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Frente al exagerado mimetismo, la franqueza de las miradas personales es una reivindicación decisiva

Mirar y ver

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Hablamos de nuestra inmersión en ambientes regidos por la información a través de la imagen. Pero me da la impresión de que reina una cierta CONFUSIÓN al respecto. Porque además de buena o mala información, son muchos los matices involucrados. La riqueza del mundo de las imágenes es infinita, y no estamos para valoraciones del infinito cuando no atendemos a la belleza de los manantiales cercanos, que los hay. Manantiales en un sentido amplio, cercanías de todas clases y errores susceptibles de ser transformados en creaciones fascinantes. Mirar en cualquier orientación, por dentro o por fuera, ya lo creo que miramos; los mecanismos para hacerlo se han perfeccionado. La vergüenza, por si aún quedaba algún escrúpulo, también se esfumó, con lo que desaparecieron los remilgos. En cambio, no vemos mucho. Solemos entretenernos en los COLORIDOS llamativos, pero eso de ver con atención no es nuestro fuerte. Miramos mucho y vemos poco. Estimulados por los ambientes ufanos, optamos por la distracción ante una prolífica oferta de imágenes; la atención queda relegada para otros momentos, con el consiguiente distanciamiento de cuanto acontece, sus matices y sus fundamentos. Ocurre con la mayoría de las actitudes humanas, Platón ya se ocupó de la valoración de las imágenes por los hombres; resaltó su carácter de simulacro, al representar las realidades sin ser ninguna de ellas. Más tarde, fueron gran número de pensadores quienes trataron del asunto insoslayable; porque cada realidad ha de mostrarse para ser captada. La apariencia es esa muestra, sometida a las apreciaciones de sus observadores sucesivos. Ahora bien, con la conclusión similar de todos los tratadistas, la PERPLEJIDAD, confesada o no, de divagar a través de mil consideraciones por las expresiones siempre incompletas, evasivas, de fondos interminables; mientras el duende de la imagen revolotea impertérrito por los andurriales de las mentes. Convendremos en la oportunidad de un elemento tan complejo, la imagen, para ser utilizado a través de la aceleración ambiental del momento presente. Sobre todo en ese juego entre lo visible y los contenidos latentes, implícitos en cada ejemplar; y estos son incesantes. Al que añadiremos enseguida la porfía entre las intenciones de quienes las muestran y el de las atenciones prestadas por los observadores. JUEGO al fin y al cabo, por más que sea corrupto, malicioso, provocado, espontáneo, frívolo o concienzudo; al hilo de las modalidades practicadas. En él, los más pasivos sufrirán los embates de las conductas incisivas y tenaces. La complejidad diluye las responsabilidades en una marcha poco controlada de consecuencias imprevistas. Contemplando cualquiera de los sectores de la sociedad, la elaboración de las imágenes y formas de presentación están concentradas en pocas manos. Aunque intervengan muchos, su proporción es ínfima en relación a la inmensa cohorte de posibles observadores. El DESEQUILIBRIO es notable. La misma naturaleza de los preparativos, de la manera de coordinar el proceso, lo justifican. Los impulsos iniciales parten del lado implicado en la elaboración en busca de determinados objetivos. Desde la parte receptora se viven las circunstancias de otra manera; en principio son productos ajenos, la implicación es menor o no existe. La posible sintonía comienza muy disparatada, abierta a un sin fin de posibilidades desequilibrantes. Se muestran las apariencias. Con la mirada percibimos esa realidad configurada. Dependerá de que la veamos como un hecho aislado, como reflejo de las fases previas empleadas en su elaboración o nos sirvan de inicio para interpretaciones posteriores. En este juego de estímulos, la ESTIMACIÓN de cada interviniente queda en entredicho, con dos versiones irreconciliables, la del propio interesado y la idea sacada por los demás. Es un cuestionamiento fructífero o deprimente según como se plantee. Quienes sacaron a relucir las imágenes, utilizaron un potente efecto LANZADERA, sacando a la palestra algo previamente oculto o inexistente. Las imágenes puestas en circulación son variadas, candidatos, actitudes sexuales, selección de obras artísticas, determinadas corrupciones; dejando de lado otras realidades. Pero los mismos promotores saben de sobra la tendencia de los receptores a no detenerse en reflexiones; inician a sabiendas una meticulosa manipulación sin vuelta atrás. Las comprobaciones delatoras a posteriori desaparecen en la vorágine. En tan confusas experiencias, entretenidos, dado el tiempo ocupado en ellas, divertidas o lamentables; afectan a espacios relevantes de la experiencia existencial de cada sujeto. Por lo tanto y por pura lógica, añadirán confusión a las vivencias mencionadas. La proliferación de redes comunicativas de acceso facilón, sirve de vehículo para uno de los ejemplos significativos de lo dicho. Aquello expresado en los medios como INTIMIDAD. De tan publicada, resulta patente su pérdida de sentido; eso ya no es nada íntimo. Si acaso, encubre todavía más el sentimiento subyacente de sus protagonistas. En el jolgorio generado quedan arrumbadas la posibles valoraciones de sus circuitos interiores por parte de quienes atiendan a esas publicaciones. También viene desde Platón, que le vamos a hacer, es antiguo el concepto; aunque resulta moderno, practicado en foros de índole muy variada. Me refiero al carácter MIMÉTICO del funcionamiento de grandes mayorías con respecto al tratamiento de las imágenes. Les basta la repetición de las mismas, importando poco las reflexiones de cómo llegaron a producirse y muy poco los acontecimientos basados en esas figuras desnudas de argumentaciones. Tanta imitación es reduccionista, llega a restringir la mera posibilidad de asimilación de cara a las ideas discordantes. Es una actitud satisfecha en su talante intransigente, a un paso de comportamientos totalitarios, aunque vengan a darse en democracias, desmejoradas de esa manera. La ausencia de razonamientos inteligentes para la definición concreta de cada figura, las convierte en FANTASMALES; con el agravante de que su situación etérea tampoco acepta las críticas. Qué criticaríamos si no disponemos de la trama para las valoraciones oportunas. Dará igual un acoso callejero multitudinario o no, la falta de control de la corrupción, la violencia doméstica o la disgregación de los conceptos educativos; mientras se mantenga la conducta del momento, con declaraciones, omisiones y la falta del respeto mutuo, como imágenes reiteradas del grupo social. La frustración parece un acompañamiento asegurado, pero no modifica los términos. Veremos muchas cosas desagradables de nuevo cuño con estas carencias. Mirar lo que hay y ver lo que hacer es una de esas cosas de apariencia sencilla, pero provocadora de disyuntivas plenas de incertidumbre. Qué hacemos con las percepciones si sólo eran apariencias, en su mayor parte diseñadas por sujetos problemáticos. No es ningún insulto, todos somos problemáticos por los adentros. Pero al menos sería deseable la FRANQUEZA de no sobrepasar las limitaciones y la llaneza cooperante para los rasgos comunitarios. Es decir, soslayar las posiciones de aquellos presuntuosos sin escrúpulos. Será una tarea sin soluciones contundentes, decisiva para una vida aceptable. Conviene hacer acto de presencia, con dignidad.

