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“Ama a tu vecino, pero no derribes vuestra verja” G. Herbert

Los inmigrantes nos invaden por el Sur

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Cuando una acción, no deseada, se repite más veces de lo que el buen sentido, la previsión, la razón y el sentido común indican es que, señores, algo no funciona bien, no se toman las medidas adecuadas para impedirlo o existen razones ocultas que facilitan que, el autor o los autores, de aquellos molestos o malhadados sucesos, siga insistiendo en repetirlos consciente de que, el resultado deseado que se intenta obtener de los mismos, está asegurado, al menos, en una parte sustancial.

Una vez más y no es la primera ni la décima vez que ello ocurre, una banda de inmigrantes ilegales, han conseguido traspasar la frontera de Ceuta, superando la barrera de la Guardia Civil, el invadiendo la ciudad en medio de gritos de victoria por la hazaña conseguida. En esta ocasión se dice que pueden llegar a ser 438; a finales del mes de octubre otra avalancha consiguió introducir a otros 250 y, a mediados de octubre pasado, otro centenar lo hizo en la ciudad de Melilla por el procedimiento de saltar la valla; en agosto, otros 40 intentaron la entrada y en junio otros 30 saltaron la misma valla. Hasta principios de agosto habían llegado a Ceuta más de un millar de inmigrantes El CETI de Ceuta ya dobla su capacidad de alojamiento, por encima de los mil cien retenidos, muy cerca del colapso total y con necesidad de establecer tiendas de campaña para poder alojar a los sobrantes. Tampoco parece que en Melilla la situación sea mucho mejor.

No sabemos lo que pensarán en Bruselas de estos continuos asaltos a nuestras fronteras de las ciudades africanas, ni si, cuando nos asignan un cupo de inmigrantes de los llamados refugiados de las guerras de Siria e Irak, demandantes de asilo, han tenido en cuenta que España lleva años haciéndose cargo de miles de inmigrantes, procedentes de países africanos, que vienen atraídos por el afán de saltar a Europa y, en la mayoría de casos, se quedan para vivir en nuestro país, con o sin papeles, porque es sabido que la distribución por toda España no está presidida por demasiados requisitos, ante la evidente necesidad de dar salida a la cantidad de internados en los CETIR de las dos villas africanas.

Lo que no se puede negar es la inquietud que produce, a muchos españoles, la facilidad con la que nos invaden multitud de inmigrantes de origen desconocido, en ocasiones sin documentación alguna, lo que produce graves problemas a las autoridades al resultarles difícil averiguar su país de origen y, por lo tanto, a qué nación devolverlos. Con la creciente amenaza que se está cerniendo sobre Europa, la certeza de que muchos de los atentados que han tenido lugar en naciones como Francia, Bélgica o Inglaterra, fueron perpetrados por infiltrados que llegaron camuflados entre las masas de inmigrantes que, en el pasado año entraron, poco menos que libremente, en Europa, para albergarse en naciones como Alemania, Francia, RU, Grecia etc. desde donde les fue fácil organizarse para cometer sus letales objetivos; nadie puede culpar a los españoles que, siendo la mayoría de los forasteros, que atraviesan las fronteras de Ceuta y Melilla, de origen africano y de religión musulmana, exista el temor de que puedan existir, entre ellos, representantes o enviados del DAESH, con el objetivo de consumar alguna de las amenazas que, desde sus bases en Siria e Irak, sus muslimes han anunciado que van a llevar a cabo, para recuperar la tierra que consideran que les pertenece, Al Ándalus o sea, toda España.

No acabamos de entender el que, siendo una costumbre habitual en todas estas bandas de inmigrantes (que intentan entrar en España por Ceuta y Melilla), asaltar en masa las respectivas vallas, de modo que los policías o guardias civiles que las vigilan se encuentran en inferioridad e incapaces de contener la avalancha; las autoridades y el propio Gobierno, no hayan tomado medidas para reforzar las dotaciones de fuerzas de seguridad acuarteladas en dichas localidades, no se establecieran medidas de contención más sólidas y efectivas y no se modificaran las leyes para agilizar los trámites de expulsión de España de aquellos indeseables que se han colado en nuestro país.

Si es cierto que, en la actualidad, las relaciones con la monarquía Alauita de Marruecos son tan excelentes, existe una mutua colaboración en la lucha contra el terrorismo yihadista y nuestros mandos policiales están a partir de un piñón con sus colegas marroquíes ¿ cómo es posible que permitan que, en las cercanías de Ceuta y Melilla, se permita que se establezcan verdaderas multitudes de migrantes, formando poblados de miles de personas, a la espera de que sus dirigentes, cuando consideran que ya tienen a suficientes personas para que los vigilantes de fronteras queden desbordados, les den la orden de emprender el asalto contra las vallas que, en estas ocasiones, por bien construidas que estén, son insuficientes para detener aquel aluvión que se acumula en ellas para sobrepasarlas.

