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En lugar de propiciar un debate con altura, el diario ABC color sigue mintiendo sobre la fecha del tratamiento de la Enmienda

La propaganda engañosa de Zuccolillo sobre la Enmienda

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Una Enmienda Constitucional no es algo que deba tomarse a la ligera, pero el líder de la prensa empresarial paraguaya, Aldo Zuccolillo, ha decidido escenificar una versión libre de la fábula del Pastorcito Mentiroso, publicando una y otra vez fechas y horarios falsos sobre el supuesto tratamiento del tema en el Congreso.

Lejos de facilitar un debate con la seriedad y amplitud de criterio que el tema requiere, Zuccolillo y sus asalariados han recurrido a todo su repertorio inquisitorial y arsenal de sofismas, para intentar evitar que un importante sector de la ciudadanía vea su iniciativa debatida en el Parlamento.

Zuccolillo, quien en su momento fue recibido por George Bush (padre) cuando éste era vicepresidente de Ronald Reagan, y cuya campaña contra el dictador Stroessner fue financiada desde Washington por una lluvia de dólares del National Endowment for Democracy, no parece tener una fe recíproca en la democracia norteamericana. La constitución de Estados Unidos tiene veintisiete enmiendas, pero Zuccolillo asegura que enmendar la paraguaya es antidemocrático.

Otra de sus propagandas engañosas asegura que teme la Enmienda porque le hizo sufrir mucho la dictadura de Stroessner. Sin embargo, Zuccolillo fue un privilegiado publicista de la dictadura por décadas. Llegó a jactarse de las visitas que el dictador hacía al local de su diario, y hasta entregó donaciones a los centros de tortura de la dictadura, según consta en documentos de los Archivos del Terror.

Según el diario de Zuccolillo, la Enmienda debió haberse tratado en tres oportunidades en el Senado, durante el mes de Diciembre que concluye por estas fechas. La verdad es que en ningún momento el tema fue abordado por los legisladores, que aseguraron lo harán en algún momento pero no tienen apuro. La cuestión ha puesto en zozobra a Zuccolillo y el grupo de empresarios que lidera, dado que un presidente reelegible podría contar con mayor estabilidad y no podría hacerlo presa de sus ataques despiadados cada vez que busca obtener concesiones del estado.

Un puñado de exaltados comunicadores que comparten la misma patronal, han intentado instalar el sofisma de que la Constitución no se puede enmendar. Lo cierto es que se trata de los mismos periodistas que con frecuencia señalan a la democracia norteamericana como un modelo excepcional, y estamos hablando de un país donde la constitución de 1788 ya tenía nueve enmiendas en 1791.

En un exagerado esfuerzo por impedir la enmienda, han decidido elevar a la categoría de sagradas escrituras a una constitución redactada a duras penas, por una mayoría de constituyentes de escasas luces, elegidos en listas sábanas y votados por un padrón sin depurar.

Aquella constitución fue dominada, además, por convencionales que buscaban impedir la reelección del presidente de entonces, un general que derrocó a Stroessner por supuesta vocación democrática pero que pretendía imitarlo permaneciendo indefinidamente en el poder.

Aunque sea redundante decirlo, la constitución que redactaron pensadores como Thomas Jefferson y enmendadas decenas de veces está muy lejos del experimento paraguayo de 1991 que presentan como un sacrilegio corregir.

La propaganda engañosa de Zuccolillo sobre la Enmienda

En lugar de propiciar un debate con altura, el diario ABC color sigue mintiendo sobre la fecha del tratamiento de la Enmienda
Luis Agüero Wagner
viernes, 30 de diciembre de 2016, 01:07 h (CET)
Una Enmienda Constitucional no es algo que deba tomarse a la ligera, pero el líder de la prensa empresarial paraguaya, Aldo Zuccolillo, ha decidido escenificar una versión libre de la fábula del Pastorcito Mentiroso, publicando una y otra vez fechas y horarios falsos sobre el supuesto tratamiento del tema en el Congreso.

Lejos de facilitar un debate con la seriedad y amplitud de criterio que el tema requiere, Zuccolillo y sus asalariados han recurrido a todo su repertorio inquisitorial y arsenal de sofismas, para intentar evitar que un importante sector de la ciudadanía vea su iniciativa debatida en el Parlamento.

Zuccolillo, quien en su momento fue recibido por George Bush (padre) cuando éste era vicepresidente de Ronald Reagan, y cuya campaña contra el dictador Stroessner fue financiada desde Washington por una lluvia de dólares del National Endowment for Democracy, no parece tener una fe recíproca en la democracia norteamericana. La constitución de Estados Unidos tiene veintisiete enmiendas, pero Zuccolillo asegura que enmendar la paraguaya es antidemocrático.

Otra de sus propagandas engañosas asegura que teme la Enmienda porque le hizo sufrir mucho la dictadura de Stroessner. Sin embargo, Zuccolillo fue un privilegiado publicista de la dictadura por décadas. Llegó a jactarse de las visitas que el dictador hacía al local de su diario, y hasta entregó donaciones a los centros de tortura de la dictadura, según consta en documentos de los Archivos del Terror.

Según el diario de Zuccolillo, la Enmienda debió haberse tratado en tres oportunidades en el Senado, durante el mes de Diciembre que concluye por estas fechas. La verdad es que en ningún momento el tema fue abordado por los legisladores, que aseguraron lo harán en algún momento pero no tienen apuro. La cuestión ha puesto en zozobra a Zuccolillo y el grupo de empresarios que lidera, dado que un presidente reelegible podría contar con mayor estabilidad y no podría hacerlo presa de sus ataques despiadados cada vez que busca obtener concesiones del estado.

Un puñado de exaltados comunicadores que comparten la misma patronal, han intentado instalar el sofisma de que la Constitución no se puede enmendar. Lo cierto es que se trata de los mismos periodistas que con frecuencia señalan a la democracia norteamericana como un modelo excepcional, y estamos hablando de un país donde la constitución de 1788 ya tenía nueve enmiendas en 1791.

En un exagerado esfuerzo por impedir la enmienda, han decidido elevar a la categoría de sagradas escrituras a una constitución redactada a duras penas, por una mayoría de constituyentes de escasas luces, elegidos en listas sábanas y votados por un padrón sin depurar.

Aquella constitución fue dominada, además, por convencionales que buscaban impedir la reelección del presidente de entonces, un general que derrocó a Stroessner por supuesta vocación democrática pero que pretendía imitarlo permaneciendo indefinidamente en el poder.

Aunque sea redundante decirlo, la constitución que redactaron pensadores como Thomas Jefferson y enmendadas decenas de veces está muy lejos del experimento paraguayo de 1991 que presentan como un sacrilegio corregir.

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