El Euskaltel-Euskadi consiguió, al fin, una alegría en casa, en la Vuelta al País Vasco. Samuel Sánchez fue el encargado de sumar el primer triunfo de la temporada para la escuadra naranja venciendo en Arrate, en la cuarta etapa. Alejandro Valverde, del Caisse d´Epargne, volvió a ejercer de lo que es, de campeón, y manejó la situación sin ningún problema. Como resultado, el liderato.
Álvaro Calleja / Siglo XXI
“Lamentarse no vale de nada”. Esas fueron las palabras de un derrotado, de un ciclista que echó mano de sus fuerzas y no las encontró, que flaqueó en el peor escenario posible, en casa de su equipo, que se dejó todas, o casi todas, las opciones al triunfo final de la Vuelta al País Vasco camino de Zierbena en la primera etapa. Quizá por ello, por lo que ocurrió aquel día, Samuel Sánchez hoy tenía un solo objetivo en su mente, en su cabeza, el triunfo, la victoria, recompensar a sus seguidores, a tantos y tantos que asoman cada día por las carreteras vascas, y unirse a la fiesta en Arrate, en el Santuario de la Virgen de Arrate, que alberga a la patrona de Eibar.
Allí, en Arrate, el campeón olímpico quiso contestar a todos aquellos que le criticaron el lunes, que pusieron en duda su estado de forma, siendo protagonista absoluto del día, compartiendo honores con uno más pequeñito, con uno que entiende el ciclismo como una manera de atacar, de dar guerra, de divertirse, de disfrutar, de soñar con llegar a lo más alto lo más rápido posible, con Amets Txurruka, el más peleón de los cinco escapados.
Txurruka es único, es un corredor del que te enamoras si eres amante del espectáculo, del ir adelante sin mirar atrás, del dejarse todo sobre la bicicleta, sobre ese asfalto en el que siempre, sea España, sea Francia, sea cualquier rincón del mundo, aparece su nombre tatuado. Txurruka fue en la cuarta etapa, de 160 kilómetros, el último en caer, el último en rendirse, el que hizo esforzarse al pelotón, o lo que quedaba de él, aún teniéndole a dos metros. Txurruka fue el más batallador de una escapada que cayó en las primeras rampas de Arrate y que estuvo formada por el también vasco Aitor Pérez Arrieta, de 32 años, del Footon-Servetto, por un italiano de Varese, Ivan Santaromita, de 25 años, del Liquigas, por el alemán Johannes Fröhlinger, de 24 años, del Milram, y por el danés Jakob Fuglsang, de 25 años, del Saxo Bank, equipo que también lo intentó más tarde con Jens Voigt, el eterno alemán que seguro formará parte de los admirados por el pequeño Amets.
El relevo en cabeza de carrera fue tomado por otro del Saxo Bank, por Andy Schleck, que lo intentó e hizo explotar a Joaquim Rodríguez, un catalán del Katusha, un catalán que era uno de los grandes favoritos y que se dejó 49 segundos. Dos que tampoco aguantaron el demarraje del luxemburgués fueron Samuel Sánchez y Beñat Intxausti, la perla del Euskaltel. Ambos, sobre todo el campeón olímpico, se rehicieron. El primero alcanzó el grupo de Valverde y Gesink y fue en busca de Chris Horner, uno de los hombres del Radioshack de Armstrong, mientras que el segundo subió a ritmo y consiguió llegar quinto a meta, a 33 segundos de su compañero Samuel.
Un Samuel que logró llegar a la altura de Horner, pero Valverde, con Gesink a rueda, dio una nueva exhibición de calma y paciencia primero y de fuerza y clase después. El murciano del Caisse d´Epargne mantuvo al dúo a una distancia prudente que, una vez terminada las ascensión, recortó como si fuera de otro planeta, como si acabase de comenzar la etapa. Una demostración de fuerza que tuvo su fin en otra de caballerosidad, de amistad, dejando marchar a su amigo asturiano en busca de poner la guinda a la fiesta vasca, a la fiesta en Arrate.