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Etiquetas | The Washington Post Writers Group
Kathleen Parker

Un alarde disfrazado de virtud

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Stupak.
Etimología: Epónimo del congresista Bart Stupak.
Función: verbo

1: En el proceso legislativo, dícese de impedir la aprobación de un anteproyecto basándose en un principio moral (por ejemplo, la protección de los no natos), acumulando poder en el proceso, desistiendo finalmente en el momento clave a cambio de prebendas, la cuantía de las cuales oscila en función del grado de renuncia de dicho legislador y/ o como reflejo de lo idiota que es la gente supuestamente. (Dialecto: quien apuñala por la espalda).

Pobre Bart Stupak. El hombre intentó ser el héroe de los no natos, y luego, cuando tenía toda la fuerza del momento en sus frágiles manos humanas, se le cayó el bebé. Hizo una genuflexión cuando debería haberse plantado y renunció a cambio de una orden ejecutiva que carece de sentido.

Ahora, a raíz de su decisión de votar a favor del proyecto de reforma sanitaria que amplía la financiación pública del aborto, es vilipendiado y será recordado siempre como el tipo que Stupakeó la reforma sanitaria y al movimiento pro-vida.

De todos los activistas decepcionados, Brian Burch, presidente de CatholicVote.org y creador de StandWithStupak.com, fue quizá el más franco en su apoyo a los Demócratas pro-vida. Hasta creó un video con un remake de la escena de la batalla final de "Braveheart".

Un Barack Obama con casco británico dice: "Nuestra caballería los aplastará como a la hierba... ¡A la carga!" A lo cual Stupak, gafas incongruentemente encaramadas a su rostro azul, ordena a los suyos horca en mano, "Aguantad... Aguantad, aguantad, aguantad".

Lamentablemente, Stupak no aguantó.
Finalmente fue débil y se vio abrumado por la fuerza política bruta. La historia no es ajena a esos momentos, pero hay que entenderlos por lo que son. Un engaño.

La orden ejecutiva prometida que hará que los fondos federales no se puedan utilizar para el aborto es completamente inútil, y todo mundo lo sabe. En primer lugar, el presidente puede revocarla tan pronto como estampe su firma.

En segundo lugar, una orden no puede atribuirse competencias que recaen en los tribunales ni sentar precedentes para demandar a nadie ante la justicia, según un ex consejero de la Casa Blanca. La orden por tanto no tiene ningún valor judicial.

Por último, una orden ejecutiva no puede prevalecer ni alterar un reglamento federal.

Es razonable suponer que Obama, ex profesor de Derecho constitucional, es muy consciente de la inutilidad de su promesa. Tal vez por eso no lo mencionó durante la ceremonia de aprobación el martes.

También Stupak sabía que la orden era un disfraz político simplemente para él y sus colegas pro-vida. Él lo sabía, porque varios miembros de la Conferencia de Obispos Católicos se lo explicaron, según algunas fuentes. La única manera de evitar la financiación pública del aborto es que su enmienda se añadiera al anteproyecto del Senado.

Claramente, la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi y el presidente no querían eso. Lo que querían era que el anteproyecto del Senado permitiera la financiación del aborto.

De esta forma, el proyecto de ley fue aprobado gracias a un engaño acordado entre las partes - un alarde que se disfraza de virtud. No es de extrañar que Stupak se enclaustrara el domingo, según varios grupos de presión antiabortistas que se concentraron en los exteriores de su oficina.

El goteo de lo ocurrido durante las 72 últimas horas previas a la votación mantendrá felizmente ocupados en la investigación durante años a los politólogos - y los psicólogos. Mientras tanto, con independencia de lo que piensen los estadounidenses de la reforma sanitaria y sus méritos relativos, deberían desengañarse de la idea de que fue un juego honesto.

Irónicamente, la víspera de la votación, Obama dijo: "No estamos obligados a ganar, pero estamos obligados a ser honestos. No estamos obligados a tener éxito, pero estamos obligados a dejar que cualquier razón que tengamos brille".

Los Demócratas estaban obligados a ganar, de acuerdo, pero ni la verdad ni la razón tuvieron algo que ver con ello.

La caída en desgracia del torpe Stupak es una lección de la fragilidad humana. En cuestión de horas, pasó de representar a la mayoría de estadounidenses que no quieren destinar dinero público al aborto a encabezar al ejército enemigo.

Algo grave debe de haberle pasado durante la noche.

Al margen de lo que sucediera, demonizar a Stupak parece excesivo y superfluo teniendo en cuenta los castigos que se imponen. Ya ha perdido una invitación a dirigirse al Desayuno Católico de Oración de Illinois el mes que viene. Su futuro político, por lo demás, podría haber sido vaticinado por esa anécdota a altas horas de la noche.

Después de la votación del domingo, un grupo de Demócratas, incluyendo a Stupak, se reunieron en un pub para celebrar la votación. En un momento bíblico, el Representante de Nueva York Anthony Weiner fue visto plantando un ósculo en la mejilla de Stupak.

Para un católico muy versado en el Evangelio, no se trata de un gesto reconfortante.

