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Kathleen Parker

Salvar el mundo, mujer a mujer

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WASHINGTON - Si la imagen que usted tiene de la mujer afgana es la de un bulto asustado e informe que se mueve bajo metros de tela que atrapa el calor, es que no conoce a Shafiqa Quraishi.

Llamémosla (BEG ITAL)Coronel(END ITAL) Quraishi, recibida su distinción como una de las más de 900 mujeres de la Policía Nacional de Afganistán.

Quraishi, directora hoy de la Oficina de Derechos Sexuales, Humanos e Infantiles del Ministerio afgano de Interior, fue una de las nueve mujeres en recibir el galardón International Women of Courage Award de manos de la Secretario de Estado, Hillary Clinton.

Ella y su colega afgana de premio Shukria Asil participaron el jueves en un almuerzo y coloquio con mujeres del Consejo Afgano-Estadounidense de la Mujer para debatir formas de ayudar a las mujeres y las niñas que luchan por los derechos y la seguridad.

Al margen de lo que usted crea saber sobre Afganistán, la realidad probablemente sea mucho mejor -- y mucho peor. Y aunque el burka sigue siendo utilizado por muchas, está mucho menos presente en las calles urbanas actualmente a medida que las mujeres asumen nuevos roles.

Hablando con traductor, las dos mujeres reiteraron una temática dominante repetida una y otra vez a lo largo de días de actos de distinción de mujeres valientes en todo el mundo.

"No somos víctimas".
Sí, por supuesto, muchas han sido víctimas de regímenes brutales en algunos casos, o de fuerzas culturales, o de hombres que se han apropiado de la religión para justificar acciones que en nuestra parte del mundo se consideran delitos. Pero estas mujeres no buscan compensaciones; buscan reconocimiento.

Es una distinción crucial que pone de relieve el valor que demuestran en el mecanismo rutinario que llamamos vida cotidiana.

Las magistradas se despiden de sus familias por la mañana y se encomiendan al creador por si no vuelven. Los padres envían a sus hijas al colegio a pesar de incidentes como los ataques con ácido a 15 alumnas y profesoras en 2008.

Escuché el "no somos víctimas" un día antes a otro grupo de mujeres - procedentes de Bahrein, Afganistán, Pakistán, Kenia, Brasil y Haití - que habían venido a recoger el premio de Vital Voices Global Partnership, una organización no gubernamental que trabaja para apoyar a las líderes y empresarias sociales de todo el mundo.

Vital Voices, que surgió de la cuarta Conferencia Mundial de la Mujer organizada por la ONU en 1995, se centra en impulsar el papel de la mujer como objetivo de la política exterior estadounidense. Traducción: apoyar a la mujer conducirá a una mayor prosperidad y paz mundial.

No es posible sentarse y hablar con estas mujeres y evitar la inspiración. A un extremo del espectro está Afnan al Zayani, consejera delegada de una empresa de Bahrein que encabeza la Red de Mujeres Empresarias de Oriente Medio y el Norte de África. A otro está Rebecca Lolosoli, la matriarca de la aldea Umoja de Kenia, una comunidad femenina que creó para ayudar a las mujeres, las niñas, las huérfanas y las viudas abandonadas por sus familias o que huían de la violencia doméstica, el matrimonio forzado o la ablación.

Eso pone en perspectiva nuestros dramas cotidianos, ¿eh?

Pero, de nuevo, se niegan a ser víctimas.

Roshaneh Zafar, que fundó en Pakistán la primera organización que concede microcréditos a las mujeres de escasos recursos, se muestra inflexible en este punto. Ella no quiere ser rescatada (ni tampoco tiene ningún interés en hacer apología de su religión).

"Como todas las mujeres de todas partes, queremos tener presencia".

Esto significa empleo, dinero, seguridad y protección pública. Y no, decía la Coronel, las mujeres no tienen que hacer abalorios. Cuando usted piense en una mujer afgana, en otras palabras, no piense en un tapiz bordado; piense en una policía. Los tapices son encantadores, y todas queremos uno, pero Quraishi prefiere que las mujeres tengan armas. Su objetivo inmediato es ampliar el número de mujeres policía en las fuerzas del orden hasta los 5.000 efectivos.

La suya es una tarea hercúlea en parte a causa de las barreras culturales. Tanto los hombres como las mujeres han de ser convencidos de que la labor policial, igual que las demás profesiones no tradicionales, es algo "respetable" en el caso de una mujer. Y antes de que las mujeres puedan convertirse en profesionales de cualquier sector, deben recibir una educación. Sólo el 30 por ciento de las niñas afganas acuden a la escuela, en parte a causa del peligro pero también a causa de la pobreza.

Los menores hacen falta para trabajar, si es que no son ya cabezas de familia, como es el caso de muchos. Asil afirma que con 100 dólares al mes, un niño puede alimentar a su familia durante un mes. Pero ¿de dónde sale esa cantidad de dinero en un país que lucha por reinventar las instituciones básicas?

De personas como los integrantes del Consejo de la Mujer o Vital Voices. Si lleva cambio, puede salvar a una niña. Salve una niña, salve el planeta.

