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David S. Broder

Buscando la forma de extinguir el déficit

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WASHINGTON - Fue la más estirada de todas las manifestaciones de ánimo, una reunión de notables de ambos partidos en el edificio Ronald Reagan próximo a la Casa Blanca. Se reunieron para aplaudir la comisión recientemente constituida del Presidente Obama, que tiene la misión aparentemente condenada al fracaso de presentar una panacea a las descontroladas deudas y al déficit de la nación.

Invitados por el ex Secretario de Comercio Peter G. Peterson, una reliquia de Republicano moderado sacada de la década de los 70, y por su fundación de caridad, varios cientos de representantes del mundo empresarial y académico se presentaron para escuchar al ex Senador Republicano de Wyoming Alan Simpson y al antiguo jefe de gabinete de la Casa Blanca Clinton Erskine Bowles describir sus esperanzas puestas en la Comisión Nacional de Disciplina Fiscal y Reformas, cuya primera reunión había sido convocada la víspera.

Simpson, contundente como siempre, había reconocido públicamente que tenían "una misión suicida", cuyas recomendaciones pueden no gustar ni a Demócratas ni a Republicanos. Los reunidos en el edificio Ronald Reagan - el ex Presidente Bill Clinton, el ex Secretario del Tesoro Robert Rubin, los ex gobernadores de la Reserva Federal Alan Greenspan y Paul Volcker, los ex gerentes de la Oficina Presupuestaria del Congreso Alice Rivlin y Robert Reischauer y el actual jefe de presupuestos Peter Orszag entre ellos - insistieron en que al margen de lo difícil de los obstáculos, la crisis exige medidas.

Rubin dijo a la audiencia que nunca había estado tan alarmado por el futuro fiscal del país. Greenspan agregó: "Tenemos que resolver este problema, cuanto antes".

Clinton dijo que teniendo en cuenta que países extranjeros compran casi la mitad de la deuda de la nación, controlar su crecimiento "es cuestión de soberanía nacional". Cuando Bob Schieffer, de CBS News, preguntó al ex presidente qué consejo daría a la comisión, él dijo ser más optimista que muchos a cauda del carácter de los co-presidentes de las comisión. Reconociendo que los Republicanos se oponen a cualquier mención de las subidas tributarias y que los Demócratas están categóricamente en contra de los recortes en la seguridad social y Medicare, Clinton dijo que Bowles y Simpson "son lo bastante libres para ignorar las encuestas, pero lo bastante inteligentes para tenerlas en cuenta".

El debate de un día de duración sugiere claramente que la comisión no va a perder mucho el tiempo buscando la "panacea" que no se le ha ocurrido a nadie antes, sino que va a empezar a buscar de una vez los compromisos entre subidas de los impuestos y recortes del estado del bienestar que puedan obtener apoyos entre los 18 miembros, y luego en el Congreso.

El día apuntó dos grandes obstáculos a esa búsqueda. En primer lugar, los Republicanos del Congreso brillaron por su ausencia. Los oradores Republicanos más destacados que forman actualmente parte de la administración fueron el Senador de New Hampshire Judd Gregg y el Representante de Wisconsin Paul Ryan, coordinadores de la formación en los comités presupuestarios del Senado y la Cámara y miembros ambos de la comisión Bowles-Simpson.

No se podía pasar por alto el hecho de que fueron los más francos a la hora de cuestionar que subidas de impuestos y recortes del gasto público fueran a formar parte de la solución. Y el reglamento de la comisión exige que al menos cuatro de los ocho Republicanos entre sus 18 miembros estén de acuerdo antes de remitir las recomendaciones al Congreso. Eso será épico.

La otra cosa que quedó clara es que nadie ha desarrollado aún el tipo de lenguaje trascendental capaz de traducir al lenguaje cotidiano los asuntos eje del debate en el edificio Reagan. No hay ningún Ross Perot para ocupar ese papel como hizo el multimillonario de Texas con sus representaciones durante su excéntrica campaña presidencial de 1992.

La fuerza política civil que lógicamente debería empujar a Congreso y presidente a confrontar estos ruidosos déficit es el movimiento de protesta fiscal. Pero no habla el mismo idioma que la multimillonaria fundación de Peterson ni los pesos pesados intelectuales reunidos en el edificio Ronald Reagan. Sus comentarios de que "nuestra deuda nacional actual es de 12,9 billones de dólares, casi el 90 por ciento del PIB" no va a ser el grito de guerra que sacará a las calles a los fervientes admiradores de Sarah Palin.

La fundación de Peterson podría hacer al país un favor descubriendo al Republicano popular con credenciales que anime la ortodoxia de su partido y traslade al país este mensaje de disciplina fiscal.

