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Josu Gómez Barrutia

Resistiendo

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Este artículo con tintes a canción de Sabina es resumen del incrédulo verso de una noche maldita, de cristales rotos. De pesimismo vital por una economía trasnochada, que ahoga el dulce desayuno de una generación pérdida entre la desesperanza del presente y la incertidumbre del mañana.

Y es que la Crisis Económica mundial aunque nos parezca novedosa por su impacto y su crueldad, no lo es. A lo largo de la historia han existido muchas crisis de índole económica que de manera indisoluble han ido unidas al propio sistema capitalista. De esta forma en el pasado Siglo XX hemos asistido a otras crisis, algunas de tanta importancia como la del crack del 29 o la de los dragones asiáticos.

El sistema capitalista que actualmente rige la mundialización social, económica y política de nuestro planeta ha proporcionado a lo largo de todas estas décadas una prosperidad en el primer mundo, pseudo prosperidad de la que se han beneficiado millones de personas. De esta forma la ciudadanía del llamado primer mundo ha disfrutado de una sociedad de consumo que le ha proporcionado todo tipo de placeres tales como vacaciones perpetuas, marcas de pasarelas , vehículos de alta gama entre otros en definitiva un sistema hedonista en donde todos y cada uno de nosotros hemos visto nuestra realización a través del acceso a estos lujos materiales.

Pero el sistema capitalista lleva aparejadas crisis económicas de la virulencia de la que actualmente esta azotando nuestro planeta desde oriente a occidente. Y es que el sistema económico capitalista propaga a los cuatros vientos la búsqueda del beneficio individual como medio de articular el beneficio global. Pero esta falsa afirmación, no es más que un juego de trileros en donde los gurus neoconservadores y liberales de la economía mundial han hecho caer a los estados, estados que debilitados por el picoteo constante de los discursos de lo NO a lo público se han visto incapaces de regular una economía mundial en donde la búsqueda del beneficio individual de las grandes empresas, bancos y demás factótums económicos han ido unidas a la precariedad en los empleos, al cada vez mayor resquebrajamiento del sistema de bienestar ideado en la segunda mitad del siglo XX en Europa y todo ello cuando desde diferentes sectores de la izquierda se anunciaba lo que hoy es una realidad: El sistema económico mundial debe regularse.

Los partidos políticos de índole progresista tienen ante si esta responsabilidad y al mismo tiempo la obligación de crear un nuevo marco de desarrollo económico justo, equitativo y en donde los derechos humanos no sean una quimera sino una realidad.

¿Acaso podríamos permitir que nuestra sociedad siga alimentado a un sistema que condena a la pobreza a más de las 2/3 partes de las personas de nuestro planeta? ¿Qué cada minuto mueran 4 niños y 1600 mujeres por falta de asistencia medica? ¿Vamos a tolerar que un litro de petróleo valga más que un litro de sangre? ¿Qué el acceso al agua en gran parte de nuestro planeta sea un lujo sólo al alcance de quienes puedan pagarlo? ¿Qué cada minuto mueran cuatro niños por falta de esa agua?, en definitiva que sólo unos pocos privilegiados del mundo llamado desarrollado vivamos mientras que el resto de millones de personas mueren sin remedio. Yo estoy totalmente seguro que no, que cada uno de nosotros tenemos hoy un compromiso con nuestro presente y una cita con nuestro futuro. Son millones de personas las que desde sus diferentes ámbitos trabajan por hacer de nuestro mundo un lugar habitable y justo para todos y todas las personas que en el habitan, muchos los lideres mundiales económicos, políticos, sociales y culturales que entienden que esta crisis económica debe marcar un cambio de ritmo, un antes y un después en el modo de entender la globalidad de esta aldea llamada tierra.

Para ello, debemos de iniciar políticas de comercio justo, políticas de control y regulación económica de los mercados mundiales, una defensa real y efectiva del cumplimiento de los derechos humanos y sobre todo la búsqueda del compromiso de cada ciudadano y ciudadana en el cambio de modelo económico. Debemos de esta forma ser capaces de decir no a un sistema económico injusto, llevando a cabo un consumo responsable de productos de comercio justo, denunciando en cada conversación, en cada reunión la necesidad de articular un nuevo discurso, un discurso de igualdad, de prosperidad y de libertad.

