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Hemos de recuperar el mejor fondo intuitivo frente a las opresiones estructurales insensibles

Fuegos impulsores

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Las estructuras, esas formas consolidadas en las experiencias mundanas, contribuyen a la comprensión del significado de las partículas, personas o sistemas. En esencia son de tres clases. Los modelos físicos, apreciables en la visión directa de los entornos. Las figuras, también reales, situados en ámbitos ocultos, pendientes de su descubrimiento o sin llegar a ser detectados nunca. Y las figuras diseñadas por la razón creativa, como las matemáticas o la geometría, acoplables en buena medida a cuanto acontece en el Universo. Vivimos rodeados de ESTRUCTURAS que nos afectan con matices variados, de duración, intensidad, permisivas o rígidas.

Porque las referidas formas acarrean características funcionales determinantes. Su INFLUENCIA puede ser acogedora, de aquellos elementos desperdigados sin rumbos concretos. Sin embargo, con frecuencia coartan los flujos, fijando como obligatorios ciertos comportamientos. Como refuerzo o como freno de posibles reacciones en su seno. Son efectos muy patentes en las estructuras sociales. La misma cultura tiende al desdén dirigido hacia los discordantes, mientras tolera hasta el absurdo a los conformistas aforados en sus normas. La extrañeza es un concepto aplicado a los agentes novedosos, vengan de los adentros o desde fuera. Lo estructurado juega en contra de la espontaneidad vitalista, a costa de múltiples valores.

En esto aparece el flamante premio Nobel de Física 2016, con el concepto de las “fases topológicas”, que profundiza en este concepto de las estructuras, con el acento puesto en sus matices variables. El frío, el calor, la luz, las ondas, distancias, velocidades…; condicionan la agrupación de partículas en unos determinados FORMATOS, provocadores a su vez de funciones peculiares. Si las condiciones varían, lo hacen también los formatos; el destino de estos es inestable.

Son fases detectables, pasajeras, del constante movimiento cósmico, desde ellas cambiarán las funciones y los efectos producidos. Testimonian el sentido evolutivo incesante, a través de la sucesión de fases. La posible FIJACIÓN de los formatos si aportamos las condiciones requeridas, abre la espita a la obtención de nuevos materiales y propiedades, como opciones sugestivas de cara al futuro; como aportaciones técnicas relevantes.

Dichos estudios ayudan a la VALORACIÓN adecuada de las estructuras, cuyas condiciones de configuración se transforman en las influencias posteriores sobre los funcionamientos. Cambian los momentos, las épocas, las personas involucradas, junto a un sinnúmero de circunstancias. Aunque, desde todo ello, predomina la defensa a ultranza de su entidad por parte de quienes detentan los resultados beneficiosos, sin apenas prestar atención a los perjudicados por el sistema. Es evidente, como por comodidad o por empoderamiento de los instalados en el disfrute; surge una fuerte tendencia a la fijación de los formatos estructurales. El menosprecio de los cambios evolutivos deteriora sin remedio las organizaciones fijadas indebidamente.

Uno ya no sabe si afrontamos maravillas o la simple vorágine cósmica. Cambios y estructuras se suceden con una COMPLEJIDAD creciente. ¡Ay, amigos! Entre los enredos surgen las secuelas de las organizaciones; con los especiales lamentos por las numerosas penalidades ocasionadas. Cabe preguntarnos, como lo hizo el genial Hawking, “¿Qué es lo que insufla el fuego de las ecuaciones?” En nuestro caso, de las estructuras. Porque si pretendemos los mejores formatos para el desarrollo existencial, en ese empeño radicará la fascinante idea de un progreso auténtico. Si optamos por las ocurrencias prepotentes de los oportunistas desvergonzados, ya debiéramos tener la suficiente constancia de los tortuosos caminos diseñados por esa gente.

De tal guisa, nadie conoce a fondo el espacio, ni sus orígenes, ni su significado, ni el conjunto de sus propiedades; las aproximaciones a su conocimiento nunca llegan a la meta. Su fuego impulsor, que todo lo abarca, ofrece el paralelo desconocimiento de su totalidad. Su ánima postula la APERTURA permanente, en una invitación a la creatividad investigadora. Contrasta con las innumerables limitaciones espaciales instauradas en la sociedad bajo cualquier pretexto imaginable; barreras física y mentales, enfrentadas a la expansión natural de los seres vivos, intentando organizar un ambiente coercitivo, innecesario e intransigente, de consecuencias penosas para muchas personas.

El carácter primario de las intuiciones les confiere el aire de espontaneidad que tratamos de contener, no siempre de manera justificada. Las figuras creadas a base de construcciones complejas, continuan siendo primarias, porque la base de las certezas se muestra inasequible. En ese camino que va desde las intuiciones a los esquemas estructurales, solemos distraernos por las ramificaciones artificiosas. Olvidamos la pertenencia de ambas, intuiciones y figuras, al mismo fulgor existencial, cuya sincera presencia parte del mismo núcleo INTUITIVO, ese que dirige las tendencias personales insustituibles, hacia los afanes colaborativos o, por desgracia, a las turbulencias disgregadoras.

