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Kathleen Parker

Es hora de la protesta fiscal

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WASHINGTON - Ya nadie duda de la sinceridad ni el poder del movimiento de protesta fiscal. Lo entendemos: los principios del libre mercado, gobierno limitado y libertad individual.

Estos son los tres fundamentos del "Contract from America", que cualquier Republicano que se precie debe suscribir, o mejor dicho, firmar con sangre. Que sea sangre real.

En ninguna otra parte este nuevo imperativo del pueblo parece un alivio más acusado que en Utah - uno de los estados más Republicanos - donde el Senador conservador de 3 mandatos Bob Bennett perderá probablemente la candidatura del Partido Republicano este fin de semana.

Esto a pesar de que Bennett ocupa el puesto 84 en la lista de la Unión Conservadora Americana, tiene un sobresaliente de la Asociación Nacional del Rifle - y no tiene nada de progresista.

Pero Bennett cometió el pecado capital entre los círculos de protesta fiscal. Votó a favor del Programa de Ayuda a Activos sin Liquidez (TARP), también conocido como "rescate bancario", durante la administración de George W. Bush. Y propuso una reforma sanitaria orientada al mercado como alternativa al plan Demócrata que, por desgracia, también incluye la obligatoriedad de contratar un seguro.

No importa que un presidente Republicano propusiera el rescate, ni que muchos Republicanos y partidarios del libre mercado considerasen crucial el TARP para impedir que la economía se derrumbara. Para aquellos que lo han olvidado, la idea era apuntalar el sistema de crédito para conservar el flujo de dinero de manera que "el libre mercado" no se derrumbara por completo.

¿Cuál era la alternativa? ¿Qué podría haber sucedido sin el TARP? Como dice Mitt Romney, que apoyó el TARP: "Estábamos al borde del precipicio... Ahora podemos sentarnos y decir, 'Oh, no era tan temible'. Bueno, francamente, fue un momento muy siniestro para un montón de gente. Y eso es algo que se ha resuelto".

Los activistas fiscales indignados en su mayoría por el gasto posterior han tendido las redes y cualquier titular es susceptible de caer atrapado - hasta los buenos, como Bennett, muy respetado en Washington y respaldado por el estamento Republicano, Newt, Mitt y Karl (Gingrich, Romney y Rove).

Por otra parte, ser el favorito del estamento en un entorno anti-Washington puede ser tan perjudicial como tener un título de las ocho antiguas. Esas universidades elitistas para pijos, ya sabe.

Pero en su afán por desterrar a todo el mundo menos a los conservadores fiscales más puros, los activistas fiscales se arriesgan a perder algunas de sus voces más fuertes y a reducir su influencia en un terreno donde las relaciones importan. Bennett, por ejemplo, trabajó con el Demócrata Ron Wyden para presentar su propuesta sanitaria.

Lo que los no ideólogos pueden considerar cooperación, sin embargo, es interpretado por los verdaderos creyentes como debilidad. Cualquier intento de compromiso es visto como principio de rendición. En el marco del nuevo orden, el buen conservador no cruza al otro extremo del hemiciclo ni para hacer la maniobra de reanimación.

La purga esperada hace tiempo está en marcha, en otras palabras, y cualquiera que tenga aspiraciones de bipartidismo puede ahogarse en esa esperanza.

Si los Obamófilos beben Kool-Aid, los contrincantes de Bennett en las primarias han bebido el amargo té de un electorado indignado. De hecho, más de las dos terceras partes de los delegados convocados a la próxima convención Republicana de Utah se consideran partidarios del movimiento de protesta fiscal.

Lo mismo está sucediendo en otros estados. En Arizona, el uber-veterano John McCain, cuya nota de la Unión Conservadora Americana el año pasado apenas superó el 63, lucha por conservar el escaño en el Senado que ha ocupado durante más de 23 años frente al favorito del movimiento fiscal J.D. Hayworth. En Indiana, el Representante Mark Souder fue machacado por el aspirante y propietario de un concesionario de coches Thomas Bob gracias al voto del TARP. En Florida, Marco Rubio tiene a su favor los vientos del movimiento en la competición por la candidatura al Senado que obligó al Gobernador Charlie Crist a declararse independiente.

Es interesante que el voto del TARP, aunque recuerda al voto de la Guerra de Irak contra la que se despachaba Barack Obama antes de ser elegido al Senado, no fuera emitido. ¿Todos los que ahora se declaran contrarios al TARP habrían votado en contra de haber estado en Washington con todo el peso de un colapso económico a sus hombros?

Ciertamente no es censurable que los estadounidenses hagan limpieza de vez en cuando. Los políticos acomodados se vuelven con el tiempo demasiado sumisos a los grupos de interés, así como a las diversas relaciones que en ocasiones pueden ser útiles al bien común.

Pero al purgar a los Republicanos impuros de las filas, los activistas fiscales pueden lograr reducir las filas del Partido Republicano aún más alejando a aquellos que rechazan los controles de pureza. Nada disuade como la justicia. Y aunque los activistas fiscales no se casen con nadie, claramente los Republicanos tienen mayor sintonía con sus principios que los Demócratas.

Si los legisladores conservadores de buenas intenciones como Bennett no superan el examen, ¿quién será lo bastante valiente para legislar?

Si no hay nadie, entonces ¿qué hacemos?

