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El odio se ha instalado en España como caldo de cultivo

Qué pena de España

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Ya lo saben todos: Rita Barberá ha muerto para indiferencia de unos, pena de otros y alegría de desalmados; y digo alegría por las muestras que esos mal nacidos han dejado y lo siguen haciendo en las redes sociales.

El odio se ha instalado en España como caldo de cultivo para que este país pase a la historia, para vergüenza de todos, como alma cainita que se alegra de la muerte de un ser humano que, como todos, ha vivido en blanco y negro.

Es difícil que un servidor se enfade con lo que puedan hacer los medios de comunicación, pero las hemerotecas, “malditas hemerotecas” que dijera la periodista Ana Pastor, dan fe que el lunes y martes pasados la Sexta y la Cuatro dedicaron el 90% de sus respectivos programas, “Al rojo vivo” y “Las mañanas de Cuatro”, a Rita Barberá de manera demasiado cruel, aunque de forma periodística; pero no creo que el periodismo tenga patente de corso para dar caña de semejante forma.

Ignoro si la fallecida exalcaldesa valenciana y senadora del Reino de España es culpable de todos los casos de corrupción que se conocen en la Comunidad de Valencia, tampoco sé si ella dejó el PP por propia voluntad o a requerimiento de Rajoy, pero es seguro que la camada joven del partido de la gaviota, a saber los “vicenosequé” Maroto, Casado y Levy, estaban “avergonzados” de ella; lo que piensen otros, los adversarios, es hasta lógico dentro de lo que se entiende por política en España.

Ha muerto tras haber declarado voluntariamente ante el Supremo para evitar que sus excompañeros votaran un “suplicatorio”; en el Congreso, los que han huido de estar un minuto de pie en silencio ante su muerte, me refiero a “Podemos” y Garzón con su escombro de Izquierda Unida, han votado NO al “suplicatorio” del señor de Homs, de la antigua CiU, para que comparezca ante el TSJ por saltarse la ley a la torera; nos salva que PSOE, C’s y PP han votado que SÍ.

Alberto Garzón ha declarado que con su minuto de silencio no iba a blanquear la corrupción de la fallecida, que por cierto es presunta, vamos que nadie la ha condenado ni ya, por desgracia, va a ocurrir, entre otras cosas porque, nos guste o no, ha sido ejecutada por “la pena de telediario”.

Y “Podemos” de Pablo Iglesias, el mayor demagogo que existe en la actualidad por estos lares, ha mandado a los suyos desalojar el Congreso ante un respetuoso minuto de silencio por la muerte de un miembro de la Cortes Generales.

Qué hombre más “pobrecillo”, qué pena de España.

Qué pena de España

El odio se ha instalado en España como caldo de cultivo
José García Pérez
jueves, 24 de noviembre de 2016, 00:03 h (CET)
Ya lo saben todos: Rita Barberá ha muerto para indiferencia de unos, pena de otros y alegría de desalmados; y digo alegría por las muestras que esos mal nacidos han dejado y lo siguen haciendo en las redes sociales.

El odio se ha instalado en España como caldo de cultivo para que este país pase a la historia, para vergüenza de todos, como alma cainita que se alegra de la muerte de un ser humano que, como todos, ha vivido en blanco y negro.

Es difícil que un servidor se enfade con lo que puedan hacer los medios de comunicación, pero las hemerotecas, “malditas hemerotecas” que dijera la periodista Ana Pastor, dan fe que el lunes y martes pasados la Sexta y la Cuatro dedicaron el 90% de sus respectivos programas, “Al rojo vivo” y “Las mañanas de Cuatro”, a Rita Barberá de manera demasiado cruel, aunque de forma periodística; pero no creo que el periodismo tenga patente de corso para dar caña de semejante forma.

Ignoro si la fallecida exalcaldesa valenciana y senadora del Reino de España es culpable de todos los casos de corrupción que se conocen en la Comunidad de Valencia, tampoco sé si ella dejó el PP por propia voluntad o a requerimiento de Rajoy, pero es seguro que la camada joven del partido de la gaviota, a saber los “vicenosequé” Maroto, Casado y Levy, estaban “avergonzados” de ella; lo que piensen otros, los adversarios, es hasta lógico dentro de lo que se entiende por política en España.

Ha muerto tras haber declarado voluntariamente ante el Supremo para evitar que sus excompañeros votaran un “suplicatorio”; en el Congreso, los que han huido de estar un minuto de pie en silencio ante su muerte, me refiero a “Podemos” y Garzón con su escombro de Izquierda Unida, han votado NO al “suplicatorio” del señor de Homs, de la antigua CiU, para que comparezca ante el TSJ por saltarse la ley a la torera; nos salva que PSOE, C’s y PP han votado que SÍ.

Alberto Garzón ha declarado que con su minuto de silencio no iba a blanquear la corrupción de la fallecida, que por cierto es presunta, vamos que nadie la ha condenado ni ya, por desgracia, va a ocurrir, entre otras cosas porque, nos guste o no, ha sido ejecutada por “la pena de telediario”.

Y “Podemos” de Pablo Iglesias, el mayor demagogo que existe en la actualidad por estos lares, ha mandado a los suyos desalojar el Congreso ante un respetuoso minuto de silencio por la muerte de un miembro de la Cortes Generales.

Qué hombre más “pobrecillo”, qué pena de España.

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