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Almudena Negro

Progresía y coherencia: de pañuelos y pollos

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Pozuelo de Alarcón, Madrid. Una adolescente, hija de un importante líder religioso musulmán, decide, acabado ya casi el curso escolar, que se va a poner el hijab. El reglamento del centro establece para todos los alumnos la prohibición de portar cualquier objeto que cubra la cabeza (gorras, viseras, pañuelos…). La Comunidad de Madrid ofrece a la chica cambiar de centro a uno de distinta normativa, lo que es rechazado por su padre. Huele la cosa a montaje chusco, a algarada tan organizada como el reciente asalto a la catedral de Córdoba. Aguirre respalda la autonomía del centro para dictar sus normas. Normas que los papás de Nawja habían aceptado hasta hace unos días. La Conferencia Episcopal, preocupada por la libertad religiosa, sostiene, por su parte, que el hijab debe ser permitido.

Hasta aquí nada sorprendente para el español medio, quien de las ministras de cuota, del aborto y del Vogue de ZP espera, mejor que lo haga sentado, salgan defendiendo los derechos de las mujeres. Pero hete aquí que insignes feministas, de esas que quieren prohibir a las buenas Blancanieves o Cenicienta o deconstruir el lenguaje; que defienden una ley sexista que establece delitos de autor y pretenden imponer los juegos que deben practicar niños y niñas en el patio o su ideología de género en las aulas así como el aborto como un derecho y que están todo el día acusando a todo el que no comparte su visión del mundo de violento machista, salen, para sorpresa de tanto buenista, defendiendo al papá de Nawja con el argumento de que el hijab es una tradición. También son tradición en según qué sitios el canibalismo, la ablación del clítoris, los matrimonios organizados de viejos verdes con niñas de menos de 10 años y no parece que vayan a defender que se permita en España… de momento.

La repanocha, piensan muchos: las mismas feministas que quieren destruir todo rastro de tradición cultural judeocristiana escudándose en la “tradición musulmana” para justificar el pañuelo, que , según denuncian otros musulmanes, no es símbolo religioso sino de sometimiento del hombre a la mujer; las mismas feministas que, como la muy socialista alcaldesa de Cunit, cuando conocen que una mujer musulmana está siendo acosada por un imán por el mero hecho de negarse a cubrir su cabeza o incluso su cuerpo entero, es decir, por querer ser persona libre… le piden a la mujer acosada que no monte líos.

¿Será que cuando interesa no hay defensa de la igualdad de sexos que valga y que la alianza de civilización y barbarie, la destrucción de occidente es el fin último, tiene prioridad? ¿Será que lo que mueve al socialismo, como bien definía Ludwig von Mises, es el resentimiento y el complejo de Fourier? ¿No será que el feminismo es una excusa para imponer el socialismo de toda la vida?

Bolivia. Evo Morales, el cocalerito socialista, progresista, amigo de Moratinos, se cuelga una ristra de ajos al cuello y afirma más chulo que un ocho, dicen en Facebook con mucho choteo que aspirando a un premio Nobel de Medicina, que “el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos tienen desviaciones en su ser como hombres”. ¡Para pollo el tal Morales! La alopecia, según el progresista bolivariano e indigenista de la tupida cabellera, también es causada por la ingesta de aves de corral. ¡Toma tratado de medicina socialista! Si alguno del PP hubiera dicho semejante estupidez, paletada y barbaridad habría que oír a algunos de los ahora silentes.

Las dirigentes del feminismo radical socialista no salen en defensa de la mujer. Callan y miran hacia otro lado. Zerolo guarda silencio cuando el camarada Morales se descoca. Desde la FELGT se llega a afirmar que las declaraciones han sido sacadas de contexto como si tuvieran sentido en contexto alguno.

Algunos de la izquierda se sorprenden porque la frasecita ha sido pronunciada por un pollo socialista. Como si los hermanos Castro no persiguieran a los homosexuales. Como si Allende no hubiera sido homófobo. Como si el Che tampoco lo hubiera sido. Como si en manos del colectivista Ahmadineyah los homosexuales iraníes corrieran mejor suerte. Sólo COLEGAS tiene la decencia de defender al colectivo al que representa sin importar el país en que el homosexual sea asesinado o golpeado por el mero hecho de serlo. Está claro: la defensa del homosexual cuando es insultado por mentes preclaras del indigenismo a lo Avatar no es cosa de la progresía.

¿Qué ponen de manifiesto estos dos ejemplos? Lo ya sabido: que el feminismo radical socialista que sustituye la lucha de clases por la lucha de sexos no se pretende en absoluto la igualdad ante la ley de hombre y mujer. Sencillamente, como el islamismo radical, como todo colectivismo, en donde el ser humano, el individuo, no cuenta absolutamente nada, lo que pretende, como viene sucediendo desde hace décadas, es la destrucción del sistema moral que sustenta a Occidente y que pese a la espiral de autodestrucción en que se encuentra inmerso aún sobrevive, aunque cada vez menos. O sea, el capitalismo. El liberalismo. La libertad. De origen, lo siento, judeocristiano.

Por lo tanto, la postura de De la Vega, Aído o Zerolo, ambos tres miembros (y miembras) de la izquierda radical, es perfectamente coherente. La libertad de las niñas sometidas en nombre del Islam o de los homosexuales en Irán les importa más o menos lo mismo que la vida de presos políticos cubanos. La única desigualdad que denuncian estos progres es la que se da en países libres. Será porque las dictaduras es lo que les mola. Será porque ese y no otro es siempre el objetivo de los estatistas, de los colectivistas.

