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Un poema de Esther Videgain

Un solo beso en la mejilla a cambio de un saco de oro viejo

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Adrián,
tenía cien mil deseos y mil lamentos,
los guardaba en su saco viejo...

Adrián,
era un niño muy rico,
con un solo beso en su mejilla.

Ese beso era el de las "buenas noches",
todos los días, bien entrada la oscuridad,
su padre le daba uno en su débil mejilla...

Y Adrián gemía y gemía,
todas las veladas caían cien mil lágrimas algo secas,
por sus dos mejillas, una siempre vacía de consuelo paterno.

Adrián,
las guardaba todas ellas en su saco roto,
era el cofre de los recuerdos amargos y sus miles de sueños tristes.

En su alma tenía otro para sus cien mil deseos algo alegres.

Adrián,
soñaba... soñaba con su madre Alba,
todos los albas amanecía con cien besos de ella en su karma medio muerto y fundido.

Fundido está nuestro pequeño Adrián,
por el lamento de no tener en el claro día el consuelo materno,
que ilumina tristemente al muerto día de luto...

El saco roto le pesaba ya muchos lamentos y muchas lágrimas secas.

El niño creció algo triste,
con un solo beso en la mejilla, en cada estrella negra de cada noche fundida,
muchos juguetes de oro barato en su infancia cara de lamentos...

Adrián,
estudió mucho para ser un karma de buena luz en sus dulces retinas,
y su padre le dio dos besos en vez de uno...

Y aquel niño, finalmente, fue todo un hombre,
con un buen alma y una gran sonrisa con su fortuna de estrellas,
su padre ahora recibía un solo beso de Adrián y dos de su pequeño nietecito.

Muy apenado, se fue a la cama el buen abuelo,
le compró todo con su fortuna a su pequeño nieto, Adrián II se llamaba,
con él jugaba para intentar recuperar todos los besos únicos y prender así su negro y fundido karma.

Un solo beso en la mejilla a cambio de un saco de oro viejo

Un poema de Esther Videgain
Esther Videgain
martes, 6 de diciembre de 2016, 00:38 h (CET)
Adrián,
tenía cien mil deseos y mil lamentos,
los guardaba en su saco viejo...

Adrián,
era un niño muy rico,
con un solo beso en su mejilla.

Ese beso era el de las "buenas noches",
todos los días, bien entrada la oscuridad,
su padre le daba uno en su débil mejilla...

Y Adrián gemía y gemía,
todas las veladas caían cien mil lágrimas algo secas,
por sus dos mejillas, una siempre vacía de consuelo paterno.

Adrián,
las guardaba todas ellas en su saco roto,
era el cofre de los recuerdos amargos y sus miles de sueños tristes.

En su alma tenía otro para sus cien mil deseos algo alegres.

Adrián,
soñaba... soñaba con su madre Alba,
todos los albas amanecía con cien besos de ella en su karma medio muerto y fundido.

Fundido está nuestro pequeño Adrián,
por el lamento de no tener en el claro día el consuelo materno,
que ilumina tristemente al muerto día de luto...

El saco roto le pesaba ya muchos lamentos y muchas lágrimas secas.

El niño creció algo triste,
con un solo beso en la mejilla, en cada estrella negra de cada noche fundida,
muchos juguetes de oro barato en su infancia cara de lamentos...

Adrián,
estudió mucho para ser un karma de buena luz en sus dulces retinas,
y su padre le dio dos besos en vez de uno...

Y aquel niño, finalmente, fue todo un hombre,
con un buen alma y una gran sonrisa con su fortuna de estrellas,
su padre ahora recibía un solo beso de Adrián y dos de su pequeño nietecito.

Muy apenado, se fue a la cama el buen abuelo,
le compró todo con su fortuna a su pequeño nieto, Adrián II se llamaba,
con él jugaba para intentar recuperar todos los besos únicos y prender así su negro y fundido karma.

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