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Novela de José L. Pérez Fuillerat y Miguel Urbano Pérez

Crítica literaria de 'Imagina Dos'

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“ImaginaDos” es una edición dual, a dos manos, donde Ediciones del Genal recoge en un mismo volumen los poemas de José Luis Pérez Fuillerat y las imágenes de Miguel Urbano Pérez. Texto y fotografía se unen para hacer más plásticos, si cabe, a los poemas y estos, a la vez, contribuyen a recrear y metaforizar a las ilustraciones.

José Luis Pérez Fuillerat nos invita, desde su obra, silente y reflexiva, a la contemplación, más que a la simple lectura. Una contemplación que aumenta en compañía de las propuestas visuales de Miguel Urbano. En esa propuesta contemplativa, el poeta elabora un discurso con el que sugiere descifrar la realidad y su sentido, un espacio en donde personajes y entornos han dejado de ser lo que significan para reunirse en el espacio donde habita la intemperie del poeta que experimenta con el orden trascendente de la palabra. El poema, en José Luis, se transmuta en invitación para superar lo incomprensible, para deshacer y desintegrar una realidad que, por imperfecta, se le hace inadmisible: “Como potro salvaje, desbocado, / llegó el poeta a revolverlo todo, / diciendo que la luna es transparente” (p.45).

Los poemas de “ImaginaDos” constituyen una pléyade de hermosos textos, elaborados desde la perspectiva de una experiencia fragmentada que el poeta articula a modo de soliloquio existencialista, en donde con versos rotundos o anáforas definitivas: “Tan solo he sido tiempo .../… Tan solo he sido huella …/… Tan solo he sido sombra …/… Tan solo he sido fiebre …/… El destino ha borrado / el tiempo y la huella, / la sombra y la fiebre” (p.65), el poeta asume su vocación de constructor de un nuevo orden. “Lo permanente lo instauran los poetas”, decía Hölderlin.

Pérez Fuillerat modula el libro como éxodo vitalista, una travesía de la conciencia, un intento por entender y aceptar el universo donde el continuum de los hechos vividos pudieran ser presa de un nihilismo personal: “¿Os parece trivial morir sin dejar huella” (p.117), pero que deviene en proclama esperanzada en la voz del poeta: “y están dispuestos –los poetas- a perder / la oportunidad de vivir / si quedara, al menos, / el testimonio sucesivo / de su último verso” (p.53).

Nuestro poeta, desde su interpretación lírica del mundo, recrea, a partir de la deconstrucción del cosmos inmediato, su particular paraíso. “Sin imaginación, enajenados, / no podremos salvar las pocas cosas / que los poetas siempre identifican” (p.31). Convoca con esta muestra a otros poetas: “Ungido de amistad, convoco a los poetas” (p.35), sabedor de que su alquimia, su alambicada palabra, tiene la capacidad de hacer posible un nuevo orden, alcanzar el Paraíso perdido, tal y como lo expresa, intensamente, en el poema “Laboratorio”: “Un camino ideal ha sido abierto / para entender la vida y sus misterios” (p.39). Y esta función renovadora, de transformación de la mirada, es la que José Luis Pérez propone en su texto, tal y como nos enseñó Rimbau: “La poesía pretende cambiar la vida”.

Una vida que, pudiera parecer presencia de lo arrebatado y de lo aniquilado, tal y como el autor lo expresa en el poema “Estamos solos” (p.23) o en estos dolientes versos: “pues frecuentemente quedamos solitarios, / enclaustrados en la orilla del episodio final, / a la espera de que alguien nos diga / que la vida sirve para algo” (p.113). El contraste de experiencias cotidianas se engarzan con el fluir de la conciencia del poeta donde confluyen y se encastran pasado, presente y futuro insertos en la misma realidad objetiva, para analizar, reflexionar, acerca de la condición de la existencia humana: libertad, responsabilidad individual, emociones, significado de la vida y de la muerte, que conforman la integridad de una misma realidad poliédrica. Ese monólogo o salmodia interior sostiene el discurrir de todo el poemario. El poeta quiere conectar con la eternidad al enfrentarse no solo con los objetos y sus hábitos, sino con la más profunda y solemne significación de la vida, transustanciando la vivencia personal en experiencia poética. Nos dijo Alejandra Pizarnick que: “Escribes poemas porque necesitas un lugar en donde sea lo que no es” y es el caso de Pérez Fuillerat quien con esta exposición poética nos invita a ser invadido o conquistado, a dejar fluir la imaginación, los recuerdos, las fantasías y vivencias, a concitar tiempos y espacios para invocar el milagro de la eternidad, de la totalidad, desde la fragilidad de lo que conocemos, de lo cercano e inmediato: “Levántate y anda, para huir de la manada / de borregos inútiles” (p.13).