Progresía y coherencia: de pañuelos y pollos

Almudena Negro
Almudena Negro
lunes, 26 de abril de 2010, 05:22 h (CET)
Pozuelo de Alarcón, Madrid. Una adolescente, hija de un importante líder religioso musulmán, decide, acabado ya casi el curso escolar, que se va a poner el hijab. El reglamento del centro establece para todos los alumnos la prohibición de portar cualquier objeto que cubra la cabeza (gorras, viseras, pañuelos…). La Comunidad de Madrid ofrece a la chica cambiar de centro a uno de distinta normativa, lo que es rechazado por su padre. Huele la cosa a montaje chusco, a algarada tan organizada como el reciente asalto a la catedral de Córdoba. Aguirre respalda la autonomía del centro para dictar sus normas. Normas que los papás de Nawja habían aceptado hasta hace unos días. La Conferencia Episcopal, preocupada por la libertad religiosa, sostiene, por su parte, que el hijab debe ser permitido.

Hasta aquí nada sorprendente para el español medio, quien de las ministras de cuota, del aborto y del Vogue de ZP espera, mejor que lo haga sentado, salgan defendiendo los derechos de las mujeres. Pero hete aquí que insignes feministas, de esas que quieren prohibir a las buenas Blancanieves o Cenicienta o deconstruir el lenguaje; que defienden una ley sexista que establece delitos de autor y pretenden imponer los juegos que deben practicar niños y niñas en el patio o su ideología de género en las aulas así como el aborto como un derecho y que están todo el día acusando a todo el que no comparte su visión del mundo de violento machista, salen, para sorpresa de tanto buenista, defendiendo al papá de Nawja con el argumento de que el hijab es una tradición. También son tradición en según qué sitios el canibalismo, la ablación del clítoris, los matrimonios organizados de viejos verdes con niñas de menos de 10 años y no parece que vayan a defender que se permita en España… de momento.

La repanocha, piensan muchos: las mismas feministas que quieren destruir todo rastro de tradición cultural judeocristiana escudándose en la “tradición musulmana” para justificar el pañuelo, que , según denuncian otros musulmanes, no es símbolo religioso sino de sometimiento del hombre a la mujer; las mismas feministas que, como la muy socialista alcaldesa de Cunit, cuando conocen que una mujer musulmana está siendo acosada por un imán por el mero hecho de negarse a cubrir su cabeza o incluso su cuerpo entero, es decir, por querer ser persona libre… le piden a la mujer acosada que no monte líos.

¿Será que cuando interesa no hay defensa de la igualdad de sexos que valga y que la alianza de civilización y barbarie, la destrucción de occidente es el fin último, tiene prioridad? ¿Será que lo que mueve al socialismo, como bien definía Ludwig von Mises, es el resentimiento y el complejo de Fourier? ¿No será que el feminismo es una excusa para imponer el socialismo de toda la vida?

Bolivia. Evo Morales, el cocalerito socialista, progresista, amigo de Moratinos, se cuelga una ristra de ajos al cuello y afirma más chulo que un ocho, dicen en Facebook con mucho choteo que aspirando a un premio Nobel de Medicina, que “el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos tienen desviaciones en su ser como hombres”. ¡Para pollo el tal Morales! La alopecia, según el progresista bolivariano e indigenista de la tupida cabellera, también es causada por la ingesta de aves de corral. ¡Toma tratado de medicina socialista! Si alguno del PP hubiera dicho semejante estupidez, paletada y barbaridad habría que oír a algunos de los ahora silentes.

Las dirigentes del feminismo radical socialista no salen en defensa de la mujer. Callan y miran hacia otro lado. Zerolo guarda silencio cuando el camarada Morales se descoca. Desde la FELGT se llega a afirmar que las declaraciones han sido sacadas de contexto como si tuvieran sentido en contexto alguno.

Algunos de la izquierda se sorprenden porque la frasecita ha sido pronunciada por un pollo socialista. Como si los hermanos Castro no persiguieran a los homosexuales. Como si Allende no hubiera sido homófobo. Como si el Che tampoco lo hubiera sido. Como si en manos del colectivista Ahmadineyah los homosexuales iraníes corrieran mejor suerte. Sólo COLEGAS tiene la decencia de defender al colectivo al que representa sin importar el país en que el homosexual sea asesinado o golpeado por el mero hecho de serlo. Está claro: la defensa del homosexual cuando es insultado por mentes preclaras del indigenismo a lo Avatar no es cosa de la progresía.

¿Qué ponen de manifiesto estos dos ejemplos? Lo ya sabido: que el feminismo radical socialista que sustituye la lucha de clases por la lucha de sexos no se pretende en absoluto la igualdad ante la ley de hombre y mujer. Sencillamente, como el islamismo radical, como todo colectivismo, en donde el ser humano, el individuo, no cuenta absolutamente nada, lo que pretende, como viene sucediendo desde hace décadas, es la destrucción del sistema moral que sustenta a Occidente y que pese a la espiral de autodestrucción en que se encuentra inmerso aún sobrevive, aunque cada vez menos. O sea, el capitalismo. El liberalismo. La libertad. De origen, lo siento, judeocristiano.

Por lo tanto, la postura de De la Vega, Aído o Zerolo, ambos tres miembros (y miembras) de la izquierda radical, es perfectamente coherente. La libertad de las niñas sometidas en nombre del Islam o de los homosexuales en Irán les importa más o menos lo mismo que la vida de presos políticos cubanos. La única desigualdad que denuncian estos progres es la que se da en países libres. Será porque las dictaduras es lo que les mola. Será porque ese y no otro es siempre el objetivo de los estatistas, de los colectivistas.

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