Es hora de la protesta fiscal

Kathleen Parker
Kathleen Parker
jueves, 6 de mayo de 2010, 03:25 h (CET)
WASHINGTON - Ya nadie duda de la sinceridad ni el poder del movimiento de protesta fiscal. Lo entendemos: los principios del libre mercado, gobierno limitado y libertad individual.

Estos son los tres fundamentos del "Contract from America", que cualquier Republicano que se precie debe suscribir, o mejor dicho, firmar con sangre. Que sea sangre real.

En ninguna otra parte este nuevo imperativo del pueblo parece un alivio más acusado que en Utah - uno de los estados más Republicanos - donde el Senador conservador de 3 mandatos Bob Bennett perderá probablemente la candidatura del Partido Republicano este fin de semana.

Esto a pesar de que Bennett ocupa el puesto 84 en la lista de la Unión Conservadora Americana, tiene un sobresaliente de la Asociación Nacional del Rifle - y no tiene nada de progresista.

Pero Bennett cometió el pecado capital entre los círculos de protesta fiscal. Votó a favor del Programa de Ayuda a Activos sin Liquidez (TARP), también conocido como "rescate bancario", durante la administración de George W. Bush. Y propuso una reforma sanitaria orientada al mercado como alternativa al plan Demócrata que, por desgracia, también incluye la obligatoriedad de contratar un seguro.

No importa que un presidente Republicano propusiera el rescate, ni que muchos Republicanos y partidarios del libre mercado considerasen crucial el TARP para impedir que la economía se derrumbara. Para aquellos que lo han olvidado, la idea era apuntalar el sistema de crédito para conservar el flujo de dinero de manera que "el libre mercado" no se derrumbara por completo.

¿Cuál era la alternativa? ¿Qué podría haber sucedido sin el TARP? Como dice Mitt Romney, que apoyó el TARP: "Estábamos al borde del precipicio... Ahora podemos sentarnos y decir, 'Oh, no era tan temible'. Bueno, francamente, fue un momento muy siniestro para un montón de gente. Y eso es algo que se ha resuelto".

Los activistas fiscales indignados en su mayoría por el gasto posterior han tendido las redes y cualquier titular es susceptible de caer atrapado - hasta los buenos, como Bennett, muy respetado en Washington y respaldado por el estamento Republicano, Newt, Mitt y Karl (Gingrich, Romney y Rove).

Por otra parte, ser el favorito del estamento en un entorno anti-Washington puede ser tan perjudicial como tener un título de las ocho antiguas. Esas universidades elitistas para pijos, ya sabe.

Pero en su afán por desterrar a todo el mundo menos a los conservadores fiscales más puros, los activistas fiscales se arriesgan a perder algunas de sus voces más fuertes y a reducir su influencia en un terreno donde las relaciones importan. Bennett, por ejemplo, trabajó con el Demócrata Ron Wyden para presentar su propuesta sanitaria.

Lo que los no ideólogos pueden considerar cooperación, sin embargo, es interpretado por los verdaderos creyentes como debilidad. Cualquier intento de compromiso es visto como principio de rendición. En el marco del nuevo orden, el buen conservador no cruza al otro extremo del hemiciclo ni para hacer la maniobra de reanimación.

La purga esperada hace tiempo está en marcha, en otras palabras, y cualquiera que tenga aspiraciones de bipartidismo puede ahogarse en esa esperanza.

Si los Obamófilos beben Kool-Aid, los contrincantes de Bennett en las primarias han bebido el amargo té de un electorado indignado. De hecho, más de las dos terceras partes de los delegados convocados a la próxima convención Republicana de Utah se consideran partidarios del movimiento de protesta fiscal.

Lo mismo está sucediendo en otros estados. En Arizona, el uber-veterano John McCain, cuya nota de la Unión Conservadora Americana el año pasado apenas superó el 63, lucha por conservar el escaño en el Senado que ha ocupado durante más de 23 años frente al favorito del movimiento fiscal J.D. Hayworth. En Indiana, el Representante Mark Souder fue machacado por el aspirante y propietario de un concesionario de coches Thomas Bob gracias al voto del TARP. En Florida, Marco Rubio tiene a su favor los vientos del movimiento en la competición por la candidatura al Senado que obligó al Gobernador Charlie Crist a declararse independiente.

Es interesante que el voto del TARP, aunque recuerda al voto de la Guerra de Irak contra la que se despachaba Barack Obama antes de ser elegido al Senado, no fuera emitido. ¿Todos los que ahora se declaran contrarios al TARP habrían votado en contra de haber estado en Washington con todo el peso de un colapso económico a sus hombros?

Ciertamente no es censurable que los estadounidenses hagan limpieza de vez en cuando. Los políticos acomodados se vuelven con el tiempo demasiado sumisos a los grupos de interés, así como a las diversas relaciones que en ocasiones pueden ser útiles al bien común.

Pero al purgar a los Republicanos impuros de las filas, los activistas fiscales pueden lograr reducir las filas del Partido Republicano aún más alejando a aquellos que rechazan los controles de pureza. Nada disuade como la justicia. Y aunque los activistas fiscales no se casen con nadie, claramente los Republicanos tienen mayor sintonía con sus principios que los Demócratas.

Si los legisladores conservadores de buenas intenciones como Bennett no superan el examen, ¿quién será lo bastante valiente para legislar?

Si no hay nadie, entonces ¿qué hacemos?

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