En ocasiones, hemos llegado a pensar que, lo que está sucediendo con la inmigración del norte de África, es fruto de ciertos convenios secretos entre las autoridades magrebíes y españolas para que un determinado coeficiente de personal procedente de las naciones africanas pudiera entrar de matute en la península para, más tarde, darle salida a través de la frontera española con el resto de Europa. En todo caso, hace tiempo que, dada la especial idiosincrasia del pueblo musulmán, su religión tan distinta de la nuestra, su tendencia a agruparse y reunirse en mezquitas, desde dónde, los imanes les aleccionan respecto a la conducta que deben observar. A diferencia de lo que sucede con el resto de inmigrantes europeos o de los países hispano americanos o portugueses, que se integran con facilidad en nuestra cultura y asumen nuestras costumbres; el caso de los árabes es distinto puesto que su población se calcula que ya constituye un 3’9% del total del pueblo español, sobre 1.800.000, muy aferrados a sus costumbres, la mayoría islamistas y regidos por la sura o sea, el Al Coran; lo que nunca se sabe en lo que puede desembocar en el caso de que llegáramos a tener que enfrentarnos con los terroristas del EI.

Convendría que se nos explicase, por quienes tienen la misión de ocuparse de nuestra seguridad, si dentro de este cupo de inmigrantes que se nos ha asignado por la CE, también se incluyen los que entran por nuestra frontera Sur o si, éstos forman parte de un cupo adicional que, por proceder de nuestros países vecino en África, tenemos que aceptarlos como un plus aparte. En este caso, no cabe duda de que lo procedente sería que, la parte proporcional de los inmigrantes africanos, se los repartiesen también los países del resto de Europa o bien, se nos asignasen unas ayudas especiales para ayudarnos a hacernos cargo de estas personas que, en el caso de España, tienen la agravante de querer integrarse en un país donde estamos por encima del 20% de paro y en una situación económica y política no muy boyante. Tengamos en cuenta que mucha de esta gente pronto tiene ocasión de votar y lo que, para ellos, puede serles muy urgente no tiene por qué serlo para el genuino pueblo español.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, debemos reconocer que, a las preocupaciones que, en la actualidad, estamos obligados a afrontar; a los problemas de índole doméstica que nos acucian; a la invasión bolivariana con la que tenemos que enfrentarnos; se nos abre un nuevo frente de inquietud, que procede de nuestro flanco sur cuando, de nuevo, parece que la amenaza del acoso a nuestras fronteras vuelve a ser un tema al que el Gobierno se deberá enfrentar y, aun así, tenemos nuestras dudas de que, desde Europa, no nos salga alguno de sus comisarios/as que vuelva a intentar intervenir en un tema que, como es evidente, no les compete.

Los inmigrantes nos invaden por el Sur

“Ama a tu vecino, pero no derribes vuestra verja” G. Herbert
Miguel Massanet
sábado, 10 de diciembre de 2016, 12:25 h (CET)
Cuando una acción, no deseada, se repite más veces de lo que el buen sentido, la previsión, la razón y el sentido común indican es que, señores, algo no funciona bien, no se toman las medidas adecuadas para impedirlo o existen razones ocultas que facilitan que, el autor o los autores, de aquellos molestos o malhadados sucesos, siga insistiendo en repetirlos consciente de que, el resultado deseado que se intenta obtener de los mismos, está asegurado, al menos, en una parte sustancial.

Una vez más y no es la primera ni la décima vez que ello ocurre, una banda de inmigrantes ilegales, han conseguido traspasar la frontera de Ceuta, superando la barrera de la Guardia Civil, el invadiendo la ciudad en medio de gritos de victoria por la hazaña conseguida. En esta ocasión se dice que pueden llegar a ser 438; a finales del mes de octubre otra avalancha consiguió introducir a otros 250 y, a mediados de octubre pasado, otro centenar lo hizo en la ciudad de Melilla por el procedimiento de saltar la valla; en agosto, otros 40 intentaron la entrada y en junio otros 30 saltaron la misma valla. Hasta principios de agosto habían llegado a Ceuta más de un millar de inmigrantes El CETI de Ceuta ya dobla su capacidad de alojamiento, por encima de los mil cien retenidos, muy cerca del colapso total y con necesidad de establecer tiendas de campaña para poder alojar a los sobrantes. Tampoco parece que en Melilla la situación sea mucho mejor.

No sabemos lo que pensarán en Bruselas de estos continuos asaltos a nuestras fronteras de las ciudades africanas, ni si, cuando nos asignan un cupo de inmigrantes de los llamados refugiados de las guerras de Siria e Irak, demandantes de asilo, han tenido en cuenta que España lleva años haciéndose cargo de miles de inmigrantes, procedentes de países africanos, que vienen atraídos por el afán de saltar a Europa y, en la mayoría de casos, se quedan para vivir en nuestro país, con o sin papeles, porque es sabido que la distribución por toda España no está presidida por demasiados requisitos, ante la evidente necesidad de dar salida a la cantidad de internados en los CETIR de las dos villas africanas.

