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Parece mentira, pero tratamos de agrandar las brechas de cara al pasado, el presente y el futuro

Brechas sociales

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Las ausencias, mejor diría yo, las pérdidas, establecen una oquedad inmensa que va desde las personas vivas a todo cuanto fue desapareciendo a lo largo del tiempo. De todas esas huidas, la MUERTE es la principal actora en los repartos, sigue viva, impertérrita. Los seres queridos, costumbres, ambientes; primero pasaron a ruinas, antes de la escapada definitiva. La brecha es enorme, cada vez mayor entre los vivos y el pasado. Ni el recuerdo acaba de ser útil, por que apenas saca a colación pequeñas porciones de lo acontecido. Víctimas de las guerras, héroes o villanos, familiares o seres lejanos, civilizaciones enteras, fueron situándose al otro lado, hasta que también nosotros nos situemos allí.

Quizá no nos importe en demasía ese hiato abierto entre lo que fue (Personas, ideas, cosas) y las identidades actuantes hoy. Vislumbramos unas perspectivas irreflexivas en los comportamientos. Ahora, las brechas establecidas no nacen de las realidades contrastadas, digamos que son meramente VIRTUALES, pero de una efectividad brutal. Las decisiones se pronuncian en cualquier lugar, a través de unos hilos comunicativos ocultos; desconocemos el número e identidades de sus agentes activos; pero, al otro lado de las barricadas, muy distanciados, derrengados, quedan en la desgracia incontables individuos despreciados. Tratamos con una separación inclemente, sin visos de solución, con la distorsión permanente.

Ya sé, ya sé, ahora los asuntos gramaticales importan poco. La estructura del lenguaje, a ese paso, recalará cada vez en libros más antiguos. Para los usos actuales, el cerebro no precisa de apoyos refinados del lenguaje, son suficientes cuatro signos y alguna abreviatura oportunista. Desde esa progresiva dejadez, de un simplismo apabullante, ha evolucionado la notable separación entre el OÍR y el ESCUCHAR. El proceso fisiológico de oír algún sonido, separado de la atención activada, para escuchar, comprender lo que se dice.

En esas estamos. Introducidos en los ambientes públicos, intentando el diálogo con la gente de empresas e instituciones, en los intercambios profesionales, en las ajetreadas relaciones particulares; lo vamos comprobando a diario, acabará siendo una rareza el hallazgo de escuchantes en el bullicio atolondrado imperante. En la DISGREGACIÓN originada, ni ganas ni necesidad de escuchar quedarán. Oír, sí, por que no queda más remedio, pero sin pasos coherentes dirigidos a una mayor comprensión. Practicamos, avanzamos, en un aislamiento de vocablos y conductas divergentes.

Existe una brecha de gran magnitud, separadora donde las hay, quizá la de mayor antigüedad y con pinta de ser acompañante perpetua de la Humanidad. Hemos de contar con sus obstáculos, con los posibles métodos correctores, pero sin ánimo de contemplar su desaparición, dada la ratificación diaria de su carácter imperecedero. La denomino brecha del RASERO, aplicada de manera ubicua y sin distinción de gentes; si acaso en cuestión de grado, en la oportunidad de los momentos. Eso sí, unos pocos por encima, y por debajo, cuantos más sean posibles. El primer sospechoso será quien presuma de no haber contribuido a su mantenimiento en alguna ocasión, de no haber utilizado esos posicionamientos.

¡Ay, amigos! Las diferencias forman parte esencial de las relaciones sociales, el intento de aprovecharlas en interés propio no plantea dudas, es natural. En pocas ocasiones comprobaremos la actitud de los respetos igualitarios, pero casi nunca la práctica real en ese sentido. Quien sube por encima del rasero, observa desde arriba a los situados debajo. Alardeamos desde el carruaje de la PREPOTENCIA a la menor facilitación. Quien alcanza cotas de poder, dinero, conocimientos, el más mínimo rango social; enseguida asume su lejanía con respecto a los considerados inferiores, aunque esa interpretación esté forjada a base de falsedades. Queda abierto el camino para las extralimitaciones, delitos o perversiones.

La recopilación de datos exige un cierto orden, requiere una meticulosa archivación, para evitar el descontrol o pérdidas innecesarias; para tenerlos a disposición de posibles utilizaciones en el futuro, aunque el almacenamiento nunca será perfecto. Desde los datos antiguos nos separan profundos abismos, porque la extracción de los contenidos atraviesa la criba de las PREFERENCIAS; las utilidades marcarán la selección de datos extraídos, consolidan una memoria fraguada en elaboraciones novedosas. Achacamos la brecha a los olvidos, que son innegables, pero aquella selección no fue neutral, a veces falseada, en una frecuente expresión de disparates. De lo que fue, vislumbramos mayores disparidades de las existentes realmente.

