La verdad es una anciana tosca, de piel áspera, tiene rudas las manos, el cuerpo encorvado, la cara labrada por los años, sin dientes su boca pero firme el pulso. Sin embargo, la mentira es una joven bella, de tez fina, cuerpo reluciente, de tersas manos, suave rostro, amiga del jabón y de echar flores. Hace falta mucho amor para tener como compañera a la anciana verdad. No obstante, como amiga, es más llevadera la adolescente mentira. Hoy día el amor y la verdad están en la residencia de ancianos esperando el último día.
Los vamos a ver algunos fines de semana y poco rato, pues es desagradable el espectáculo que allí se presencia y nos escandaliza lo que éstos nos dicen y nos hacen sentir. Sin embargo, es mejor estar al lado de la exuberante mentira, de mareantes curvas, olor a jaboncillo y lisonjas...
El amor tiene una hija, se llama valentía. Ésta extravió el nombre cuando ingresó a su madre en el hogar de los jubilados, ahora se llama cobardía. Por favor, si alguien encuentra el nombre de la hija del amor, ¡dígale que vuelva! Dígale que es preferible estar solo a mal acompañado. Dígale que a la larga la verdad cura. Dígale que basta un instante para hacer un héroe, y una vida para hacer un hombre. En fin, dígale que a pesar de todo, su madre la sigue queriendo...