Ayer leí el reportaje que escribió mi compañero Fran Reyes para este diario, en el que hablaba del feo, desgradable, antiestético, vergonzoso, repugnante, grosero, sucio, indecente… gesto con el que a Mark Cavendish, ese chico admirable hasta hace poco, se le ocurrió celebrar su triunfo en la segunda etapa del Tour de Romandía, el que se está disputando esta semana y en el que va segundo nuestro Valverde.
En ese reportaje del que les hablo está bien resumida lo que ha sido su vida durante sus años de esplendor y en su actual temporada, una decepcionante en la que ha copado más titulares por su mala educación y su prepotencia que por sus actuaciones sobre el asfalto.
“Yo quería hacer una reivindicación a mis críticos, pero me doy cuenta de que haciendo un gesto grosero en la línea de meta no es la mejor manera de hacerlo”. Pues no Mark, no, no es la mejor forma de responder a los que te critican. Quizá hay otras más suaves de hacerlo. Quizá no estaría mal que lo hicieses ganando, algo que no se te da nada mal y que ha sido el camino que te ha conducido al éxito, ese del que te has emborrachado y ese que que te ha hecho creer que te convertía en el rey del mundo, o, al menos, en el jefe de tu deporte.
Y si no es así, demuéstralo y deja de perder fuerza en contestar con cortes de manga a los que no te ríen las gracias y en animar la guerra que tú mismo has creado con Greipel.