Quién te ha visto y quien te ve Julián. Comenzaste siendo un niño alegre y explosivo y te has convertido en un torero serio y profundo de veras. La experiencia es un grado. Ya lo canta por sí sola tu muleta arrastrada mientras acaricia lentamente una y otra vez las piernas que te sostienen. Poderoso, sublime: al niño que se ha hecho hombre, Sevilla lo llama mío.
Y titánico, Manzanares, con la espalda truncada como dos columnas griegas para y por arte, levantándose por el horizonte maestrante. Ardor guerrero, empaque imperial frente al peligroso quinto, que sostuvo por el pitón izquierdo al mismísimo lucifer. ¿Fueron gigantes o molinos de viento los que al pobre escudero marcaron el rostro? ¿O quizás la cobardía de un toro de mirada aviesa y falto de fijeza en la muleta?
Luque, en tí si que no reconoce nadie a ese chavalín de Gerena que tentaba en Albaserrada levantando apenas un palmo del suelo. Pero como dijo James Bond: el mañana nunca muere.