La mayoría de las críticas coinciden en señalar que El Libro de Eli, la enésima película post-apocalíptica que llega a nuestras pantallas en los últimos tiempos, es el hermano tonto de la reciente The Road. Y hasta cierto punto no cabe duda de ello. Pero habría que precisar, siendo justos, que se trata de ese hermano tonto que logra sobreponerse a sus taras y triunfar, al menos en lo económico, más que su hermano listo. La clave está en que la película protagonizada por Denzel Washington y dirigida por los hermanos Hughes (Desde el Infierno) sabe transcender su condición de pastiche aglutinador donde todo vale (el western, las artes marciales, el drama, la ciencia ficción, el humor, el homenaje, el exceso surrealista, la parodia…) para, desparpajo mediante, suplir con simpatía su (virtual) falta de profundidad.
Es precisamente este desparpajo el que les permite a los realizadores juguetear con interesantísimas ideas y, al mismo tiempo, mantener la pose de que no pretenden otra cosa más que entretener. El uso de la Biblia como McGuffin resulta tan modélico como ingenioso a este respecto, pero, más allá de la originalidad conceptual de la propuesta, si hay algo que cautiva de El Libro de Eli es lo provocador que resulta su mensaje, porque, seamos sinceros… ¿acaso hay algo más políticamente incorrecto hoy en día que filmar una defensa a ultranza de la palabra de Dios valiéndose de mamporros coreografiados, tiros por doquier, estética del videojuego Fallout 3 (la principal influencia de la película por más que nadie sepa detectar en ella otras huellas que las de Mad Max o los western de Siegel y Leone) y música techno? Pues yo creo que no. Sobre todo teniendo en cuenta que, a diferencia de otros cineastas posmodernos que no se toman en serio sus creaciones porque de lo contrario dejarían de ser posmodernos, los Hughes dan la insólita impresión de que creen a pie juntillas en lo que nos están contando a pesar de lo bizarro y delirante del envoltorio. Así, son capaces de pasar de una secuencia de acción con toques de humor a lo Muchachada Nui, como es el tiroteo en la casa de los “viejunos”, (nunca mejor dicho), a una lúcida y aguda reflexión, no por simple menos acertada, sobre la necesidad de preservar el conocimiento oral como la que tiene lugar en el desenlace de Alcatraz, sin que el pulso ni la vergüenza les tiemble lo más mínimo en el proceso.
A una obra de estas características es más que comprensible que le lluevan las críticas negativas. Al fin y al cabo, no deja de ser una chorrada con trasfondo o trasfondillo, según deseen. Sin embargo, el impecable trabajo de Denzel Washington y Gary Oldman delante de las cámaras, y, el mucho más clásico de lo que parece de los hermanos Hughes detrás de ellas, confieren a The Book Eli un interés cinematográfico real que, más allá de lo bravucón de su planteamiento y del exceso, voluntario o no, de clichés, hacen de su visionado algo al menos tan recomendable como cualquier barrabasada tarantinera.