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En Paraguay, portar un apellido puede implicar que nadie pueda opinar en forma diferente a la propia

El Sobrino de Oro hace valer su apellido

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Dijo un pensador y político paraguayo que alcanzar el poder en su país incluye asistir a reuniones donde ya nadie tiene opinión diferente a la propia. También implica, agregaba, cambiar de clase social, de domicilio, y adquirir repentina y milagrosamente la capacidad para pontificar sobre los problemas existenciales del universo como si fuera un oráculo.

Esa realidad se comprobó por muchos años durante las sucesivas dictaduras, y sobre todo asistiendo a las profecías de Aldo Zuccolillo, el empresario más poderoso del país y dueño del diario ABC color. En tiempos de la dictadura de Stroessner, eran célebres por su prepotencia los hijos de ministros, militares o simples funcionarios, quienes avasallaban a los representantes del orden vigente con la simple portación de apellidos “honorables”. Se trataba, al decir de Roa Bastos, de “herederos drogadictos y débiles mentales” de la mazorca que loaba al dictador y era retribuida con prebendas y privilegios.

Muchos creíamos que esa etapa de la historia paraguaya estaba cerrada, cuando apareció en la palestra el sobrino de Zuccolillo, llevándose por delante a los agentes de tránsito municipales de la misma manera que su tío se lleva puesto a Empresarios competidores, Fiscales, Jueces, congresistas e Intendentes.

El sobrino de Zuccolillo, al igual que su tío que se niega a pagar impuestos e incluso se hace devolver por el fisco lo pagado vía judicial, tras cometer una infracción mientras conducía displicentemente su lujoso automóvil se negó a ser multado y amenazó a los agentes con futuros problemas por osar retenerlo.

Al ser requerida su documentación, el “sobrino de oro” respondió con prepotencia al agente que iba a recordarlo cuando empiecen sus problemas, y para justificar su desubicación alegó ser sobrino del empresario de marras.

En Paraguay, mencionar a personajes importantes para eludir controles es una pesada herencia de la dictadura, de la cual Zuccolillo fue un gran privilegiado. El dictador Stroessner solía visitar el diario ABC color en su aniversario, y Zuccolillo se jactaba de ello en su tapa.

Además, Zuccolillo entregaba donativos al centro de detenciones y torturas de la dictadura conocido como “La Técnica”, según consta en documentos de los Archivos del Terror. Otros documentos lo señalan como responsable de la desaparición del primer marido de su esposa durante el “Proceso” iniciado por Videla en Argentina, y su cuñado Conrado Pappalardo es conocido por su participación en el asesinato en Washington de Orlando Letelier.

Escribió Victor Hugo que es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien, y la muestra de prepotencia del “sobrino dilecto” es una muestra.

No hace mucho que un conocido hijo del principal jefe policial de Stroessner, conocido por alardear de su apellido durante sus años de esplendor, fue hallado muerto en un departamento, en Asunción. El estado en el cual fue hallado el cadáver, ya putrefacto y en proceso de descomposición, dio fe del abandono en el cual se encontraba, luego de años condenado al ostracismo por una sociedad que siempre repudió su conducta.

Me vino a la memoria ese final luego del bochornoso espectáculo montado en pleno centro de Asunción por el “sobrino de Zuccolillo”, y la sentencia de Henry Miller cuando escribió que hay personas en este mundo cuya figura es tan grotesca, que hasta la muerte las vuelve ridículas. Y cuanto más horrible es su muerte, decía el escritor, más ridículas parecen. Es inútil atribuir un poco de dignidad a su fin: hay que ser hipócrita para descubrir algo de trágico en su partida.

El Sobrino de Oro hace valer su apellido

En Paraguay, portar un apellido puede implicar que nadie pueda opinar en forma diferente a la propia
Luis Agüero Wagner
miércoles, 7 de diciembre de 2016, 00:46 h (CET)
Dijo un pensador y político paraguayo que alcanzar el poder en su país incluye asistir a reuniones donde ya nadie tiene opinión diferente a la propia. También implica, agregaba, cambiar de clase social, de domicilio, y adquirir repentina y milagrosamente la capacidad para pontificar sobre los problemas existenciales del universo como si fuera un oráculo.

Esa realidad se comprobó por muchos años durante las sucesivas dictaduras, y sobre todo asistiendo a las profecías de Aldo Zuccolillo, el empresario más poderoso del país y dueño del diario ABC color. En tiempos de la dictadura de Stroessner, eran célebres por su prepotencia los hijos de ministros, militares o simples funcionarios, quienes avasallaban a los representantes del orden vigente con la simple portación de apellidos “honorables”. Se trataba, al decir de Roa Bastos, de “herederos drogadictos y débiles mentales” de la mazorca que loaba al dictador y era retribuida con prebendas y privilegios.

Muchos creíamos que esa etapa de la historia paraguaya estaba cerrada, cuando apareció en la palestra el sobrino de Zuccolillo, llevándose por delante a los agentes de tránsito municipales de la misma manera que su tío se lleva puesto a Empresarios competidores, Fiscales, Jueces, congresistas e Intendentes.

El sobrino de Zuccolillo, al igual que su tío que se niega a pagar impuestos e incluso se hace devolver por el fisco lo pagado vía judicial, tras cometer una infracción mientras conducía displicentemente su lujoso automóvil se negó a ser multado y amenazó a los agentes con futuros problemas por osar retenerlo.

Al ser requerida su documentación, el “sobrino de oro” respondió con prepotencia al agente que iba a recordarlo cuando empiecen sus problemas, y para justificar su desubicación alegó ser sobrino del empresario de marras.

En Paraguay, mencionar a personajes importantes para eludir controles es una pesada herencia de la dictadura, de la cual Zuccolillo fue un gran privilegiado. El dictador Stroessner solía visitar el diario ABC color en su aniversario, y Zuccolillo se jactaba de ello en su tapa.

Además, Zuccolillo entregaba donativos al centro de detenciones y torturas de la dictadura conocido como “La Técnica”, según consta en documentos de los Archivos del Terror. Otros documentos lo señalan como responsable de la desaparición del primer marido de su esposa durante el “Proceso” iniciado por Videla en Argentina, y su cuñado Conrado Pappalardo es conocido por su participación en el asesinato en Washington de Orlando Letelier.

Escribió Victor Hugo que es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien, y la muestra de prepotencia del “sobrino dilecto” es una muestra.

No hace mucho que un conocido hijo del principal jefe policial de Stroessner, conocido por alardear de su apellido durante sus años de esplendor, fue hallado muerto en un departamento, en Asunción. El estado en el cual fue hallado el cadáver, ya putrefacto y en proceso de descomposición, dio fe del abandono en el cual se encontraba, luego de años condenado al ostracismo por una sociedad que siempre repudió su conducta.

Me vino a la memoria ese final luego del bochornoso espectáculo montado en pleno centro de Asunción por el “sobrino de Zuccolillo”, y la sentencia de Henry Miller cuando escribió que hay personas en este mundo cuya figura es tan grotesca, que hasta la muerte las vuelve ridículas. Y cuanto más horrible es su muerte, decía el escritor, más ridículas parecen. Es inútil atribuir un poco de dignidad a su fin: hay que ser hipócrita para descubrir algo de trágico en su partida.

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