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Etiquetas | Historia | Navidad
La gente no necesita la Navidad, la desea porque es la época más mágica del año. Las ilusiones florecen y se desvanecen por doquiera

La otra Navidad

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La otra Navidad es el eslogan de un anuncio de la Asociación Española de Centros de Jardinería que recomienda que “visites tu centro de jardinería, un lugar en donde la Navidad es diferente”. Ya se puede imaginar el lector que lo que se persigue es que durante las fiestas navideñas se compre “una infinidad de preciosos detalles cuidadosamente escogidos, te están esperando”. No es necesario decir que el anuncio en cuestión va acompañado de una preciosa niña sonriente vestida y adornada con motivos navideños que vende felicidad. ¿Es así “la otra Navidad que se nos vende? La Navidad sensual que se nos oferta hace que “exista un lugar en donde la Navidad sea un sentimiento, la alegría tenga luz y la belleza tenga vida” La otra Navidad que ha pervertido la original con la sensualidad que la acompaña, no es capaz de proporcionar la felicidad que la imagen de la niña sonriente vende. El hogar engalanado con flores que contemplarlas es un placer y la vida tenga vida, la mesa surtida con una variedad de productos que con sólo verlos estimula la sensualidad comilona. El ambiente navideño que se respira excita las glándulas cerebrales que segregan la “hormona de la felicidad”, que no produce auténtica felicidad, sólo una sensación de ella. Los estimulantes alcohólicos producen una euforia que momentáneamente nos hace olvidar el padre ingresado en una residencia, el paro del hijo, la separación de la hija, la adicción del sobrino, el embarazo de la nieta adolescente y tantas otras situaciones que empañan la felicidad. La otra Navidad es un engaño que no nos prepara para hacer frente a la realidad de la vida. La vida real es tristeza, dolor, frustración, desengaño y otras menudencias que hacen que la vida sea un asco. La otra Navidad enmascara la realidad sin hacerla desaparecer. Una vez que se han apagado las luces navideñas. Los regalos repartidos que han sido el gozo de mayores y de niños, los restos de comida y los embalajes de los regalos repartidos hayan ido de cabeza al interior del contenedor adecuado, ¿qué nos queda de La otra Navidad? Solamente un recuerdo insatisfactorio. ¿Por qué no somos realistas y nos deshacemos de esta La otra Navidad y nos preocupamos seriamente en encontrar la Navidad original, la auténtica, la que no se disfraza de Papá Noel, de Santa Claus, de Magos de Oriente, que promete felicidad y cumple la promesa?

La otra Navidad, disfrazada de cristiana, cuenta la historia de un niño que despierta sentimientos. No nos pregunta por qué nos comportamos de la manera como lo hacemos. No nos pide ningún cambio vital en nuestra manera de pensar y de vivir. Lo único que desea es que nos lo pasemos bomba. La gran pregunta que debemos hacernos es: ¿La Navidad que celebramos es la historia de un niño que nos llena de ilusiones fugaces o es la historia de una Persona que primero fue un niño que nació y que creció para perdonar los pecados de los hombres muriendo en la cruz y que nos llama a seguirle y a cambiar el estilo de vida que tanto nos perturba?

La otra Navidad inunda calles y hogares de luces que iluminan haciendo desaparecer la oscuridad ambiental, pero que son incapaces de hacer desaparecer las tinieblas del alma que nos hacen andar a tientas, provocando que tropecemos con los obstáculos que se nos presentan en el camino porque no los vemos. Examínese el lector, ¿está satisfecho con su vida? ¿Le complace su vida matrimonial o el vivir en pareja? ¿Le satisface su vida laboral? ¿Las salidas con los amigos le complacen? Un rosario de impertinencias hace que nuestras vidas sean aburridas y que no nos satisfagan.

Vayamos a la Navidad original, la que no ha sido pervertida por la tradición eclesial sensual. El niño que nació en belén de Judea y que recibió la adoración de unos humildes pastores de ovejas y de unos ricos y educados magos, crece y se hace un adulto de 30 años. Al principio de su ministerio público que finaliza con una cruel crucifixión y una posterior resurrección y ascensión a los cielos, de Él dicen las Escrituras cristianas: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1. 4,5). Encontrándose Jesús en el zénit de su ministerio confirma lo que Juan dijo de Él. “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Juan 8. 12). Creer en Jesús, seguirle, es andar siendo iluminado por la Luz de la Vida, la luz que ilumina el corazón y que hace desaparecer las tinieblas espirituales enraizadas en el alma por el pecado de Adán.

¿Por qué la vida no tiene sentido? ¿Por qué el mundo es cómo es, injusto, inmoral, falso y tantas otras cosa que dañan? ¿Por qué la vida del lector y de su entorno es un desastre? Sencillamente porque les falta la Luz de la Vida que es Jesús. En el día D y hora H del calendario divino, en Belén de Judea la Vida se encarna en un “niño envuelto de pañales, acostado en un pesebre” (Lucas 2.12). En un sueño, un ángel le habló a José, padre potestativo de Jesús, le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su Nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1: 20,21). Los redimidos por Jesús dejarán de andar en tinieblas porque la luz de la Vida ha resplandecido en sus corazones. La navidad original ha impactado en ellos.

