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Kathleen Parker

La vista desde Canteyville

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CANTEYVILLE, SC - Si delante de su apellido va un título legislativo, puede que quiera empezar a hacer acopio de cacharros de su paso por la capital.

Noviembre va a ser probablemente un mes aciago.

Esa, al menos, es la opinión desde "Canteyville", que no encontrará en un mapa. No hay ningún municipio con este nombre en Carolina del Sur, aunque podría haberlo. Las ciudades de nombre Cantey son tan comunes en esta parte del país como los porches delante de la puerta de casa.

A estos efectos, Canteyville es un estado mental, una invención de las madrugadas de debate nacida de conversaciones animadas por el alcohol en un pantano del estado desafortunadamente apodado "interior".

Este Cantey concreto de la saga - un tipo corriente - es famoso en ciertos círculos. Últimamente se contaría entre los paletos con rifle tan temidos y humillados por los habitantes urbanos y costeros.

La fama de Cantey proviene principalmente de haber sido seis veces campeón del mundo de tiro de pichón. Antes de ser tirador, fue un entrenador de caballos pura sangre de renombre (incluyendo la victoria de Temperence Hill en Belmont Stakes). Antes de eso, iba para la Juilliard School con una beca cuando un accidente automovilístico arruinó capacidad para tocar.

¿Qué tiene todo esto que ver con ocupar un escaño? Considere la siguiente anécdota local presentada en aras de una moraleja más general.

El perfil biográfico está pensado como recordatorio de que no todo el mundo con una escopeta en la baca de su camión es un paleto racista que enarbola la bandera confederada y odia a los gays. Dicho esto, si alguien tiene derecho a sentirse orgulloso de la bandera de batalla es Cantey, cuyo antecesor James Cantey fue un general de brigada del ejército confederado. Legislador en la vida civil, también estuvo valientemente movilizado con el Regimiento Palmetto en la guerra mexicano-americana.

Esta es la historia familiar para la población local, pero no porque Cantey la mencione. No es la clase de persona que presenta sus credenciales, talento aparte. Él (BEG ITAL)es(END ITAL) el tipo que invita a vecinos, clientes, amigos - y sus compañeros caninos - a reuniones en el porche las noches de los miércoles y los domingos en su Finca Hermitage de 1.500 acres al borde de Tickle Hill Road, en el condado de Kershaw.

La escena: un largo camino sinuoso lleva a través de una puerta amurallada en un claro con dos estructuras. Una de ellas es el club, cuenta con una cocina y paredes repletas de premios de tiro. Una gran cabeza de bisonte preside la sala.

La otra estructura es un pabellón al lado de una docena de mesas de picnic y una amplia gama de equipos de cocina al aire libre. Una placa reza: "Canteyville, Población 4 habitantes". varias mesas están llenas de hombres y mujeres, hablando en voz baja sobre platos de papel llenos de pollo, puré de papas, ensalada y galletas. Etiqueta: pantalones vaqueros y de camuflaje. Se permite fumar; beber es casi imprescindible.

También asisten siete u ocho perros de la variedad de carretera, el más pequeño de los cuales descansa sobre una mesa vacía.

Una urbanita que contempla la escena por casualidad piensa en la escena de "guerra de banjos" de la película "Deliverance". Lo anterior sería un error, como confirma la biografía anterior. El aficionado del Sur es tiene las mismas posibilidades de hacer una aparición en una cena-baile de etiqueta como en la comida al aire libre de Joe Cantey, aunque de elegir preferiría lo último.

Sin embargo, probablemente es seguro decir que éste no es un país de Obama, a pesar de que muchos clientes y amigos de Cantey le votaron. En estos días, la mayoría piensa que Washington ha perdido el norte. Creen que los activistas fiscales pueden arreglarlo.

La conversación de la noche gira en torno a la actualidad - sanidad, gasto, etc. - que se puede resumir de la siguiente manera:

"¿Tienen alguna idea allá arriba de lo que está pasando aquí?" me pregunta otro asistente.
"No".
"¿No fue un éxito Scott Brown?"
"Psé".
Las cabezas se desperezan.
Luego fue mi turno: "¿Veis las elecciones de noviembre como un día de gran participación?"
"Puedes apostarte alto".
Hay algo mundano e instructivo en sentarse en el bosque una noche de primavera fría, lejos de los salones tapizados y los debates políticos. Es importante tocar el suelo rústico de vez en cuando, algo que muy pocos dentro de Washington hacen con la suficiente frecuencia.

A riesgo de sonar condescendiente, el reparto de Canteyville está compuesto de los "americanos de a pie" a los que tertulianos y políticos adoran invocar al tiempo que los ignoran completamente. La indignación resultante se manifiesta no solo en el terreno político. Y la conversación en el porche corriente no es rara.

La administración Obama y el Congreso controlado por los Demócratas han actuado bajo el convencimiento de que saben lo que es mejor y que los ciudadanos acabarán llegado a esa conclusión. Esto a veces puede haber sido históricamente cierto, pero hay otra verdad: si no puedes explicar las virtudes de una legislación a la población trabajadora con educación superior de Canteyville, es que puedes tener un problema político.

Los escaños lo dirán.

