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Quique Espejo

No son tiempos de convenciones

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El género de las “comedias con boda” siempre han dado películas interesantes, desde “El Padre de la Novia” (la de Minnelli) a la reciente “La boda de Rachel” de Jonathan Demme.

“El pastel de Boda” (Piece Monteé) pasa por ser una de las más agradables películas de este género en los últimos tiempos. Con un irresistible toque francés, que destila mala uva por los cuatro costados, cuenta el enlace entre Vincent y Berengere, de familias burguesas. Como no podía ser de otro modo, la tradición debe de imperar y aunque no crean en ello, deben de casarse por la iglesia y siempre respetando el buen gusto que caracteriza a la familia.

Denys Granier – Deferre, el director,que presentaba la película en Madrid, cuenta que buscaba “una estética muy elegante que se llevara mejor con el insulto. Siempre suena mejor insultar a alguien de usted”. Y consigue alear sin problema la hipocresía con el saber estar. “Hay tanta hipocresía en un entierro como en una boda. No creo que una boda se preste más a la mentira que otros eventos”

La película es una adaptación de una novela donde en sus siete capítulos, siete invitados a la boda cuentan como van viendo el desarrollo de la misma. En el guión se introdujo el aspecto tierno, que es la maravillosa historia de la deslenguada abuela Maddy. Según Granier, “la novela es mucho más negra y creo que hemos conseguido que Maddy, pese a soltar monstruosidades a su hija, se convierta en un personaje tierno”.

Las familias cuentan con numerosos ejemplares de la alta sociedad burguesa, donde no faltan los estereotipos, como la tía excéntrica, el matrimonio con mujer infeliz, el primo soltero y seductor… Los personajes están bien diseñados e interpretados, si bien, dan ganas de que alguno cargue un poco más las tintas. Granier ponía un matiz justificativo diciendo que “el equilibrio entre ternura y maldad no es fácil. Me doy por satisfecho si el mensaje que se capta es que no hay que escuchar a convenciones y creencias.”

Quizá el simbolismo demasiado evidente (me refiero a la serpiente) llega a parecer en ocasiones estar fuera del tono general, que bordea, pero nunca cae, gracias al humor, en la complacencia ni en el pesimismo.

Sarcasmo y anticonvencionalismo pueblan la última película del poco conocido en España Granier – Leferre que anunció que se encuentra “reescribiendo el guión de su primera película, “Que los grandes sueldos levanten la mano” adaptada a la crisis actual”. Ya estamos esperando.

No son tiempos de convenciones

Quique Espejo
Quique Espejo
sábado, 15 de mayo de 2010, 07:46 h (CET)
El género de las “comedias con boda” siempre han dado películas interesantes, desde “El Padre de la Novia” (la de Minnelli) a la reciente “La boda de Rachel” de Jonathan Demme.

“El pastel de Boda” (Piece Monteé) pasa por ser una de las más agradables películas de este género en los últimos tiempos. Con un irresistible toque francés, que destila mala uva por los cuatro costados, cuenta el enlace entre Vincent y Berengere, de familias burguesas. Como no podía ser de otro modo, la tradición debe de imperar y aunque no crean en ello, deben de casarse por la iglesia y siempre respetando el buen gusto que caracteriza a la familia.

Denys Granier – Deferre, el director,que presentaba la película en Madrid, cuenta que buscaba “una estética muy elegante que se llevara mejor con el insulto. Siempre suena mejor insultar a alguien de usted”. Y consigue alear sin problema la hipocresía con el saber estar. “Hay tanta hipocresía en un entierro como en una boda. No creo que una boda se preste más a la mentira que otros eventos”

La película es una adaptación de una novela donde en sus siete capítulos, siete invitados a la boda cuentan como van viendo el desarrollo de la misma. En el guión se introdujo el aspecto tierno, que es la maravillosa historia de la deslenguada abuela Maddy. Según Granier, “la novela es mucho más negra y creo que hemos conseguido que Maddy, pese a soltar monstruosidades a su hija, se convierta en un personaje tierno”.

Las familias cuentan con numerosos ejemplares de la alta sociedad burguesa, donde no faltan los estereotipos, como la tía excéntrica, el matrimonio con mujer infeliz, el primo soltero y seductor… Los personajes están bien diseñados e interpretados, si bien, dan ganas de que alguno cargue un poco más las tintas. Granier ponía un matiz justificativo diciendo que “el equilibrio entre ternura y maldad no es fácil. Me doy por satisfecho si el mensaje que se capta es que no hay que escuchar a convenciones y creencias.”

Quizá el simbolismo demasiado evidente (me refiero a la serpiente) llega a parecer en ocasiones estar fuera del tono general, que bordea, pero nunca cae, gracias al humor, en la complacencia ni en el pesimismo.

Sarcasmo y anticonvencionalismo pueblan la última película del poco conocido en España Granier – Leferre que anunció que se encuentra “reescribiendo el guión de su primera película, “Que los grandes sueldos levanten la mano” adaptada a la crisis actual”. Ya estamos esperando.

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