Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Religión | Opus Dei
Me parece a mí que en el Opus Dei y en muchísimos obispos del mundo está adquiriendo peso la fuerza del evento sobre la fuerza de la fe

Silenciosa y operativa misión

|

El pasado día 12 falleció en Roma Javier Echevarría, prelado del Opus Dei. En estos días posteriores se vienen multiplicando por todo el mundo solemnes funerales celebrados por montones de obispos en un sinfín de catedrales.

Evidentemente, dada la condición de obispo del fallecido, entra dentro de lo normal que sus compañeros en el colegio episcopal ofrezcan misas por su alma, lo mismo que los aproximadamente 80.000 miembros del Opus Dei y los cooperadores de esta institución.

Ahora bien, querría poner el acento en el aspecto de evento que se da a todos estos actos públicos y en la importancia que desde el Opus Dei se les da, así como en el hecho de que, debido a que en la Iglesia hay unos 5.000 obispos más o menos, llama la atención que haya tantos obispos que se presten a protagonizar misas-evento en tantos lugares, y no hagan lo mismo cuando fallece otro compañero suyo en el episcopado, lo cual pienso que puede suceder prácticamente todos los días, dado el número de obispos y su media de edad en todo el mundo.

Me parece a mí que en el Opus Dei y en muchísimos obispos del mundo está adquiriendo peso la fuerza del evento sobre la fuerza de la fe. Hace años, en una misa multitudinaria en Madrid a la que asistí, el día 30 de diciembre, ofrecida por las familias y convocada por el cardenal Rouco, tras ella, habló Kiko Argüello, que comenzó pidiendo, me imagino que a los neocatecumenales allí presentes, que ondearan sus banderas, tras lo cual hubo una explosión de banderas al viento que puso de manifiesto una especie de poderío que recordaba aquella expresión de Gil Robles en un momento electoral durante la segunda República española cuando se expresó con el eslogan "Estos son mis poderes".

Puede ser que los poderes políticos de un líder temporal sean las banderas al viento o las grandes aglomeraciones de masas, pero en el ambiente cristiano, me parece que las cosas no van por ahí, pues los "poderes" de los cristianos son la fe, la caridad, la oración, y sobre todo la humildad colectiva.

En el libro "Camino", escrito hace bastantes años por san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, en el punto 970 se dice esto: "Es verdad que he llamado a tu apostolado discreto <>. Y no tengo nada que rectificar". Como es bien sabido, inicialmente san Josemaría escribió este libro para gente del Opus Dei con idea de ayudarles en su oración, pero más tarde decidió que fuera un libro destinado a todo el mundo, pues lo que en él se decía, podía aplicárselo cualquier cristiano. Por tanto, este punto de Camino puede suscribirlo en general cualquier cristiano, si bien de un modo particular, indica el modo específico de actuar propio de la gente del Opus Dei.

Como puede verse, este espíritu es bien distinto de la política eclesiástica empleada en el momento presente por el Opus Dei, aprovechando la muerte de su prelado para organizar grandes eventos de masas en los que manifestar un supuesto poderío y con los que estrechar lazos de amistad con las dignidades eclesiásticas y civiles que acudan a los mismos.

Con razón me decía hace poco un amigo mío sacerdote que en la Iglesia hay instituciones (se refería al Opus Dei y a los neocatecumenales) que necesitan una purificación importante, en referencia a una buena cura de humildad colectiva que les lleve a apoyarse más en Dios que en "sus poderes".

Probablemente nadie sepa que en el pasado mes de noviembre, en el perdido Líbano, falleció en silencio Peter Hans Kolvenvach. Probablemente nadie sepa quien era este señor. Pues bien, el padre Kolvenvach fue durante más de 20 años el superior general de la Compañía de Jesús, tras los cuales, renunció a su cargo y desapareció de escena, pasando a ser una persona anónima hasta hace unas semanas. Su muerte no ha tenido la más mínima repercusión mediática, sus funerales no se retransmitieron por Internet, la mayoría de los obispos del mundo quizá todavía no sepan que falleció, y si yo no lo hubiera mencionado ahora, la mayoría de los lectores probablemente no sabrían nada de él.