La vista desde Canteyville

Kathleen Parker
Kathleen Parker
miércoles, 7 de abril de 2010, 08:37 h (CET)
CANTEYVILLE, SC - Si delante de su apellido va un título legislativo, puede que quiera empezar a hacer acopio de cacharros de su paso por la capital.

Noviembre va a ser probablemente un mes aciago.

Esa, al menos, es la opinión desde "Canteyville", que no encontrará en un mapa. No hay ningún municipio con este nombre en Carolina del Sur, aunque podría haberlo. Las ciudades de nombre Cantey son tan comunes en esta parte del país como los porches delante de la puerta de casa.

A estos efectos, Canteyville es un estado mental, una invención de las madrugadas de debate nacida de conversaciones animadas por el alcohol en un pantano del estado desafortunadamente apodado "interior".

Este Cantey concreto de la saga - un tipo corriente - es famoso en ciertos círculos. Últimamente se contaría entre los paletos con rifle tan temidos y humillados por los habitantes urbanos y costeros.

La fama de Cantey proviene principalmente de haber sido seis veces campeón del mundo de tiro de pichón. Antes de ser tirador, fue un entrenador de caballos pura sangre de renombre (incluyendo la victoria de Temperence Hill en Belmont Stakes). Antes de eso, iba para la Juilliard School con una beca cuando un accidente automovilístico arruinó capacidad para tocar.

¿Qué tiene todo esto que ver con ocupar un escaño? Considere la siguiente anécdota local presentada en aras de una moraleja más general.

El perfil biográfico está pensado como recordatorio de que no todo el mundo con una escopeta en la baca de su camión es un paleto racista que enarbola la bandera confederada y odia a los gays. Dicho esto, si alguien tiene derecho a sentirse orgulloso de la bandera de batalla es Cantey, cuyo antecesor James Cantey fue un general de brigada del ejército confederado. Legislador en la vida civil, también estuvo valientemente movilizado con el Regimiento Palmetto en la guerra mexicano-americana.

Esta es la historia familiar para la población local, pero no porque Cantey la mencione. No es la clase de persona que presenta sus credenciales, talento aparte. Él (BEG ITAL)es(END ITAL) el tipo que invita a vecinos, clientes, amigos - y sus compañeros caninos - a reuniones en el porche las noches de los miércoles y los domingos en su Finca Hermitage de 1.500 acres al borde de Tickle Hill Road, en el condado de Kershaw.

La escena: un largo camino sinuoso lleva a través de una puerta amurallada en un claro con dos estructuras. Una de ellas es el club, cuenta con una cocina y paredes repletas de premios de tiro. Una gran cabeza de bisonte preside la sala.

La otra estructura es un pabellón al lado de una docena de mesas de picnic y una amplia gama de equipos de cocina al aire libre. Una placa reza: "Canteyville, Población 4 habitantes". varias mesas están llenas de hombres y mujeres, hablando en voz baja sobre platos de papel llenos de pollo, puré de papas, ensalada y galletas. Etiqueta: pantalones vaqueros y de camuflaje. Se permite fumar; beber es casi imprescindible.

También asisten siete u ocho perros de la variedad de carretera, el más pequeño de los cuales descansa sobre una mesa vacía.

Una urbanita que contempla la escena por casualidad piensa en la escena de "guerra de banjos" de la película "Deliverance". Lo anterior sería un error, como confirma la biografía anterior. El aficionado del Sur es tiene las mismas posibilidades de hacer una aparición en una cena-baile de etiqueta como en la comida al aire libre de Joe Cantey, aunque de elegir preferiría lo último.

Sin embargo, probablemente es seguro decir que éste no es un país de Obama, a pesar de que muchos clientes y amigos de Cantey le votaron. En estos días, la mayoría piensa que Washington ha perdido el norte. Creen que los activistas fiscales pueden arreglarlo.

La conversación de la noche gira en torno a la actualidad - sanidad, gasto, etc. - que se puede resumir de la siguiente manera:

"¿Tienen alguna idea allá arriba de lo que está pasando aquí?" me pregunta otro asistente.
"No".
"¿No fue un éxito Scott Brown?"
"Psé".
Las cabezas se desperezan.
Luego fue mi turno: "¿Veis las elecciones de noviembre como un día de gran participación?"
"Puedes apostarte alto".
Hay algo mundano e instructivo en sentarse en el bosque una noche de primavera fría, lejos de los salones tapizados y los debates políticos. Es importante tocar el suelo rústico de vez en cuando, algo que muy pocos dentro de Washington hacen con la suficiente frecuencia.

A riesgo de sonar condescendiente, el reparto de Canteyville está compuesto de los "americanos de a pie" a los que tertulianos y políticos adoran invocar al tiempo que los ignoran completamente. La indignación resultante se manifiesta no solo en el terreno político. Y la conversación en el porche corriente no es rara.

La administración Obama y el Congreso controlado por los Demócratas han actuado bajo el convencimiento de que saben lo que es mejor y que los ciudadanos acabarán llegado a esa conclusión. Esto a veces puede haber sido históricamente cierto, pero hay otra verdad: si no puedes explicar las virtudes de una legislación a la población trabajadora con educación superior de Canteyville, es que puedes tener un problema político.

Los escaños lo dirán.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

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