Cabe destacar, finalmente, la maestría con que son concebidas las propuestas líricas de Pérez Fuillerat, quien siendo todo un experto conocedor de la construcción poética, dominador, sin fallas, del oficio y el lenguaje, eleva al mismo con una fortaleza indubitada y una cadencia rítmica de significado valor lírico. Decía Pound que el poeta no puede escribir algo que no sea capaz de decir en una conversación. Y este es el caso, también, de José Luis Pérez, en quien precisión y claridad se dan la mano, quien haciendo alarde de un tono asequible, es capaz de establecer un discurso poético profundo e intensamente reflexivo. Sin embargo, su verso conforma toda una singular cosmogonía, pues no se detiene en los objetos, experiencias o recuerdos de su vida, como meros elementos descriptivos, sino que los erige en discurso connotativo que invita, una y otra vez, a la reflexión en una reformulación metafórica de la realidad.

“ImaginaDos” es, sin duda, una hermosa invitación a la reflexión, una propuesta de aceptación final del significado más franco de la vida, de la comprensión del universo, que no es otra cosa que llegar al nítido convencimiento de que estamos abocados a la muerte y al olvido y que el único pulso real, preciso y verdadero es el de los hechos cotidianos, el de la existencia.

Crítica literaria de 'Imagina Dos'

Novela de José L. Pérez Fuillerat y Miguel Urbano Pérez
José Sarria
miércoles, 7 de diciembre de 2016, 00:43 h (CET)
“ImaginaDos” es una edición dual, a dos manos, donde Ediciones del Genal recoge en un mismo volumen los poemas de José Luis Pérez Fuillerat y las imágenes de Miguel Urbano Pérez. Texto y fotografía se unen para hacer más plásticos, si cabe, a los poemas y estos, a la vez, contribuyen a recrear y metaforizar a las ilustraciones.

José Luis Pérez Fuillerat nos invita, desde su obra, silente y reflexiva, a la contemplación, más que a la simple lectura. Una contemplación que aumenta en compañía de las propuestas visuales de Miguel Urbano. En esa propuesta contemplativa, el poeta elabora un discurso con el que sugiere descifrar la realidad y su sentido, un espacio en donde personajes y entornos han dejado de ser lo que significan para reunirse en el espacio donde habita la intemperie del poeta que experimenta con el orden trascendente de la palabra. El poema, en José Luis, se transmuta en invitación para superar lo incomprensible, para deshacer y desintegrar una realidad que, por imperfecta, se le hace inadmisible: “Como potro salvaje, desbocado, / llegó el poeta a revolverlo todo, / diciendo que la luna es transparente” (p.45).

Los poemas de “ImaginaDos” constituyen una pléyade de hermosos textos, elaborados desde la perspectiva de una experiencia fragmentada que el poeta articula a modo de soliloquio existencialista, en donde con versos rotundos o anáforas definitivas: “Tan solo he sido tiempo .../… Tan solo he sido huella …/… Tan solo he sido sombra …/… Tan solo he sido fiebre …/… El destino ha borrado / el tiempo y la huella, / la sombra y la fiebre” (p.65), el poeta asume su vocación de constructor de un nuevo orden. “Lo permanente lo instauran los poetas”, decía Hölderlin.

