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Eduardo Cassano

La crisis llega al cielo

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No, en esta columna no voy a hablar de los suicidas acechados por la crisis económica, ni tampoco por los casos de pederastia dentro de la Iglesia. En esta ocasión la crisis ha llegado a sus cotas más altas, las del propio cielo, debido al caos aéreo que ha originado la nube de cenizas del volcán Eyjafjalla.

Más de 100.000 vuelos cancelados, 1,2 millones de pasajeros afectados en todo el mundo y, lo más importante de todo este asunto al final, más de 1.000 millones en pérdidas para las aerolíneas, que han presionado todo lo que han podido para levantar las restricciones cuanto antes.

Como en toda época de crisis, siempre hay alguien que hace su agosto. En este caso, especialmente, los taxistas, que han cobrado hasta 2.000 euros por una carrera… y lo que es más preocupante para el pasajero, probablemente habrá tenido que aguantar su conversación durante largas horas de viaje. También las empresas de alquiler de vehículos, los autobuses y los barcos han sido los medios de transporte alternativos que han cubierto todas sus plazas en estos días.

La reflexión de toda esta situación no es sólo, por una vez, la falta de humanidad y la forma de aprovecharse de la situación aumentando considerablemente las tarifas habituales, sino la seguridad. Personalmente me preocupa más si los vuelos sin pasajeros que han hecho algunas aerolíneas, para recabar datos e información sobre cómo puede afectar la nube de cenizas al motor de los aviones, son verdaderamente seguros. Si realmente coger un vuelo es a día de hoy 100% seguro, o tendremos que esperar a que caiga un avión y lamentar entonces la pérdidas humana de personas que, por una mera cuestión empresarial de rentabilidad económica, se hubiera podido evitar.

La crisis llega al cielo

Eduardo Cassano
Eduardo Cassano
viernes, 23 de abril de 2010, 00:23 h (CET)
No, en esta columna no voy a hablar de los suicidas acechados por la crisis económica, ni tampoco por los casos de pederastia dentro de la Iglesia. En esta ocasión la crisis ha llegado a sus cotas más altas, las del propio cielo, debido al caos aéreo que ha originado la nube de cenizas del volcán Eyjafjalla.

Más de 100.000 vuelos cancelados, 1,2 millones de pasajeros afectados en todo el mundo y, lo más importante de todo este asunto al final, más de 1.000 millones en pérdidas para las aerolíneas, que han presionado todo lo que han podido para levantar las restricciones cuanto antes.

Como en toda época de crisis, siempre hay alguien que hace su agosto. En este caso, especialmente, los taxistas, que han cobrado hasta 2.000 euros por una carrera… y lo que es más preocupante para el pasajero, probablemente habrá tenido que aguantar su conversación durante largas horas de viaje. También las empresas de alquiler de vehículos, los autobuses y los barcos han sido los medios de transporte alternativos que han cubierto todas sus plazas en estos días.

La reflexión de toda esta situación no es sólo, por una vez, la falta de humanidad y la forma de aprovecharse de la situación aumentando considerablemente las tarifas habituales, sino la seguridad. Personalmente me preocupa más si los vuelos sin pasajeros que han hecho algunas aerolíneas, para recabar datos e información sobre cómo puede afectar la nube de cenizas al motor de los aviones, son verdaderamente seguros. Si realmente coger un vuelo es a día de hoy 100% seguro, o tendremos que esperar a que caiga un avión y lamentar entonces la pérdidas humana de personas que, por una mera cuestión empresarial de rentabilidad económica, se hubiera podido evitar.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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