Buscando la forma de extinguir el déficit

David S. Broder
David S. Broder
lunes, 3 de mayo de 2010, 04:10 h (CET)
WASHINGTON - Fue la más estirada de todas las manifestaciones de ánimo, una reunión de notables de ambos partidos en el edificio Ronald Reagan próximo a la Casa Blanca. Se reunieron para aplaudir la comisión recientemente constituida del Presidente Obama, que tiene la misión aparentemente condenada al fracaso de presentar una panacea a las descontroladas deudas y al déficit de la nación.

Invitados por el ex Secretario de Comercio Peter G. Peterson, una reliquia de Republicano moderado sacada de la década de los 70, y por su fundación de caridad, varios cientos de representantes del mundo empresarial y académico se presentaron para escuchar al ex Senador Republicano de Wyoming Alan Simpson y al antiguo jefe de gabinete de la Casa Blanca Clinton Erskine Bowles describir sus esperanzas puestas en la Comisión Nacional de Disciplina Fiscal y Reformas, cuya primera reunión había sido convocada la víspera.

Simpson, contundente como siempre, había reconocido públicamente que tenían "una misión suicida", cuyas recomendaciones pueden no gustar ni a Demócratas ni a Republicanos. Los reunidos en el edificio Ronald Reagan - el ex Presidente Bill Clinton, el ex Secretario del Tesoro Robert Rubin, los ex gobernadores de la Reserva Federal Alan Greenspan y Paul Volcker, los ex gerentes de la Oficina Presupuestaria del Congreso Alice Rivlin y Robert Reischauer y el actual jefe de presupuestos Peter Orszag entre ellos - insistieron en que al margen de lo difícil de los obstáculos, la crisis exige medidas.

Rubin dijo a la audiencia que nunca había estado tan alarmado por el futuro fiscal del país. Greenspan agregó: "Tenemos que resolver este problema, cuanto antes".

Clinton dijo que teniendo en cuenta que países extranjeros compran casi la mitad de la deuda de la nación, controlar su crecimiento "es cuestión de soberanía nacional". Cuando Bob Schieffer, de CBS News, preguntó al ex presidente qué consejo daría a la comisión, él dijo ser más optimista que muchos a cauda del carácter de los co-presidentes de las comisión. Reconociendo que los Republicanos se oponen a cualquier mención de las subidas tributarias y que los Demócratas están categóricamente en contra de los recortes en la seguridad social y Medicare, Clinton dijo que Bowles y Simpson "son lo bastante libres para ignorar las encuestas, pero lo bastante inteligentes para tenerlas en cuenta".

El debate de un día de duración sugiere claramente que la comisión no va a perder mucho el tiempo buscando la "panacea" que no se le ha ocurrido a nadie antes, sino que va a empezar a buscar de una vez los compromisos entre subidas de los impuestos y recortes del estado del bienestar que puedan obtener apoyos entre los 18 miembros, y luego en el Congreso.

El día apuntó dos grandes obstáculos a esa búsqueda. En primer lugar, los Republicanos del Congreso brillaron por su ausencia. Los oradores Republicanos más destacados que forman actualmente parte de la administración fueron el Senador de New Hampshire Judd Gregg y el Representante de Wisconsin Paul Ryan, coordinadores de la formación en los comités presupuestarios del Senado y la Cámara y miembros ambos de la comisión Bowles-Simpson.

No se podía pasar por alto el hecho de que fueron los más francos a la hora de cuestionar que subidas de impuestos y recortes del gasto público fueran a formar parte de la solución. Y el reglamento de la comisión exige que al menos cuatro de los ocho Republicanos entre sus 18 miembros estén de acuerdo antes de remitir las recomendaciones al Congreso. Eso será épico.

La otra cosa que quedó clara es que nadie ha desarrollado aún el tipo de lenguaje trascendental capaz de traducir al lenguaje cotidiano los asuntos eje del debate en el edificio Reagan. No hay ningún Ross Perot para ocupar ese papel como hizo el multimillonario de Texas con sus representaciones durante su excéntrica campaña presidencial de 1992.

La fuerza política civil que lógicamente debería empujar a Congreso y presidente a confrontar estos ruidosos déficit es el movimiento de protesta fiscal. Pero no habla el mismo idioma que la multimillonaria fundación de Peterson ni los pesos pesados intelectuales reunidos en el edificio Ronald Reagan. Sus comentarios de que "nuestra deuda nacional actual es de 12,9 billones de dólares, casi el 90 por ciento del PIB" no va a ser el grito de guerra que sacará a las calles a los fervientes admiradores de Sarah Palin.

La fundación de Peterson podría hacer al país un favor descubriendo al Republicano popular con credenciales que anime la ortodoxia de su partido y traslade al país este mensaje de disciplina fiscal.

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