Aunque en las colaboraciones tropezamos con la disyuntiva de inclinarnos hacia las cosas concretas o bien hacia las abstracciones. Quizá sea natural la fuerte propensión a los datos concretos, números, citas, imágenes, dineros; por aquello de la dificultad para la comprensión de las abstracciones. Los factores cuantitativos son atrayentes. Sin embargo, entre sus usos exagerados emergen carencias con graves repercusiones. Los problemas que entrañan las MEDICIONES, ponen de manifiesto las riquezas cualitativas inabarcables en su totalidad, imprecisas en sus contornos; hasta el extremo de conferir a las medidas un relevante grado de ficción. En esa dificultad subyace una gran potencia liberadora frente a las maquinaciones coercitivas.

También incluyo esa potencia dinámica radicada en los entresijos del lenguaje; actúa sobre las motivaciones, evolución y resultados en las relaciones sociales. En una observación directa de las PALABRAS, pronto averiguamos que el diccionario es un mero indicador de sus contenidos; porque de estos y de sus variaciones, hablaríamos mientras nos quedase algo de voz. Vivimos en unos ambientes de maltrato para las palabras; hemos desquiciado sus mejores signos reveladores. Los caprichos de los hablantes trazan un galimatías enfebrecido, de escaso valor para la convivencia. Pese a todo, el impulso radical, ese fuego del lenguaje y de la autenticidad de las palabras, resiste los embates de los despropósitos, constituye una reserva vital.

Los mencionados, son unos ejemplos clarificadores del misterio vital en el cual estamos inmersos. Representan ese motor subyacente, mítico, alejado de la actualidad rampante; lo cual lo mantiene a salvo de los intentos manipuladores. Constituye el RESCOLDO revitalizante frente a las turbulencias, de las que no conseguimos desprendernos. En el trato de los niños o de los ancianos, en el debate convivencial doméstico o ciudadano, en los diseños económicos, en las actitudes religiosas, en la política; necesitamos matener fluyente la mencionada fuente. En ello nos va el futuro, en el que quizá no pensemos, adsorbidos por el presente acuciante.

Fuegos impulsores

Hemos de recuperar el mejor fondo intuitivo frente a las opresiones estructurales insensibles
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 9 de diciembre de 2016, 00:01 h (CET)
Las estructuras, esas formas consolidadas en las experiencias mundanas, contribuyen a la comprensión del significado de las partículas, personas o sistemas. En esencia son de tres clases. Los modelos físicos, apreciables en la visión directa de los entornos. Las figuras, también reales, situados en ámbitos ocultos, pendientes de su descubrimiento o sin llegar a ser detectados nunca. Y las figuras diseñadas por la razón creativa, como las matemáticas o la geometría, acoplables en buena medida a cuanto acontece en el Universo. Vivimos rodeados de ESTRUCTURAS que nos afectan con matices variados, de duración, intensidad, permisivas o rígidas.

Porque las referidas formas acarrean características funcionales determinantes. Su INFLUENCIA puede ser acogedora, de aquellos elementos desperdigados sin rumbos concretos. Sin embargo, con frecuencia coartan los flujos, fijando como obligatorios ciertos comportamientos. Como refuerzo o como freno de posibles reacciones en su seno. Son efectos muy patentes en las estructuras sociales. La misma cultura tiende al desdén dirigido hacia los discordantes, mientras tolera hasta el absurdo a los conformistas aforados en sus normas. La extrañeza es un concepto aplicado a los agentes novedosos, vengan de los adentros o desde fuera. Lo estructurado juega en contra de la espontaneidad vitalista, a costa de múltiples valores.

En esto aparece el flamante premio Nobel de Física 2016, con el concepto de las “fases topológicas”, que profundiza en este concepto de las estructuras, con el acento puesto en sus matices variables. El frío, el calor, la luz, las ondas, distancias, velocidades…; condicionan la agrupación de partículas en unos determinados FORMATOS, provocadores a su vez de funciones peculiares. Si las condiciones varían, lo hacen también los formatos; el destino de estos es inestable.

Son fases detectables, pasajeras, del constante movimiento cósmico, desde ellas cambiarán las funciones y los efectos producidos. Testimonian el sentido evolutivo incesante, a través de la sucesión de fases. La posible FIJACIÓN de los formatos si aportamos las condiciones requeridas, abre la espita a la obtención de nuevos materiales y propiedades, como opciones sugestivas de cara al futuro; como aportaciones técnicas relevantes.