Resistiendo

Josu Gómez Barrutia
Josu Gómez Barrutia
domingo, 21 de marzo de 2010, 10:34 h (CET)
Este artículo con tintes a canción de Sabina es resumen del incrédulo verso de una noche maldita, de cristales rotos. De pesimismo vital por una economía trasnochada, que ahoga el dulce desayuno de una generación pérdida entre la desesperanza del presente y la incertidumbre del mañana.

Y es que la Crisis Económica mundial aunque nos parezca novedosa por su impacto y su crueldad, no lo es. A lo largo de la historia han existido muchas crisis de índole económica que de manera indisoluble han ido unidas al propio sistema capitalista. De esta forma en el pasado Siglo XX hemos asistido a otras crisis, algunas de tanta importancia como la del crack del 29 o la de los dragones asiáticos.

El sistema capitalista que actualmente rige la mundialización social, económica y política de nuestro planeta ha proporcionado a lo largo de todas estas décadas una prosperidad en el primer mundo, pseudo prosperidad de la que se han beneficiado millones de personas. De esta forma la ciudadanía del llamado primer mundo ha disfrutado de una sociedad de consumo que le ha proporcionado todo tipo de placeres tales como vacaciones perpetuas, marcas de pasarelas , vehículos de alta gama entre otros en definitiva un sistema hedonista en donde todos y cada uno de nosotros hemos visto nuestra realización a través del acceso a estos lujos materiales.

Pero el sistema capitalista lleva aparejadas crisis económicas de la virulencia de la que actualmente esta azotando nuestro planeta desde oriente a occidente. Y es que el sistema económico capitalista propaga a los cuatros vientos la búsqueda del beneficio individual como medio de articular el beneficio global. Pero esta falsa afirmación, no es más que un juego de trileros en donde los gurus neoconservadores y liberales de la economía mundial han hecho caer a los estados, estados que debilitados por el picoteo constante de los discursos de lo NO a lo público se han visto incapaces de regular una economía mundial en donde la búsqueda del beneficio individual de las grandes empresas, bancos y demás factótums económicos han ido unidas a la precariedad en los empleos, al cada vez mayor resquebrajamiento del sistema de bienestar ideado en la segunda mitad del siglo XX en Europa y todo ello cuando desde diferentes sectores de la izquierda se anunciaba lo que hoy es una realidad: El sistema económico mundial debe regularse.

Los partidos políticos de índole progresista tienen ante si esta responsabilidad y al mismo tiempo la obligación de crear un nuevo marco de desarrollo económico justo, equitativo y en donde los derechos humanos no sean una quimera sino una realidad.

¿Acaso podríamos permitir que nuestra sociedad siga alimentado a un sistema que condena a la pobreza a más de las 2/3 partes de las personas de nuestro planeta? ¿Qué cada minuto mueran 4 niños y 1600 mujeres por falta de asistencia medica? ¿Vamos a tolerar que un litro de petróleo valga más que un litro de sangre? ¿Qué el acceso al agua en gran parte de nuestro planeta sea un lujo sólo al alcance de quienes puedan pagarlo? ¿Qué cada minuto mueran cuatro niños por falta de esa agua?, en definitiva que sólo unos pocos privilegiados del mundo llamado desarrollado vivamos mientras que el resto de millones de personas mueren sin remedio. Yo estoy totalmente seguro que no, que cada uno de nosotros tenemos hoy un compromiso con nuestro presente y una cita con nuestro futuro. Son millones de personas las que desde sus diferentes ámbitos trabajan por hacer de nuestro mundo un lugar habitable y justo para todos y todas las personas que en el habitan, muchos los lideres mundiales económicos, políticos, sociales y culturales que entienden que esta crisis económica debe marcar un cambio de ritmo, un antes y un después en el modo de entender la globalidad de esta aldea llamada tierra.

Para ello, debemos de iniciar políticas de comercio justo, políticas de control y regulación económica de los mercados mundiales, una defensa real y efectiva del cumplimiento de los derechos humanos y sobre todo la búsqueda del compromiso de cada ciudadano y ciudadana en el cambio de modelo económico. Debemos de esta forma ser capaces de decir no a un sistema económico injusto, llevando a cabo un consumo responsable de productos de comercio justo, denunciando en cada conversación, en cada reunión la necesidad de articular un nuevo discurso, un discurso de igualdad, de prosperidad y de libertad.

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