente y ha fracasado en lo que han sido todos sus contenciosos con los rusos. Incluso en lo que respecta a su gran proyecto de establecer una sanidad gratuita para todos los americanos, se ha encontrado con dificultades que ha sido incapaz de solucionar.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos que denunciar que, desde el punto de vista democrático, la nación que se considera como la reina de todas las democracias, en este caso parece que se ha dejado llevar por los demonios personales de los perdedores para intentar, por medios indignos y métodos poco ortodoxos, privarle al candidato vencedor de su derecho a poner en marcha los cambios que, precisamente, fueron los que le llevaron a la Casa Blanca; por ser aquellos que les han convencido y les han dado la confianza, para que hayan decidido a entregarle su voto. Por algo fue, sin duda.

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No voy a matarme mucho con este artículo. La opinión de mi madre Fisioterapeuta, mi hermana Realizadora de Tv y mía junto a la de otras aportaciones, me basta. Mi madre lo tiene claro, la carne le huele a podrido. No puede ni verla. Sólo desea ver cuerpos de animales poblados de almas. Mi hermana no puede comerla porque sería como comerse uno de sus gatos. Y a mí me alteraría los niveles de la sangre, me sentiría más pesada y con mayor malestar general.

En medio de la vorágine de la vida moderna, donde la juventud parece ser el estándar de valor y el ascensor hacia el futuro, a menudo olvidamos el invaluable tesoro que representan nuestros ancianos. Son como pozos de sabiduría, con profundas raíces que se extienden hasta los cimientos mismos de nuestra existencia. Sin embargo, en muchas ocasiones, son tratados como meros objetos de contemplación, relegados al olvido y abandonados a su suerte.

Al conocer la oferta a un anciano señor de escasos recursos, que se ganaba su sobrevivencia recolectando botellas de comprarle su perro, éste lo negó, por mucho que las ofertas se superaron de 10 hasta 150 dólares, bajo la razón: "Ni lo vendo, ni lo cambio. El me ama y me es fiel. Su dinero, lo tiene cualquiera, y se pierde como el agua que corre. El cariño de este perrito es insustituible; su cariño y fidelidad es hermoso".

 
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