Un alarde disfrazado de virtud

Kathleen Parker
Kathleen Parker
jueves, 25 de marzo de 2010, 00:22 h (CET)
Stupak.
Etimología: Epónimo del congresista Bart Stupak.
Función: verbo

1: En el proceso legislativo, dícese de impedir la aprobación de un anteproyecto basándose en un principio moral (por ejemplo, la protección de los no natos), acumulando poder en el proceso, desistiendo finalmente en el momento clave a cambio de prebendas, la cuantía de las cuales oscila en función del grado de renuncia de dicho legislador y/ o como reflejo de lo idiota que es la gente supuestamente. (Dialecto: quien apuñala por la espalda).

Pobre Bart Stupak. El hombre intentó ser el héroe de los no natos, y luego, cuando tenía toda la fuerza del momento en sus frágiles manos humanas, se le cayó el bebé. Hizo una genuflexión cuando debería haberse plantado y renunció a cambio de una orden ejecutiva que carece de sentido.

Ahora, a raíz de su decisión de votar a favor del proyecto de reforma sanitaria que amplía la financiación pública del aborto, es vilipendiado y será recordado siempre como el tipo que Stupakeó la reforma sanitaria y al movimiento pro-vida.

De todos los activistas decepcionados, Brian Burch, presidente de CatholicVote.org y creador de StandWithStupak.com, fue quizá el más franco en su apoyo a los Demócratas pro-vida. Hasta creó un video con un remake de la escena de la batalla final de "Braveheart".

Un Barack Obama con casco británico dice: "Nuestra caballería los aplastará como a la hierba... ¡A la carga!" A lo cual Stupak, gafas incongruentemente encaramadas a su rostro azul, ordena a los suyos horca en mano, "Aguantad... Aguantad, aguantad, aguantad".

Lamentablemente, Stupak no aguantó.
Finalmente fue débil y se vio abrumado por la fuerza política bruta. La historia no es ajena a esos momentos, pero hay que entenderlos por lo que son. Un engaño.

La orden ejecutiva prometida que hará que los fondos federales no se puedan utilizar para el aborto es completamente inútil, y todo mundo lo sabe. En primer lugar, el presidente puede revocarla tan pronto como estampe su firma.

En segundo lugar, una orden no puede atribuirse competencias que recaen en los tribunales ni sentar precedentes para demandar a nadie ante la justicia, según un ex consejero de la Casa Blanca. La orden por tanto no tiene ningún valor judicial.

Por último, una orden ejecutiva no puede prevalecer ni alterar un reglamento federal.

Es razonable suponer que Obama, ex profesor de Derecho constitucional, es muy consciente de la inutilidad de su promesa. Tal vez por eso no lo mencionó durante la ceremonia de aprobación el martes.

También Stupak sabía que la orden era un disfraz político simplemente para él y sus colegas pro-vida. Él lo sabía, porque varios miembros de la Conferencia de Obispos Católicos se lo explicaron, según algunas fuentes. La única manera de evitar la financiación pública del aborto es que su enmienda se añadiera al anteproyecto del Senado.

Claramente, la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi y el presidente no querían eso. Lo que querían era que el anteproyecto del Senado permitiera la financiación del aborto.

De esta forma, el proyecto de ley fue aprobado gracias a un engaño acordado entre las partes - un alarde que se disfraza de virtud. No es de extrañar que Stupak se enclaustrara el domingo, según varios grupos de presión antiabortistas que se concentraron en los exteriores de su oficina.

El goteo de lo ocurrido durante las 72 últimas horas previas a la votación mantendrá felizmente ocupados en la investigación durante años a los politólogos - y los psicólogos. Mientras tanto, con independencia de lo que piensen los estadounidenses de la reforma sanitaria y sus méritos relativos, deberían desengañarse de la idea de que fue un juego honesto.

Irónicamente, la víspera de la votación, Obama dijo: "No estamos obligados a ganar, pero estamos obligados a ser honestos. No estamos obligados a tener éxito, pero estamos obligados a dejar que cualquier razón que tengamos brille".

Los Demócratas estaban obligados a ganar, de acuerdo, pero ni la verdad ni la razón tuvieron algo que ver con ello.

La caída en desgracia del torpe Stupak es una lección de la fragilidad humana. En cuestión de horas, pasó de representar a la mayoría de estadounidenses que no quieren destinar dinero público al aborto a encabezar al ejército enemigo.

Algo grave debe de haberle pasado durante la noche.

Al margen de lo que sucediera, demonizar a Stupak parece excesivo y superfluo teniendo en cuenta los castigos que se imponen. Ya ha perdido una invitación a dirigirse al Desayuno Católico de Oración de Illinois el mes que viene. Su futuro político, por lo demás, podría haber sido vaticinado por esa anécdota a altas horas de la noche.

Después de la votación del domingo, un grupo de Demócratas, incluyendo a Stupak, se reunieron en un pub para celebrar la votación. En un momento bíblico, el Representante de Nueva York Anthony Weiner fue visto plantando un ósculo en la mejilla de Stupak.

Para un católico muy versado en el Evangelio, no se trata de un gesto reconfortante.

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