Mirar y ver

Frente al exagerado mimetismo, la franqueza de las miradas personales es una reivindicación decisiva
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 16 de diciembre de 2016, 01:21 h (CET)
Hablamos de nuestra inmersión en ambientes regidos por la información a través de la imagen. Pero me da la impresión de que reina una cierta CONFUSIÓN al respecto. Porque además de buena o mala información, son muchos los matices involucrados. La riqueza del mundo de las imágenes es infinita, y no estamos para valoraciones del infinito cuando no atendemos a la belleza de los manantiales cercanos, que los hay. Manantiales en un sentido amplio, cercanías de todas clases y errores susceptibles de ser transformados en creaciones fascinantes. Mirar en cualquier orientación, por dentro o por fuera, ya lo creo que miramos; los mecanismos para hacerlo se han perfeccionado. La vergüenza, por si aún quedaba algún escrúpulo, también se esfumó, con lo que desaparecieron los remilgos. En cambio, no vemos mucho. Solemos entretenernos en los COLORIDOS llamativos, pero eso de ver con atención no es nuestro fuerte. Miramos mucho y vemos poco. Estimulados por los ambientes ufanos, optamos por la distracción ante una prolífica oferta de imágenes; la atención queda relegada para otros momentos, con el consiguiente distanciamiento de cuanto acontece, sus matices y sus fundamentos. Ocurre con la mayoría de las actitudes humanas, Platón ya se ocupó de la valoración de las imágenes por los hombres; resaltó su carácter de simulacro, al representar las realidades sin ser ninguna de ellas. Más tarde, fueron gran número de pensadores quienes trataron del asunto insoslayable; porque cada realidad ha de mostrarse para ser captada. La apariencia es esa muestra, sometida a las apreciaciones de sus observadores sucesivos. Ahora bien, con la conclusión similar de todos los tratadistas, la PERPLEJIDAD, confesada o no, de divagar a través de mil consideraciones por las expresiones siempre incompletas, evasivas, de fondos interminables; mientras el duende de la imagen revolotea impertérrito por los andurriales de las mentes. Convendremos en la oportunidad de un elemento tan complejo, la imagen, para ser utilizado a través de la aceleración ambiental del momento presente. Sobre todo en ese juego entre lo visible y los contenidos latentes, implícitos en cada ejemplar; y estos son incesantes. Al que añadiremos enseguida la porfía entre las intenciones de quienes las muestran y el de las atenciones prestadas por los observadores. JUEGO al fin y al cabo, por más que sea corrupto, malicioso, provocado, espontáneo, frívolo o concienzudo; al hilo de las modalidades practicadas. En él, los más pasivos sufrirán los embates de las conductas incisivas y tenaces. La complejidad diluye las responsabilidades en una marcha poco controlada de consecuencias imprevistas. Contemplando cualquiera de los sectores de la sociedad, la elaboración de las imágenes y formas de presentación están concentradas en pocas manos. Aunque intervengan muchos, su proporción es ínfima en relación a la inmensa cohorte de posibles observadores. El DESEQUILIBRIO es notable. La misma naturaleza de los preparativos, de la manera de coordinar el proceso, lo justifican. Los impulsos iniciales parten del lado implicado en la elaboración en busca de determinados objetivos. Desde la parte receptora se viven las circunstancias de otra manera; en principio son productos ajenos, la implicación es menor o no existe. La posible sintonía comienza muy disparatada, abierta a un sin fin de posibilidades desequilibrantes. Se muestran las apariencias. Con la mirada percibimos esa realidad configurada. Dependerá de que la veamos como un hecho aislado, como reflejo de las fases previas empleadas en su