Dichos estudios ayudan a la VALORACIÓN adecuada de las estructuras, cuyas condiciones de configuración se transforman en las influencias posteriores sobre los funcionamientos. Cambian los momentos, las épocas, las personas involucradas, junto a un sinnúmero de circunstancias. Aunque, desde todo ello, predomina la defensa a ultranza de su entidad por parte de quienes detentan los resultados beneficiosos, sin apenas prestar atención a los perjudicados por el sistema. Es evidente, como por comodidad o por empoderamiento de los instalados en el disfrute; surge una fuerte tendencia a la fijación de los formatos estructurales. El menosprecio de los cambios evolutivos deteriora sin remedio las organizaciones fijadas indebidamente.

Uno ya no sabe si afrontamos maravillas o la simple vorágine cósmica. Cambios y estructuras se suceden con una COMPLEJIDAD creciente. ¡Ay, amigos! Entre los enredos surgen las secuelas de las organizaciones; con los especiales lamentos por las numerosas penalidades ocasionadas. Cabe preguntarnos, como lo hizo el genial Hawking, “¿Qué es lo que insufla el fuego de las ecuaciones?” En nuestro caso, de las estructuras. Porque si pretendemos los mejores formatos para el desarrollo existencial, en ese empeño radicará la fascinante idea de un progreso auténtico. Si optamos por las ocurrencias prepotentes de los oportunistas desvergonzados, ya debiéramos tener la suficiente constancia de los tortuosos caminos diseñados por esa gente.

De tal guisa, nadie conoce a fondo el espacio, ni sus orígenes, ni su significado, ni el conjunto de sus propiedades; las aproximaciones a su conocimiento nunca llegan a la meta. Su fuego impulsor, que todo lo abarca, ofrece el paralelo desconocimiento de su totalidad. Su ánima postula la APERTURA permanente, en una invitación a la creatividad investigadora. Contrasta con las innumerables limitaciones espaciales instauradas en la sociedad bajo cualquier pretexto imaginable; barreras física y mentales, enfrentadas a la expansión natural de los seres vivos, intentando organizar un ambiente coercitivo, innecesario e intransigente, de consecuencias penosas para muchas personas.

El carácter primario de las intuiciones les confiere el aire de espontaneidad que tratamos de contener, no siempre de manera justificada. Las figuras creadas a base de construcciones complejas, continuan siendo primarias, porque la base de las certezas se muestra inasequible. En ese camino que va desde las intuiciones a los esquemas estructurales, solemos distraernos por las ramificaciones artificiosas. Olvidamos la pertenencia de ambas, intuiciones y figuras, al mismo fulgor existencial, cuya sincera presencia parte del mismo núcleo INTUITIVO, ese que dirige las tendencias personales insustituibles, hacia los afanes colaborativos o, por desgracia, a las turbulencias disgregadoras.

Aunque en las colaboraciones tropezamos con la disyuntiva de inclinarnos hacia las cosas concretas o bien hacia las abstracciones. Quizá sea natural la fuerte propensión a los datos concretos, números, citas, imágenes, dineros; por aquello de la dificultad para la comprensión de las abstracciones. Los factores cuantitativos son atrayentes. Sin embargo, entre sus usos exagerados emergen carencias con graves repercusiones. Los problemas que entrañan las MEDICIONES, ponen de manifiesto las riquezas cualitativas inabarcables en su totalidad, imprecisas en sus contornos; hasta el extremo de conferir a las medidas un relevante grado de ficción. En esa dificultad subyace una gran potencia liberadora frente a las maquinaciones coercitivas.

También incluyo esa potencia dinámica radicada en los entresijos del lenguaje; actúa sobre las motivaciones, evolución y resultados en las relaciones sociales. En una observación directa de las PALABRAS, pronto averiguamos que el diccionario es un mero indicador de sus contenidos; porque de estos y de sus variaciones, hablaríamos mientras nos quedase algo de voz. Vivimos en unos ambientes de maltrato para las palabras; hemos desquiciado sus mejores signos reveladores. Los caprichos de los hablantes trazan un galimatías enfebrecido, de escaso valor para la convivencia. Pese a todo, el impulso radical, ese fuego del lenguaje y de la autenticidad de las palabras, resiste los embates de los despropósitos, constituye una reserva vital.

Los mencionados, son unos ejemplos clarificadores del misterio vital en el cual estamos inmersos. Representan ese motor subyacente, mítico, alejado de la actualidad rampante; lo cual lo mantiene a salvo de los intentos manipuladores. Constituye el RESCOLDO revitalizante frente a las turbulencias, de las que no conseguimos desprendernos. En el trato de los niños o de los ancianos, en el debate convivencial doméstico o ciudadano, en los diseños económicos, en las actitudes religiosas, en la política; necesitamos matener fluyente la mencionada fuente. En ello nos va el futuro, en el que quizá no pensemos, adsorbidos por el presente acuciante.

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