Sin embargo, lo esencial, lo decisivo, tanto en Javier Echevarría como en Peter Hans Kolvenvach, es el amor a Cristo con que hayan vivido el último momento de sus vidas y el sacrificio de la misa que se haya ofrecido por ellos. Tampoco es necesario que sean muchas misas, y mucho menos que haya habido mucha afluencia de público. El sacrificio de la misa es suficientemente valioso como para que una sola misa sea suficiente sufragio para que un alma que acaba de entrar en la eternidad, llegue a contemplar para siempre a Dios. De lo contrario confundiríamos la gracia de Dios con una especie de manifestación multitudinaria o entenderíamos que somos nosotros, y no Dios, quien mete a un tío en el Cielo por nuestros cojones.

Hay que reconocer que hay muchos obispos a quienes les gustan las misas solemnes y los eventos más que a un tonto un lápiz. Respeto su opinión, pero me parece que el cristianismo es más bien una "silenciosa y operativa misión". Probablemente hubo buenos frutos espirituales en setiembre de 2014 cuando fue beatificado en Madrid Álvaro del Portillo, primer sucesor de san Josemaría en el Opus Dei, pero tal evento suscitó también (y yo pienso que con cierta razón) grandes críticas por parte de enemigos de la institución (y también de enemigos de la Iglesia) por hacer, de una beatificación, una manifestación de poderío temporal. Y aunque parezca mentira, hasta los enemigos de la Iglesia, lo que esperan de ella es la sencillez propia del Evangelio, en vez de los montajes temporales.

En la Iglesia, lo esencial es la persona, no el número ni las masas; lo esencial es la gracia de Dios, más que el voluntarismo humano, más que el poderío temporal, más que las ostentaciones, los eventos y las organizaciones colectivas.

En los mismos días o meses de la beatificación de Álvaro del Portillo, el Papa canonizó a Pedro Fabro, un beato jesuita que fue compañero de san Ignacio y que tenía su proceso de canonización arrumbado en alguna oficina del Vaticano desde hacía varios siglos. La canonización fue muy sencilla: El Papa cogió un bolígrafo (es un modo de hablar) y apuntó el nombre de Pedro Fabro en el Catálogo de los Santos. Luego celebró una misa en su capilla privada en la que pronunció una pequeña homilía, y se acabó. Ni eventos ni gaitas. Mi opinión es que por ahí van los tiros.

Se podrá argumentar que es mejor un montaje mediático porque así se conoce más al nuevo santo o beato y se acude más a su intercesión. Quien así piense, se olvida que los santos del Cielo no son tontos y que interceden por nosotros con independencia de que les demos el coñazo desde este valle de lágrimas, pues al estar en la presencia de Dios, conocen mucho mejor lo que nos viene bien. Además, en la religión católica, lo importante no es tratar a los santos, sino tratar a Dios. No pasa nada por tener trato con los santos, pero vamos a ver si no nos despistamos y por tratar a los santos nos olvidamos de que hemos de tratar a Dios e imitar a Cristo, más que a los santos.

Hace tiempo, en este medio tuvieron la gentileza de publicar un artículo mío titulado "Rentabilidad apostólica" ( http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/480151/rentabilidad-apostolica ) en el que puse de manifiesto el peligro de caer en el evento y en los montajes empresariales en sustitución del apostolado cristiano genuino, que es el que convirtió a la fe el imperio romano en el tiempo record de tres siglos, sin medios económicos, actuando como "silenciosa y operativa misión".

Parece que el Opus Dei y los neocatecumenales necesitan una cierta purificación. Los Legionarios de Cristo la han recibido a lo bestia hace pocos años. Los jesuitas también, aunque de otra manera. En la Iglesia no se puede funcionar sin humildad.

Silenciosa y operativa misión

Me parece a mí que en el Opus Dei y en muchísimos obispos del mundo está adquiriendo peso la fuerza del evento sobre la fuerza de la fe
Antonio Moya Somolinos
viernes, 16 de diciembre de 2016, 01:19 h (CET)
El pasado día 12 falleció en Roma Javier Echevarría, prelado del Opus Dei. En estos días posteriores se vienen multiplicando por todo el mundo solemnes funerales celebrados por montones de obispos en un sinfín de catedrales.

Evidentemente, dada la condición de obispo del fallecido, entra dentro de lo normal que sus compañeros en el colegio episcopal ofrezcan misas por su alma, lo mismo que los aproximadamente 80.000 miembros del Opus Dei y los cooperadores de esta institución.