De las preferencias citadas, emergen elementos sueltos, constituyen una trabazón compleja en forma de memoria de contenidos peculiares; aún más complicado, generadora de conclusiones alejadas progresivamente de la realidad. Propiamente, no podemos catalogar de falsos los contenidos afincados en dichas memorias; pero, sin la conexión con el resto, forman parte de unas proposiciones ALIENADAS. Sus rasgos dispersos exponen un conjunto irreal con visos de manipulación. Esa enajenación de cara a las resoluciones adoptadas, les distancia de los argumentos razonados para la asimilación de las experiencias vividas. El desinterés habitual del público, su trivialidad, potencia esa separación de conciencias cabales y alienados enturbiadores.

Si reunimos las tendencias separadoras, se potencian entre sí. Las divergencias son una constante, virtuales, sensoriales, intelectuales; y sobre todo, inesquivables en la práctica. El reto de aminorar sus pegas, aparece como una invitación oportuna. Sin embargo, en el relato de las experiencias tropezamos con sus carencias. La insuficiencia COMUNICADORA distancia las vivencias personales de la narración externa; peor aún, si ese relato es un cuento interesado. Tratamos de un ensamblaje incompleto, por las propias características de sus elementos constituyentes. Los simples resúmenes en frio son insuficientes. El reto superador implica la buena voluntad de los participantes, junto a las mejores cualidades con talante comunitario.

Desde la genética conocemos las maravillas de la diversidad salvadora, de la evolución a través de los rasgos plurales. Las variaciones son las semillas de la existencia sana. Pensemos en un mundo poblado de gentes clonadas, todos iguales; la degeneración en su máximo exponente, porque siempre estarían bajo la tutela de los mangoneadores. La clave no radica en los rasgos distintivos naturales, sino en el artificios agrandadores de las distancias entre los humanos, por procedencia, cultura, raza (Sigue hablándose del pedigrí en gente allegada al terrorismo), estructuras de poder. El afán de los SEPARADORES es centrífugo difusor de perjuicios y marginaciones; y, centrípeto, atractor de prebendas para el núcleo de promotores.

Resulta evidente la existencia de enormes diferencias naturales; ahora bien, los grandes empeoramientos separadores son producidos por la intervención humana. En medio de esta lucha; seguimos contando con las suficientes cotas de libertad, como para no eludir las responsabilidades. Por eso afrontamos la DISYUNTIVA definitoria, laboraremos a favor de las creaciones solidarias o agrandaremos las brechas.

Brechas sociales

Parece mentira, pero tratamos de agrandar las brechas de cara al pasado, el presente y el futuro
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 18 de noviembre de 2016, 00:00 h (CET)
Las ausencias, mejor diría yo, las pérdidas, establecen una oquedad inmensa que va desde las personas vivas a todo cuanto fue desapareciendo a lo largo del tiempo. De todas esas huidas, la MUERTE es la principal actora en los repartos, sigue viva, impertérrita. Los seres queridos, costumbres, ambientes; primero pasaron a ruinas, antes de la escapada definitiva. La brecha es enorme, cada vez mayor entre los vivos y el pasado. Ni el recuerdo acaba de ser útil, por que apenas saca a colación pequeñas porciones de lo acontecido. Víctimas de las guerras, héroes o villanos, familiares o seres lejanos, civilizaciones enteras, fueron situándose al otro lado, hasta que también nosotros nos situemos allí.

Quizá no nos importe en demasía ese hiato abierto entre lo que fue (Personas, ideas, cosas) y las identidades actuantes hoy. Vislumbramos unas perspectivas irreflexivas en los comportamientos. Ahora, las brechas establecidas no nacen de las realidades contrastadas, digamos que son meramente VIRTUALES, pero de una efectividad brutal. Las decisiones se pronuncian en cualquier lugar, a través de unos hilos comunicativos ocultos; desconocemos el número e identidades de sus agentes activos; pero, al otro lado de las barricadas, muy distanciados, derrengados, quedan en la desgracia incontables individuos despreciados. Tratamos con una separación inclemente, sin visos de solución, con la distorsión permanente.

Ya sé, ya sé, ahora los asuntos gramaticales importan poco. La estructura del lenguaje, a ese paso, recalará cada vez en libros más antiguos. Para los usos actuales, el cerebro no precisa de apoyos refinados del lenguaje, son suficientes cuatro signos y alguna abreviatura oportunista. Desde esa progresiva dejadez, de un simplismo apabullante, ha evolucionado la notable separación entre el OÍR y el ESCUCHAR. El proceso fisiológico de oír algún sonido, separado de la atención activada, para escuchar, comprender lo que se dice.

