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Ángel me llamó con su voz del más allá,
no sabía quien era... ahora lo sé
mi ángel guardián me quería contar
que había peligros de los que me tendría que salvar...
Gracias ángel protector, hoy sé que me cuidarás,
que mi victoria es segura pues siempre me avisarás
de los peligros que en ruta me quieren atormentar.
Gracias por estar ahí y por saberme cuidar.
Gracias ángel de aquel cielo al que se anhela llegar
con capa y con sombrero y una maleta repleta de recuerdos
de lo vivido desde pequeños.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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