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Donde se combinan sencillez con intelecto es difícil de conseguir

Buen día tenga usted

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Sé que es difícil que todos tengamos un buen día, pero lo es más cuando nos encontramos con alguien, más o menos conocido, y le deseamos buenos días, en plural quiero decir.

El deseo de felicidad de uno mismo y del otro tiene que ir cumpliéndose momento a momento, rato a rato, día a día. El personal lo quiere acaparar todo de momento y la cosa se estropea. Y es que no puede ser. No todo el mundo es bueno o todo el mundo es malo. Menos aún que una sola persona tenga todos los atributos para creer que es bueno, santo o mártir; ni tampoco lo hay malo del todo.

En cada uno de nosotros viven una multitud innumerable de seres distintos que pelean unos con otros a brazo partido para que emerja el que tenga más fuerza. En ese combate con uno mismo, que es el peor de los combates que se puede tener, porque siempre pierdes aunque ganes, algunos se refugian en la religión preceptiva, la que dicta y ordena, otros en la política, la que ordena y distancia, y los menos en el acontecimiento del amor, o sea, en ese dejarse llevar por la felicidad de ser libres y no tener ataduras que le impidan a uno gozar.

Claro que hay quien goza con el sufrimiento. Sufrir, dejando a un lado el dolor, es tener envidia del otro o de los otros sin que exista una causa razonable. Al envidioso o envidiosa se le nota al instante; tú dices algo que hayas hecho, y ellos ya lo realizaron, y si se te ocurre decir algo que vas a hacer, ellos ya vienen de vuelta.

El envidioso, o sea, el no feliz, no pregunta nunca cuando sabe que la respuesta del otro puede suponer una afirmación de felicidad, de riesgo, de aventura, de compromiso. Hace mutis por el foro, baja la cabeza, se encabrita con él mismo y se lo comen los demonios, aunque todo lo disimula con una patochada que no viene a nada.

Yo, palabra de honor, le deseo a usted un buen día; desde luego que el menda lo va a tener leyendo unos poemas en un sencillo e íntimo bar tomando una copa, o dos, con personas que son lumbreras, pero sencillas, o sea sin currículum vitae. Y es que ese cóctel donde se combinan sencillez con intelecto es difícil de conseguir.

Buen día tenga usted.

Buen día tenga usted

Donde se combinan sencillez con intelecto es difícil de conseguir
José García Pérez
viernes, 30 de diciembre de 2016, 01:11 h (CET)
Sé que es difícil que todos tengamos un buen día, pero lo es más cuando nos encontramos con alguien, más o menos conocido, y le deseamos buenos días, en plural quiero decir.

El deseo de felicidad de uno mismo y del otro tiene que ir cumpliéndose momento a momento, rato a rato, día a día. El personal lo quiere acaparar todo de momento y la cosa se estropea. Y es que no puede ser. No todo el mundo es bueno o todo el mundo es malo. Menos aún que una sola persona tenga todos los atributos para creer que es bueno, santo o mártir; ni tampoco lo hay malo del todo.

En cada uno de nosotros viven una multitud innumerable de seres distintos que pelean unos con otros a brazo partido para que emerja el que tenga más fuerza. En ese combate con uno mismo, que es el peor de los combates que se puede tener, porque siempre pierdes aunque ganes, algunos se refugian en la religión preceptiva, la que dicta y ordena, otros en la política, la que ordena y distancia, y los menos en el acontecimiento del amor, o sea, en ese dejarse llevar por la felicidad de ser libres y no tener ataduras que le impidan a uno gozar.

Claro que hay quien goza con el sufrimiento. Sufrir, dejando a un lado el dolor, es tener envidia del otro o de los otros sin que exista una causa razonable. Al envidioso o envidiosa se le nota al instante; tú dices algo que hayas hecho, y ellos ya lo realizaron, y si se te ocurre decir algo que vas a hacer, ellos ya vienen de vuelta.

El envidioso, o sea, el no feliz, no pregunta nunca cuando sabe que la respuesta del otro puede suponer una afirmación de felicidad, de riesgo, de aventura, de compromiso. Hace mutis por el foro, baja la cabeza, se encabrita con él mismo y se lo comen los demonios, aunque todo lo disimula con una patochada que no viene a nada.

Yo, palabra de honor, le deseo a usted un buen día; desde luego que el menda lo va a tener leyendo unos poemas en un sencillo e íntimo bar tomando una copa, o dos, con personas que son lumbreras, pero sencillas, o sea sin currículum vitae. Y es que ese cóctel donde se combinan sencillez con intelecto es difícil de conseguir.

Buen día tenga usted.

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