Lo que no se puede negar es la inquietud que produce, a muchos españoles, la facilidad con la que nos invaden multitud de inmigrantes de origen desconocido, en ocasiones sin documentación alguna, lo que produce graves problemas a las autoridades al resultarles difícil averiguar su país de origen y, por lo tanto, a qué nación devolverlos. Con la creciente amenaza que se está cerniendo sobre Europa, la certeza de que muchos de los atentados que han tenido lugar en naciones como Francia, Bélgica o Inglaterra, fueron perpetrados por infiltrados que llegaron camuflados entre las masas de inmigrantes que, en el pasado año entraron, poco menos que libremente, en Europa, para albergarse en naciones como Alemania, Francia, RU, Grecia etc. desde donde les fue fácil organizarse para cometer sus letales objetivos; nadie puede culpar a los españoles que, siendo la mayoría de los forasteros, que atraviesan las fronteras de Ceuta y Melilla, de origen africano y de religión musulmana, exista el temor de que puedan existir, entre ellos, representantes o enviados del DAESH, con el objetivo de consumar alguna de las amenazas que, desde sus bases en Siria e Irak, sus muslimes han anunciado que van a llevar a cabo, para recuperar la tierra que consideran que les pertenece, Al Ándalus o sea, toda España.

No acabamos de entender el que, siendo una costumbre habitual en todas estas bandas de inmigrantes (que intentan entrar en España por Ceuta y Melilla), asaltar en masa las respectivas vallas, de modo que los policías o guardias civiles que las vigilan se encuentran en inferioridad e incapaces de contener la avalancha; las autoridades y el propio Gobierno, no hayan tomado medidas para reforzar las dotaciones de fuerzas de seguridad acuarteladas en dichas localidades, no se establecieran medidas de contención más sólidas y efectivas y no se modificaran las leyes para agilizar los trámites de expulsión de España de aquellos indeseables que se han colado en nuestro país.

Si es cierto que, en la actualidad, las relaciones con la monarquía Alauita de Marruecos son tan excelentes, existe una mutua colaboración en la lucha contra el terrorismo yihadista y nuestros mandos policiales están a partir de un piñón con sus colegas marroquíes ¿ cómo es posible que permitan que, en las cercanías de Ceuta y Melilla, se permita que se establezcan verdaderas multitudes de migrantes, formando poblados de miles de personas, a la espera de que sus dirigentes, cuando consideran que ya tienen a suficientes personas para que los vigilantes de fronteras queden desbordados, les den la orden de emprender el asalto contra las vallas que, en estas ocasiones, por bien construidas que estén, son insuficientes para detener aquel aluvión que se acumula en ellas para sobrepasarlas.

En ocasiones, hemos llegado a pensar que, lo que está sucediendo con la inmigración del norte de África, es fruto de ciertos convenios secretos entre las autoridades magrebíes y españolas para que un determinado coeficiente de personal procedente de las naciones africanas pudiera entrar de matute en la península para, más tarde, darle salida a través de la frontera española con el resto de Europa. En todo caso, hace tiempo que, dada la especial idiosincrasia del pueblo musulmán, su religión tan distinta de la nuestra, su tendencia a agruparse y reunirse en mezquitas, desde dónde, los imanes les aleccionan respecto a la conducta que deben observar. A diferencia de lo que sucede con el resto de inmigrantes europeos o de los países hispano americanos o portugueses, que se integran con facilidad en nuestra cultura y asumen nuestras costumbres; el caso de los árabes es distinto puesto que su población se calcula que ya constituye un 3’9% del total del pueblo español, sobre 1.800.000, muy aferrados a sus costumbres, la mayoría islamistas y regidos por la sura o sea, el Al Coran; lo que nunca se sabe en lo que puede desembocar en el caso de que llegáramos a tener que enfrentarnos con los terroristas del EI.

Convendría que se nos explicase, por quienes tienen la misión de ocuparse de nuestra seguridad, si dentro de este cupo de inmigrantes que se nos ha asignado por la CE, también se incluyen los que entran por nuestra frontera Sur o si, éstos forman parte de un cupo adicional que, por proceder de nuestros países vecino en África, tenemos que aceptarlos como un plus aparte. En este caso, no cabe duda de que lo procedente sería que, la parte proporcional de los inmigrantes africanos, se los repartiesen también los países del resto de Europa o bien, se nos asignasen unas ayudas especiales para ayudarnos a hacernos cargo de estas personas que, en el caso de España, tienen la agravante de querer integrarse en un país donde estamos por encima del 20% de paro y en una situación económica y política no muy boyante. Tengamos en cuenta que mucha de esta gente pronto tiene ocasión de votar y lo que, para ellos, puede serles muy urgente no tiene por qué serlo para el genuino pueblo español.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, debemos reconocer que, a las preocupaciones que, en la actualidad, estamos obligados a afrontar; a los problemas de índole doméstica que nos acucian; a la invasión bolivariana con la que tenemos que enfrentarnos; se nos abre un nuevo frente de inquietud, que procede de nuestro flanco sur cuando, de nuevo, parece que la amenaza del acoso a nuestras fronteras vuelve a ser un tema al que el Gobierno se deberá enfrentar y, aun así, tenemos nuestras dudas de que, desde Europa, no nos salga alguno de sus comisarios/as que vuelva a intentar intervenir en un tema que, como es evidente, no les compete.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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