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Álvaro Calleja

Entre Atleti y Giro

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Para un atlético, de esos que llevan, llevamos, el rojo y el blanco grabados, con tinta, con fuego, en el corazón, esta semana que acaba ha sido especial, muy especial. Una semana que permanerá para siempre, será imborrable, en la retina de todos aquellos que explotaron, explotamos, el pasado miércoles con aquel gol de Forlán que, de vez en cuando, de noche en noche, irrumpirá en el sueño de todos ellos, de todos nosotros. Un 12 de mayo que ya luce como fecha histórica en el calendario de los que invadieron Hamburgo primero, Neptuno y las calles de todas las ciudades españolas después, al ritmo de los cánticos que hacen de cada partido en el Calderón una fiesta.

Pero los del Manzanares no son, no somos, los únicos que salen, que salimos, de casa estos días con una sonrisa de oreja a oreja que invade sus rostros, nuestros rostros. A miles de kilómetros de aquí, donde hablan otro idioma, donde cambian el rojo y el blanco por el rosa, también andan contentos porque están, en menor medida, de fiesta, una más pausada, menos ruidosa, que se celebra de forma anual, siempre por las mismas fechas, siempre con el ciclismo como protagonista. Es tiempo de Giro, es época de Italia en el centro de todas las miradas, de todas las cámaras que durante el año siguen a esos deportistas que utilizan una bicicleta como arma, como herramienta de trabajo.

Hoy se cumplen los primeros siete días de carrera y ya son muchos los que lloran el tiempo perdido, el ser espectadores de ver cómo sus objetivos se alejan. Otros, como los hombres de Liquigas, como un kazajo de Astana, como un ruso que vive en Pamplona, esos a los que las caídas, los pinchazos, los abanicos, no han afectado y tienen todas las opciones intactas, su marcador a cero, andan felices y contentos.

Felices, contentos y esperando a la jornada de mañana, a la esperada jornada de mañana, cuando llega, por fin, la alta montaña. El Terminillo pondrá las cosas más claras, a cada uno en su lugar. A los que perdieron tiempo por causas ajenas, más cerca del liderato. A los que están arriba por no haber probado la mala suerte, en su verdadero sitio, en el mismo o mejor si van con fuerzas y más abajo si se han olvidado de ellas.

Entre Atleti y Giro

Álvaro Calleja
Álvaro Calleja
sábado, 15 de mayo de 2010, 07:22 h (CET)
Para un atlético, de esos que llevan, llevamos, el rojo y el blanco grabados, con tinta, con fuego, en el corazón, esta semana que acaba ha sido especial, muy especial. Una semana que permanerá para siempre, será imborrable, en la retina de todos aquellos que explotaron, explotamos, el pasado miércoles con aquel gol de Forlán que, de vez en cuando, de noche en noche, irrumpirá en el sueño de todos ellos, de todos nosotros. Un 12 de mayo que ya luce como fecha histórica en el calendario de los que invadieron Hamburgo primero, Neptuno y las calles de todas las ciudades españolas después, al ritmo de los cánticos que hacen de cada partido en el Calderón una fiesta.

Pero los del Manzanares no son, no somos, los únicos que salen, que salimos, de casa estos días con una sonrisa de oreja a oreja que invade sus rostros, nuestros rostros. A miles de kilómetros de aquí, donde hablan otro idioma, donde cambian el rojo y el blanco por el rosa, también andan contentos porque están, en menor medida, de fiesta, una más pausada, menos ruidosa, que se celebra de forma anual, siempre por las mismas fechas, siempre con el ciclismo como protagonista. Es tiempo de Giro, es época de Italia en el centro de todas las miradas, de todas las cámaras que durante el año siguen a esos deportistas que utilizan una bicicleta como arma, como herramienta de trabajo.

Hoy se cumplen los primeros siete días de carrera y ya son muchos los que lloran el tiempo perdido, el ser espectadores de ver cómo sus objetivos se alejan. Otros, como los hombres de Liquigas, como un kazajo de Astana, como un ruso que vive en Pamplona, esos a los que las caídas, los pinchazos, los abanicos, no han afectado y tienen todas las opciones intactas, su marcador a cero, andan felices y contentos.

Felices, contentos y esperando a la jornada de mañana, a la esperada jornada de mañana, cuando llega, por fin, la alta montaña. El Terminillo pondrá las cosas más claras, a cada uno en su lugar. A los que perdieron tiempo por causas ajenas, más cerca del liderato. A los que están arriba por no haber probado la mala suerte, en su verdadero sitio, en el mismo o mejor si van con fuerzas y más abajo si se han olvidado de ellas.

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