Salvar el mundo, mujer a mujer

Kathleen Parker
Kathleen Parker
miércoles, 17 de marzo de 2010, 09:14 h (CET)
WASHINGTON - Si la imagen que usted tiene de la mujer afgana es la de un bulto asustado e informe que se mueve bajo metros de tela que atrapa el calor, es que no conoce a Shafiqa Quraishi.

Llamémosla (BEG ITAL)Coronel(END ITAL) Quraishi, recibida su distinción como una de las más de 900 mujeres de la Policía Nacional de Afganistán.

Quraishi, directora hoy de la Oficina de Derechos Sexuales, Humanos e Infantiles del Ministerio afgano de Interior, fue una de las nueve mujeres en recibir el galardón International Women of Courage Award de manos de la Secretario de Estado, Hillary Clinton.

Ella y su colega afgana de premio Shukria Asil participaron el jueves en un almuerzo y coloquio con mujeres del Consejo Afgano-Estadounidense de la Mujer para debatir formas de ayudar a las mujeres y las niñas que luchan por los derechos y la seguridad.

Al margen de lo que usted crea saber sobre Afganistán, la realidad probablemente sea mucho mejor -- y mucho peor. Y aunque el burka sigue siendo utilizado por muchas, está mucho menos presente en las calles urbanas actualmente a medida que las mujeres asumen nuevos roles.

Hablando con traductor, las dos mujeres reiteraron una temática dominante repetida una y otra vez a lo largo de días de actos de distinción de mujeres valientes en todo el mundo.

"No somos víctimas".
Sí, por supuesto, muchas han sido víctimas de regímenes brutales en algunos casos, o de fuerzas culturales, o de hombres que se han apropiado de la religión para justificar acciones que en nuestra parte del mundo se consideran delitos. Pero estas mujeres no buscan compensaciones; buscan reconocimiento.

Es una distinción crucial que pone de relieve el valor que demuestran en el mecanismo rutinario que llamamos vida cotidiana.

Las magistradas se despiden de sus familias por la mañana y se encomiendan al creador por si no vuelven. Los padres envían a sus hijas al colegio a pesar de incidentes como los ataques con ácido a 15 alumnas y profesoras en 2008.

Escuché el "no somos víctimas" un día antes a otro grupo de mujeres - procedentes de Bahrein, Afganistán, Pakistán, Kenia, Brasil y Haití - que habían venido a recoger el premio de Vital Voices Global Partnership, una organización no gubernamental que trabaja para apoyar a las líderes y empresarias sociales de todo el mundo.

Vital Voices, que surgió de la cuarta Conferencia Mundial de la Mujer organizada por la ONU en 1995, se centra en impulsar el papel de la mujer como objetivo de la política exterior estadounidense. Traducción: apoyar a la mujer conducirá a una mayor prosperidad y paz mundial.

No es posible sentarse y hablar con estas mujeres y evitar la inspiración. A un extremo del espectro está Afnan al Zayani, consejera delegada de una empresa de Bahrein que encabeza la Red de Mujeres Empresarias de Oriente Medio y el Norte de África. A otro está Rebecca Lolosoli, la matriarca de la aldea Umoja de Kenia, una comunidad femenina que creó para ayudar a las mujeres, las niñas, las huérfanas y las viudas abandonadas por sus familias o que huían de la violencia doméstica, el matrimonio forzado o la ablación.

Eso pone en perspectiva nuestros dramas cotidianos, ¿eh?

Pero, de nuevo, se niegan a ser víctimas.

Roshaneh Zafar, que fundó en Pakistán la primera organización que concede microcréditos a las mujeres de escasos recursos, se muestra inflexible en este punto. Ella no quiere ser rescatada (ni tampoco tiene ningún interés en hacer apología de su religión).

"Como todas las mujeres de todas partes, queremos tener presencia".

Esto significa empleo, dinero, seguridad y protección pública. Y no, decía la Coronel, las mujeres no tienen que hacer abalorios. Cuando usted piense en una mujer afgana, en otras palabras, no piense en un tapiz bordado; piense en una policía. Los tapices son encantadores, y todas queremos uno, pero Quraishi prefiere que las mujeres tengan armas. Su objetivo inmediato es ampliar el número de mujeres policía en las fuerzas del orden hasta los 5.000 efectivos.

La suya es una tarea hercúlea en parte a causa de las barreras culturales. Tanto los hombres como las mujeres han de ser convencidos de que la labor policial, igual que las demás profesiones no tradicionales, es algo "respetable" en el caso de una mujer. Y antes de que las mujeres puedan convertirse en profesionales de cualquier sector, deben recibir una educación. Sólo el 30 por ciento de las niñas afganas acuden a la escuela, en parte a causa del peligro pero también a causa de la pobreza.

Los menores hacen falta para trabajar, si es que no son ya cabezas de familia, como es el caso de muchos. Asil afirma que con 100 dólares al mes, un niño puede alimentar a su familia durante un mes. Pero ¿de dónde sale esa cantidad de dinero en un país que lucha por reinventar las instituciones básicas?

De personas como los integrantes del Consejo de la Mujer o Vital Voices. Si lleva cambio, puede salvar a una niña. Salve una niña, salve el planeta.

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