Ahora bien, querría poner el acento en el aspecto de evento que se da a todos estos actos públicos y en la importancia que desde el Opus Dei se les da, así como en el hecho de que, debido a que en la Iglesia hay unos 5.000 obispos más o menos, llama la atención que haya tantos obispos que se presten a protagonizar misas-evento en tantos lugares, y no hagan lo mismo cuando fallece otro compañero suyo en el episcopado, lo cual pienso que puede suceder prácticamente todos los días, dado el número de obispos y su media de edad en todo el mundo.

Me parece a mí que en el Opus Dei y en muchísimos obispos del mundo está adquiriendo peso la fuerza del evento sobre la fuerza de la fe. Hace años, en una misa multitudinaria en Madrid a la que asistí, el día 30 de diciembre, ofrecida por las familias y convocada por el cardenal Rouco, tras ella, habló Kiko Argüello, que comenzó pidiendo, me imagino que a los neocatecumenales allí presentes, que ondearan sus banderas, tras lo cual hubo una explosión de banderas al viento que puso de manifiesto una especie de poderío que recordaba aquella expresión de Gil Robles en un momento electoral durante la segunda República española cuando se expresó con el eslogan "Estos son mis poderes".

Puede ser que los poderes políticos de un líder temporal sean las banderas al viento o las grandes aglomeraciones de masas, pero en el ambiente cristiano, me parece que las cosas no van por ahí, pues los "poderes" de los cristianos son la fe, la caridad, la oración, y sobre todo la humildad colectiva.

En el libro "Camino", escrito hace bastantes años por san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, en el punto 970 se dice esto: "Es verdad que he llamado a tu apostolado discreto <>. Y no tengo nada que rectificar". Como es bien sabido, inicialmente san Josemaría escribió este libro para gente del Opus Dei con idea de ayudarles en su oración, pero más tarde decidió que fuera un libro destinado a todo el mundo, pues lo que en él se decía, podía aplicárselo cualquier cristiano. Por tanto, este punto de Camino puede suscribirlo en general cualquier cristiano, si bien de un modo particular, indica el modo específico de actuar propio de la gente del Opus Dei.

Como puede verse, este espíritu es bien distinto de la política eclesiástica empleada en el momento presente por el Opus Dei, aprovechando la muerte de su prelado para organizar grandes eventos de masas en los que manifestar un supuesto poderío y con los que estrechar lazos de amistad con las dignidades eclesiásticas y civiles que acudan a los mismos.

Con razón me decía hace poco un amigo mío sacerdote que en la Iglesia hay instituciones (se refería al Opus Dei y a los neocatecumenales) que necesitan una purificación importante, en referencia a una buena cura de humildad colectiva que les lleve a apoyarse más en Dios que en "sus poderes".

Probablemente nadie sepa que en el pasado mes de noviembre, en el perdido Líbano, falleció en silencio Peter Hans Kolvenvach. Probablemente nadie sepa quien era este señor. Pues bien, el padre Kolvenvach fue durante más de 20 años el superior general de la Compañía de Jesús, tras los cuales, renunció a su cargo y desapareció de escena, pasando a ser una persona anónima hasta hace unas semanas. Su muerte no ha tenido la más mínima repercusión mediática, sus funerales no se retransmitieron por Internet, la mayoría de los obispos del mundo quizá todavía no sepan que falleció, y si yo no lo hubiera mencionado ahora, la mayoría de los lectores probablemente no sabrían nada de él.

Sin embargo, lo esencial, lo decisivo, tanto en Javier Echevarría como en Peter Hans Kolvenvach, es el amor a Cristo con que hayan vivido el último momento de sus vidas y el sacrificio de la misa que se haya ofrecido por ellos. Tampoco es necesario que sean muchas misas, y mucho menos que haya habido mucha afluencia de público. El sacrificio de la misa es suficientemente valioso como para que una sola misa sea suficiente sufragio para que un alma que acaba de entrar en la eternidad, llegue a contemplar para siempre a Dios. De lo contrario confundiríamos la gracia de Dios con una especie de manifestación multitudinaria o entenderíamos que somos nosotros, y no Dios, quien mete a un tío en el Cielo por nuestros cojones.

