Chris Horner, del RadioShack, fue el más rápido (32:33) de la sexta y última etapa de la Vuelta al País Vasco, una crono de 22 kilómetros en la que aventajó en ocho segundos a Alejandro Valverde, del Caisse d´Epargne, segundo hoy y segundo en una clasificación general que había liderado desde el primer día. Beñat Intxausti, del Euskaltel-Euskadi, completó el podio.
Álvaro Calleja / SIGLO XXI
Si ayer en Orio terminaba un capítulo en el que se narraban las aventuras de varias decenas de valientes que consiguieron pasar, cruzar, atravesar, unos con bici, otros con ella a cuestas, un muro, una pared, una carretera en Aia que devolvía a tiempos lejanos, a tiempos de ciclismo de verdad, de ese deporte, duro como pocos, épico como ninguno, que atrapa al aficionado y ya jamás le deja escapar, que le enamora y se convierte en una relación sin final, hoy en el mismo escenario, o parecido, se saldó la Vuelta al País Vasco con un duelo tan bonito, quizá no tan especial, entre Alejandro Valverde y Chris Horner, como con el que comenzó, ese que también protagonizó Valverde, ese en el que el derrotado siempre era Óscar Freire.
Pero en este, en el que estaba en juego la victoria final, el triunfo en la general de la ronda vasca, el derrotado fue el murciano, fue el chico que vale para todo, que sirve para todo, que siempre tiene una sonrisa dibujada en su cara. Valverde cayó en combate ante un americano de Oregón que lucha para el batallón de Lance Armstrong, para el RadioShack, y que decidió la prueba contra el crono en la segunda parte de los 22 kilómetros tras marcar tiempos parecidos a los del líder del Caisse d´Epargne durante la primera. Valverde cayó, pero cayó de pie, cayó dejándose todo, luchando hasta el final, siendo el segundo más rápido del día, a ocho segundos de Horner, el segundo que más velocidad cogió volando desde Orio a Orio con paso por Aia.
Y de Orio, un pequeño pueblo iluminado por el colorido que ofrecen los barcos amarrados a su plaza, una villa con olor a mar, partió un pequeño vasco llamado Beñat Intxausti que, como los marineros que abundan en esta localidad cuando acaban la faena, volvió para cruzar la meta acariciando un podio al que abrazó cuando Joaquim Rodríguez, el antepenúltimo en salir, paró el tiempo siendo doce segundos más lento. Más lento que Beñat, ese chico, esa perla, esa joya que apareció hace 24 años en Múgica, en Vizcaya, y que hoy ha escrito la página más bonita de su nuevo libro.