La otra Navidad

La gente no necesita la Navidad, la desea porque es la época más mágica del año. Las ilusiones florecen y se desvanecen por doquiera
Octavi Pereña
martes, 20 de diciembre de 2016, 00:09 h (CET)
La otra Navidad es el eslogan de un anuncio de la Asociación Española de Centros de Jardinería que recomienda que “visites tu centro de jardinería, un lugar en donde la Navidad es diferente”. Ya se puede imaginar el lector que lo que se persigue es que durante las fiestas navideñas se compre “una infinidad de preciosos detalles cuidadosamente escogidos, te están esperando”. No es necesario decir que el anuncio en cuestión va acompañado de una preciosa niña sonriente vestida y adornada con motivos navideños que vende felicidad. ¿Es así “la otra Navidad que se nos vende? La Navidad sensual que se nos oferta hace que “exista un lugar en donde la Navidad sea un sentimiento, la alegría tenga luz y la belleza tenga vida” La otra Navidad que ha pervertido la original con la sensualidad que la acompaña, no es capaz de proporcionar la felicidad que la imagen de la niña sonriente vende. El hogar engalanado con flores que contemplarlas es un placer y la vida tenga vida, la mesa surtida con una variedad de productos que con sólo verlos estimula la sensualidad comilona. El ambiente navideño que se respira excita las glándulas cerebrales que segregan la “hormona de la felicidad”, que no produce auténtica felicidad, sólo una sensación de ella. Los estimulantes alcohólicos producen una euforia que momentáneamente nos hace olvidar el padre ingresado en una residencia, el paro del hijo, la separación de la hija, la adicción del sobrino, el embarazo de la nieta adolescente y tantas otras situaciones que empañan la felicidad. La otra Navidad es un engaño que no nos prepara para hacer frente a la realidad de la vida. La vida real es tristeza, dolor, frustración, desengaño y otras menudencias que hacen que la vida sea un asco. La otra Navidad enmascara la realidad sin hacerla desaparecer. Una vez que se han apagado las luces navideñas. Los regalos repartidos que han sido el gozo de mayores y de niños, los restos de comida y los embalajes de los regalos repartidos hayan ido de cabeza al interior del contenedor adecuado, ¿qué nos queda de La otra Navidad? Solamente un recuerdo insatisfactorio. ¿Por qué no somos realistas y nos deshacemos de esta La otra Navidad y nos preocupamos seriamente en encontrar la Navidad original, la auténtica, la que no se disfraza de Papá Noel, de Santa Claus, de Magos de Oriente, que promete felicidad y cumple la promesa?

La otra Navidad, disfrazada de cristiana, cuenta la historia de un niño que despierta sentimientos. No nos pregunta por qué nos comportamos de la manera como lo hacemos. No nos pide ningún cambio vital en nuestra manera de pensar y de vivir. Lo único que desea es que nos lo pasemos bomba. La gran pregunta que debemos hacernos es: ¿La Navidad que celebramos es la historia de un niño que nos llena de ilusiones fugaces o es la historia de una Persona que primero fue un niño que nació y que creció para perdonar los pecados de los hombres muriendo en la cruz y que nos llama a seguirle y a cambiar el estilo de vida que tanto nos perturba?

La otra Navidad inunda calles y hogares de luces que iluminan haciendo desaparecer la oscuridad ambiental, pero que son incapaces de hacer desaparecer las tinieblas del alma que nos hacen andar a tientas, provocando que tropecemos con los obstáculos que se nos presentan en el camino porque no los vemos. Examínese el lector, ¿está satisfecho con su vida? ¿Le complace su vida matrimonial o el vivir en pareja? ¿Le satisface su vida laboral? ¿Las salidas con los amigos le complacen? Un rosario de impertinencias hace que nuestras vidas sean aburridas y que no nos satisfagan.

Vayamos a la Navidad original, la que no ha sido pervertida por la tradición eclesial sensual. El niño que nació en belén de Judea y que recibió la adoración de unos humildes pastores de ovejas y de unos ricos y educados magos, crece y se hace un adulto de 30 años. Al principio de su ministerio público que finaliza con una cruel crucifixión y una posterior resurrección y ascensión a los cielos, de Él dicen las Escrituras cristianas: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1. 4,5). Encontrándose Jesús en el zénit de su ministerio confirma lo que Juan dijo de Él. “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Juan 8. 12). Creer en Jesús, seguirle, es andar siendo iluminado por la Luz de la Vida, la luz que ilumina el corazón y que hace desaparecer las tinieblas espirituales enraizadas en el alma por el pecado de Adán.

¿Por qué la vida no tiene sentido? ¿Por qué el mundo es cómo es, injusto, inmoral, falso y tantas otras cosa que dañan? ¿Por qué la vida del lector y de su entorno es un desastre? Sencillamente porque les falta la Luz de la Vida que es Jesús. En el día D y hora H del calendario divino, en Belén de Judea la Vida se encarna en un “niño envuelto de pañales, acostado en un pesebre” (Lucas 2.12). En un sueño, un ángel le habló a José, padre potestativo de Jesús, le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su Nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1: 20,21). Los redimidos por Jesús dejarán de andar en tinieblas porque la luz de la Vida ha resplandecido en sus corazones. La navidad original ha impactado en ellos.

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