Hay que reconocer que hay muchos obispos a quienes les gustan las misas solemnes y los eventos más que a un tonto un lápiz. Respeto su opinión, pero me parece que el cristianismo es más bien una "silenciosa y operativa misión". Probablemente hubo buenos frutos espirituales en setiembre de 2014 cuando fue beatificado en Madrid Álvaro del Portillo, primer sucesor de san Josemaría en el Opus Dei, pero tal evento suscitó también (y yo pienso que con cierta razón) grandes críticas por parte de enemigos de la institución (y también de enemigos de la Iglesia) por hacer, de una beatificación, una manifestación de poderío temporal. Y aunque parezca mentira, hasta los enemigos de la Iglesia, lo que esperan de ella es la sencillez propia del Evangelio, en vez de los montajes temporales.

En la Iglesia, lo esencial es la persona, no el número ni las masas; lo esencial es la gracia de Dios, más que el voluntarismo humano, más que el poderío temporal, más que las ostentaciones, los eventos y las organizaciones colectivas.

En los mismos días o meses de la beatificación de Álvaro del Portillo, el Papa canonizó a Pedro Fabro, un beato jesuita que fue compañero de san Ignacio y que tenía su proceso de canonización arrumbado en alguna oficina del Vaticano desde hacía varios siglos. La canonización fue muy sencilla: El Papa cogió un bolígrafo (es un modo de hablar) y apuntó el nombre de Pedro Fabro en el Catálogo de los Santos. Luego celebró una misa en su capilla privada en la que pronunció una pequeña homilía, y se acabó. Ni eventos ni gaitas. Mi opinión es que por ahí van los tiros.

Se podrá argumentar que es mejor un montaje mediático porque así se conoce más al nuevo santo o beato y se acude más a su intercesión. Quien así piense, se olvida que los santos del Cielo no son tontos y que interceden por nosotros con independencia de que les demos el coñazo desde este valle de lágrimas, pues al estar en la presencia de Dios, conocen mucho mejor lo que nos viene bien. Además, en la religión católica, lo importante no es tratar a los santos, sino tratar a Dios. No pasa nada por tener trato con los santos, pero vamos a ver si no nos despistamos y por tratar a los santos nos olvidamos de que hemos de tratar a Dios e imitar a Cristo, más que a los santos.

Hace tiempo, en este medio tuvieron la gentileza de publicar un artículo mío titulado "Rentabilidad apostólica" ( http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/480151/rentabilidad-apostolica ) en el que puse de manifiesto el peligro de caer en el evento y en los montajes empresariales en sustitución del apostolado cristiano genuino, que es el que convirtió a la fe el imperio romano en el tiempo record de tres siglos, sin medios económicos, actuando como "silenciosa y operativa misión".

Parece que el Opus Dei y los neocatecumenales necesitan una cierta purificación. Los Legionarios de Cristo la han recibido a lo bestia hace pocos años. Los jesuitas también, aunque de otra manera. En la Iglesia no se puede funcionar sin humildad.

Noticias relacionadas

La libertad de expresión es un derecho fundamental que abarca las libertades de opinión, información y prensa, es esencial para ejercer otros derechos humanos y participar activamente en una sociedad libre y democrática, pero lo mismo en España que toda Europa, este derecho se enfrenta a desafíos y tensiones debido a la censura y a las restricciones.

Tras conocer por la prensa que un juzgado ha abierto diligencias de investigación por una denuncia contra su esposa, el presidente del Gobierno ha publicado una carta abierta dirigida a la ciudadanía en el antiguo Twitter, en la que afirma que: "Vive con impotencia el fango que se esparce sobre su mujer", y se pregunta si debe continuar o renunciar, motivo por el cual cancela su agenda, y se da de plazo hasta el próximo lunes, para meditar su futuro.

Pedro Sánchez habría dado por amortizada la actual legislatura y, con un golpe de efecto, anunciará presumiblemente el 29 de abril el adelanto de las Elecciones Generales para el próximo otoño, con la esperanza de renacer cual Ave Fénix y obtener unos resultados que le permitan conformar un Gobierno en solitario tras fagocitar los restos del naufragio de la efímera candidatura unitaria de izquierdas Sumar y con apoyos externos de los grupos nacionalistas periféricos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto