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Insólita defensa de una constitución redactada por constituyentes electos por lista sábana, y con un padrón que no se había depurado tras caer Stroessner

El padrón de Stroessner y la lista sábana

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La semana pasada los medios de comunicación de Paraguay fueron sacudidos por la publicación de una carta dirigida al presidente Horacio Cartes. La carta, firmada por el propietario de varios importantes medios Antonio J. Vierci, echaba por tierra uno de los mitos al que más esfuerzo dedicado la prensa paraguaya buscando instalarla en el imaginario popular: El mito que los periodistas publican lo que publican sin injerencia del propietario del medio, con total libertad de énfasis, contextualización y tono al plasmar una noticia.

La carta contenía varios párrafos de interés, pero resaltaba particularmente la promesa de Vierci a Cartes de prohibir a sus periodistas realizar publicaciones comprometedoras para una de las hijas del presidente. Es decir, quedaba demostrado a confesión de parte que en un medio de comunicación es el dueño quien corta el bacalao.

Así queda claro que en Paraguay la libertad de prensa, como suele repetir el presidente ecuatoriano Rafael Correa, es la libertad del dueño de la imprenta.

Por extensión, queda también al descubierto que cuando un medio de comunicación se esfuerza de manera insistente en instalar un repudio a determinadas personas, removiendo cielo y tierra para estirar del pelo a los argumentos, se trata de un ataque direccionado por los cronistas para complacer al patrón.

Lo explicó de manera magistral el ganador del Pulitzer Robert Penn Warren, a través de su famosa novela “Todos los hombres del Rey”. En un pasaje de la narración, un político encarga al periodista Jack Burden encontrar algún hecho de corrupción en el pasado de un juez adversario. Ante el informe del periodista que no existía mancha alguna en el pasado de lo que llama irónicamente “el caso del juez recto”, el político le ordena insistir asegurando que “siempre hay algo”, dado que el hombre es concebido en el pecado, y su vida es solo un paréntesis entre la fetidez de los pañales y el hedor del sudario.

En la novela como en la vida, finalmente se descubre un caso de soborno en los antecedentes del juez, que había sabido guardar en secreto el episodio por largos años.

Lo expuesto viene a cuento porque los guardianes mediáticos del status quo, han decidido que en Paraguay nada debe cambiar, evidenciando que están muy cómodos como están. Para que nada se modifique, sacralizan una Constitución Nacional elaborada poco tiempo después de la caída del dictador Stroessner, en cuya redacción participaron los prohombres de una tragicomedia denominada transición democrática. No estamos hablando, obviamente, de un documento redactado por Thomas Jefferson o Benjamín Franklin, sino de un compendio de divagues plagado de contradicciones, errores gramaticales, de conjugación y sintaxis, que con seguridad también tendría errores ortográficos de no haber pasado por un corrector en la imprenta antes de ser editado. Muchos de los redactores participaron de oyentes, sin haber concluido los estudios primarios.

Por si todo fuera poco, quienes redactaron aquel documento fueron electos a través de las famosas listas sábanas, utilizando el padrón de la dictadura, recordado por no discriminar a quienes deseen ejercer su derecho al voto desde el más allá.

La constitución de Franklin, Jefferson, James Madison y Alexander Hamilton fue enmendada en veintisiete oportunidades, pero en Paraguay los constituyentes de 1991 cuentan con un llamativo blindaje mediático equiparado al de la infalibilidad papal.

Por si la ficha sigue flotando en el aire, debemos esclarecer que la intención de quienes ordenan una opinión tan unánime a sus asalariados periodistas cae de madura. Algunos avivados que dan esas órdenes tras bastidores quieren seguir viviendo sin pagar impuestos, o haciéndose devolver el dinero que pagan a través de sentencias judiciales compradas. Todo ello para que sigan maniobrando en las licitaciones, realizando construcciones faraónicas que terminan siendo ilegales y se caen a pedazos a pocos días de ser inauguradas, conectando cloacas mau y erigiendo sin permiso puentes sobre la vía pública privatizada, para que sus familiares sigan, impunemente, protagonizando actos de prepotencia al estilo del sobrino de oro.

Definitivamente, estamos muy lejos de los padres fundadores.