elaboración o nos sirvan de inicio para interpretaciones posteriores. En este juego de estímulos, la ESTIMACIÓN de cada interviniente queda en entredicho, con dos versiones irreconciliables, la del propio interesado y la idea sacada por los demás. Es un cuestionamiento fructífero o deprimente según como se plantee. Quienes sacaron a relucir las imágenes, utilizaron un potente efecto LANZADERA, sacando a la palestra algo previamente oculto o inexistente. Las imágenes puestas en circulación son variadas, candidatos, actitudes sexuales, selección de obras artísticas, determinadas corrupciones; dejando de lado otras realidades. Pero los mismos promotores saben de sobra la tendencia de los receptores a no detenerse en reflexiones; inician a sabiendas una meticulosa manipulación sin vuelta atrás. Las comprobaciones delatoras a posteriori desaparecen en la vorágine. En tan confusas experiencias, entretenidos, dado el tiempo ocupado en ellas, divertidas o lamentables; afectan a espacios relevantes de la experiencia existencial de cada sujeto. Por lo tanto y por pura lógica, añadirán confusión a las vivencias mencionadas. La proliferación de redes comunicativas de acceso facilón, sirve de vehículo para uno de los ejemplos significativos de lo dicho. Aquello expresado en los medios como INTIMIDAD. De tan publicada, resulta patente su pérdida de sentido; eso ya no es nada íntimo. Si acaso, encubre todavía más el sentimiento subyacente de sus protagonistas. En el jolgorio generado quedan arrumbadas la posibles valoraciones de sus circuitos interiores por parte de quienes atiendan a esas publicaciones. También viene desde Platón, que le vamos a hacer, es antiguo el concepto; aunque resulta moderno, practicado en foros de índole muy variada. Me refiero al carácter MIMÉTICO del funcionamiento de grandes mayorías con respecto al tratamiento de las imágenes. Les basta la repetición de las mismas, importando poco las reflexiones de cómo llegaron a producirse y muy poco los acontecimientos basados en esas figuras desnudas de argumentaciones. Tanta imitación es reduccionista, llega a restringir la mera posibilidad de asimilación de cara a las ideas discordantes. Es una actitud satisfecha en su talante intransigente, a un paso de comportamientos totalitarios, aunque vengan a darse en democracias, desmejoradas de esa manera. La ausencia de razonamientos inteligentes para la definición concreta de cada figura, las convierte en FANTASMALES; con el agravante de que su situación etérea tampoco acepta las críticas. Qué criticaríamos si no disponemos de la trama para las valoraciones oportunas. Dará igual un acoso callejero multitudinario o no, la falta de control de la corrupción, la violencia doméstica o la disgregación de los conceptos educativos; mientras se mantenga la conducta del momento, con declaraciones, omisiones y la falta del respeto mutuo, como imágenes reiteradas del grupo social. La frustración parece un acompañamiento asegurado, pero no modifica los términos. Veremos muchas cosas desagradables de nuevo cuño con estas carencias. Mirar lo que hay y ver lo que hacer es una de esas cosas de apariencia sencilla, pero provocadora de disyuntivas plenas de incertidumbre. Qué hacemos con las percepciones si sólo eran apariencias, en su mayor parte diseñadas por sujetos problemáticos. No es ningún insulto, todos somos problemáticos por los adentros. Pero al menos sería deseable la FRANQUEZA de no sobrepasar las limitaciones y la llaneza cooperante para los rasgos comunitarios. Es decir, soslayar las posiciones de aquellos presuntuosos sin escrúpulos. Será una tarea sin soluciones contundentes, decisiva para una vida aceptable. Conviene hacer acto de presencia, con dignidad.

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