Pérez Fuillerat modula el libro como éxodo vitalista, una travesía de la conciencia, un intento por entender y aceptar el universo donde el continuum de los hechos vividos pudieran ser presa de un nihilismo personal: “¿Os parece trivial morir sin dejar huella” (p.117), pero que deviene en proclama esperanzada en la voz del poeta: “y están dispuestos –los poetas- a perder / la oportunidad de vivir / si quedara, al menos, / el testimonio sucesivo / de su último verso” (p.53).

Nuestro poeta, desde su interpretación lírica del mundo, recrea, a partir de la deconstrucción del cosmos inmediato, su particular paraíso. “Sin imaginación, enajenados, / no podremos salvar las pocas cosas / que los poetas siempre identifican” (p.31). Convoca con esta muestra a otros poetas: “Ungido de amistad, convoco a los poetas” (p.35), sabedor de que su alquimia, su alambicada palabra, tiene la capacidad de hacer posible un nuevo orden, alcanzar el Paraíso perdido, tal y como lo expresa, intensamente, en el poema “Laboratorio”: “Un camino ideal ha sido abierto / para entender la vida y sus misterios” (p.39). Y esta función renovadora, de transformación de la mirada, es la que José Luis Pérez propone en su texto, tal y como nos enseñó Rimbau: “La poesía pretende cambiar la vida”.

Una vida que, pudiera parecer presencia de lo arrebatado y de lo aniquilado, tal y como el autor lo expresa en el poema “Estamos solos” (p.23) o en estos dolientes versos: “pues frecuentemente quedamos solitarios, / enclaustrados en la orilla del episodio final, / a la espera de que alguien nos diga / que la vida sirve para algo” (p.113). El contraste de experiencias cotidianas se engarzan con el fluir de la conciencia del poeta donde confluyen y se encastran pasado, presente y futuro insertos en la misma realidad objetiva, para analizar, reflexionar, acerca de la condición de la existencia humana: libertad, responsabilidad individual, emociones, significado de la vida y de la muerte, que conforman la integridad de una misma realidad poliédrica. Ese monólogo o salmodia interior sostiene el discurrir de todo el poemario. El poeta quiere conectar con la eternidad al enfrentarse no solo con los objetos y sus hábitos, sino con la más profunda y solemne significación de la vida, transustanciando la vivencia personal en experiencia poética. Nos dijo Alejandra Pizarnick que: “Escribes poemas porque necesitas un lugar en donde sea lo que no es” y es el caso de Pérez Fuillerat quien con esta exposición poética nos invita a ser invadido o conquistado, a dejar fluir la imaginación, los recuerdos, las fantasías y vivencias, a concitar tiempos y espacios para invocar el milagro de la eternidad, de la totalidad, desde la fragilidad de lo que conocemos, de lo cercano e inmediato: “Levántate y anda, para huir de la manada / de borregos inútiles” (p.13).

Cabe destacar, finalmente, la maestría con que son concebidas las propuestas líricas de Pérez Fuillerat, quien siendo todo un experto conocedor de la construcción poética, dominador, sin fallas, del oficio y el lenguaje, eleva al mismo con una fortaleza indubitada y una cadencia rítmica de significado valor lírico. Decía Pound que el poeta no puede escribir algo que no sea capaz de decir en una conversación. Y este es el caso, también, de José Luis Pérez, en quien precisión y claridad se dan la mano, quien haciendo alarde de un tono asequible, es capaz de establecer un discurso poético profundo e intensamente reflexivo. Sin embargo, su verso conforma toda una singular cosmogonía, pues no se detiene en los objetos, experiencias o recuerdos de su vida, como meros elementos descriptivos, sino que los erige en discurso connotativo que invita, una y otra vez, a la reflexión en una reformulación metafórica de la realidad.

“ImaginaDos” es, sin duda, una hermosa invitación a la reflexión, una propuesta de aceptación final del significado más franco de la vida, de la comprensión del universo, que no es otra cosa que llegar al nítido convencimiento de que estamos abocados a la muerte y al olvido y que el único pulso real, preciso y verdadero es el de los hechos cotidianos, el de la existencia.

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