El padrón de Stroessner y la lista sábana

Insólita defensa de una constitución redactada por constituyentes electos por lista sábana, y con un padrón que no se había depurado tras caer Stroessner
Luis Agüero Wagner
lunes, 19 de diciembre de 2016, 01:00 h (CET)
La semana pasada los medios de comunicación de Paraguay fueron sacudidos por la publicación de una carta dirigida al presidente Horacio Cartes. La carta, firmada por el propietario de varios importantes medios Antonio J. Vierci, echaba por tierra uno de los mitos al que más esfuerzo dedicado la prensa paraguaya buscando instalarla en el imaginario popular: El mito que los periodistas publican lo que publican sin injerencia del propietario del medio, con total libertad de énfasis, contextualización y tono al plasmar una noticia.

La carta contenía varios párrafos de interés, pero resaltaba particularmente la promesa de Vierci a Cartes de prohibir a sus periodistas realizar publicaciones comprometedoras para una de las hijas del presidente. Es decir, quedaba demostrado a confesión de parte que en un medio de comunicación es el dueño quien corta el bacalao.

Así queda claro que en Paraguay la libertad de prensa, como suele repetir el presidente ecuatoriano Rafael Correa, es la libertad del dueño de la imprenta.

Por extensión, queda también al descubierto que cuando un medio de comunicación se esfuerza de manera insistente en instalar un repudio a determinadas personas, removiendo cielo y tierra para estirar del pelo a los argumentos, se trata de un ataque direccionado por los cronistas para complacer al patrón.

Lo explicó de manera magistral el ganador del Pulitzer Robert Penn Warren, a través de su famosa novela “Todos los hombres del Rey”. En un pasaje de la narración, un político encarga al periodista Jack Burden encontrar algún hecho de corrupción en el pasado de un juez adversario. Ante el informe del periodista que no existía mancha alguna en el pasado de lo que llama irónicamente “el caso del juez recto”, el político le ordena insistir asegurando que “siempre hay algo”, dado que el hombre es concebido en el pecado, y su vida es solo un paréntesis entre la fetidez de los pañales y el hedor del sudario.

En la novela como en la vida, finalmente se descubre un caso de soborno en los antecedentes del juez, que había sabido guardar en secreto el episodio por largos años.

Lo expuesto viene a cuento porque los guardianes mediáticos del status quo, han decidido que en Paraguay nada debe cambiar, evidenciando que están muy cómodos como están. Para que nada se modifique, sacralizan una Constitución Nacional elaborada poco tiempo después de la caída del dictador Stroessner, en cuya redacción participaron los prohombres de una tragicomedia denominada transición democrática. No estamos hablando, obviamente, de un documento redactado por Thomas Jefferson o Benjamín Franklin, sino de un compendio de divagues plagado de contradicciones, errores gramaticales, de conjugación y sintaxis, que con seguridad también tendría errores ortográficos de no haber pasado por un corrector en la imprenta antes de ser editado. Muchos de los redactores participaron de oyentes, sin haber concluido los estudios primarios.

Por si todo fuera poco, quienes redactaron aquel documento fueron electos a través de las famosas listas sábanas, utilizando el padrón de la dictadura, recordado por no discriminar a quienes deseen ejercer su derecho al voto desde el más allá.

La constitución de Franklin, Jefferson, James Madison y Alexander Hamilton fue enmendada en veintisiete oportunidades, pero en Paraguay los constituyentes de 1991 cuentan con un llamativo blindaje mediático equiparado al de la infalibilidad papal.

Por si la ficha sigue flotando en el aire, debemos esclarecer que la intención de quienes ordenan una opinión tan unánime a sus asalariados periodistas cae de madura. Algunos avivados que dan esas órdenes tras bastidores quieren seguir viviendo sin pagar impuestos, o haciéndose devolver el dinero que pagan a través de sentencias judiciales compradas. Todo ello para que sigan maniobrando en las licitaciones, realizando construcciones faraónicas que terminan siendo ilegales y se caen a pedazos a pocos días de ser inauguradas, conectando cloacas mau y erigiendo sin permiso puentes sobre la vía pública privatizada, para que sus familiares sigan, impunemente, protagonizando actos de prepotencia al estilo del sobrino de oro.

Definitivamente, estamos muy lejos de los padres fundadores.

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