En esas estamos. Introducidos en los ambientes públicos, intentando el diálogo con la gente de empresas e instituciones, en los intercambios profesionales, en las ajetreadas relaciones particulares; lo vamos comprobando a diario, acabará siendo una rareza el hallazgo de escuchantes en el bullicio atolondrado imperante. En la DISGREGACIÓN originada, ni ganas ni necesidad de escuchar quedarán. Oír, sí, por que no queda más remedio, pero sin pasos coherentes dirigidos a una mayor comprensión. Practicamos, avanzamos, en un aislamiento de vocablos y conductas divergentes.

Existe una brecha de gran magnitud, separadora donde las hay, quizá la de mayor antigüedad y con pinta de ser acompañante perpetua de la Humanidad. Hemos de contar con sus obstáculos, con los posibles métodos correctores, pero sin ánimo de contemplar su desaparición, dada la ratificación diaria de su carácter imperecedero. La denomino brecha del RASERO, aplicada de manera ubicua y sin distinción de gentes; si acaso en cuestión de grado, en la oportunidad de los momentos. Eso sí, unos pocos por encima, y por debajo, cuantos más sean posibles. El primer sospechoso será quien presuma de no haber contribuido a su mantenimiento en alguna ocasión, de no haber utilizado esos posicionamientos.

¡Ay, amigos! Las diferencias forman parte esencial de las relaciones sociales, el intento de aprovecharlas en interés propio no plantea dudas, es natural. En pocas ocasiones comprobaremos la actitud de los respetos igualitarios, pero casi nunca la práctica real en ese sentido. Quien sube por encima del rasero, observa desde arriba a los situados debajo. Alardeamos desde el carruaje de la PREPOTENCIA a la menor facilitación. Quien alcanza cotas de poder, dinero, conocimientos, el más mínimo rango social; enseguida asume su lejanía con respecto a los considerados inferiores, aunque esa interpretación esté forjada a base de falsedades. Queda abierto el camino para las extralimitaciones, delitos o perversiones.

La recopilación de datos exige un cierto orden, requiere una meticulosa archivación, para evitar el descontrol o pérdidas innecesarias; para tenerlos a disposición de posibles utilizaciones en el futuro, aunque el almacenamiento nunca será perfecto. Desde los datos antiguos nos separan profundos abismos, porque la extracción de los contenidos atraviesa la criba de las PREFERENCIAS; las utilidades marcarán la selección de datos extraídos, consolidan una memoria fraguada en elaboraciones novedosas. Achacamos la brecha a los olvidos, que son innegables, pero aquella selección no fue neutral, a veces falseada, en una frecuente expresión de disparates. De lo que fue, vislumbramos mayores disparidades de las existentes realmente.

De las preferencias citadas, emergen elementos sueltos, constituyen una trabazón compleja en forma de memoria de contenidos peculiares; aún más complicado, generadora de conclusiones alejadas progresivamente de la realidad. Propiamente, no podemos catalogar de falsos los contenidos afincados en dichas memorias; pero, sin la conexión con el resto, forman parte de unas proposiciones ALIENADAS. Sus rasgos dispersos exponen un conjunto irreal con visos de manipulación. Esa enajenación de cara a las resoluciones adoptadas, les distancia de los argumentos razonados para la asimilación de las experiencias vividas. El desinterés habitual del público, su trivialidad, potencia esa separación de conciencias cabales y alienados enturbiadores.

Si reunimos las tendencias separadoras, se potencian entre sí. Las divergencias son una constante, virtuales, sensoriales, intelectuales; y sobre todo, inesquivables en la práctica. El reto de aminorar sus pegas, aparece como una invitación oportuna. Sin embargo, en el relato de las experiencias tropezamos con sus carencias. La insuficiencia COMUNICADORA distancia las vivencias personales de la narración externa; peor aún, si ese relato es un cuento interesado. Tratamos de un ensamblaje incompleto, por las propias características de sus elementos constituyentes. Los simples resúmenes en frio son insuficientes. El reto superador implica la buena voluntad de los participantes, junto a las mejores cualidades con talante comunitario.

Desde la genética conocemos las maravillas de la diversidad salvadora, de la evolución a través de los rasgos plurales. Las variaciones son las semillas de la existencia sana. Pensemos en un mundo poblado de gentes clonadas, todos iguales; la degeneración en su máximo exponente, porque siempre estarían bajo la tutela de los mangoneadores. La clave no radica en los rasgos distintivos naturales, sino en el artificios agrandadores de las distancias entre los humanos, por procedencia, cultura, raza (Sigue hablándose del pedigrí en gente allegada al terrorismo), estructuras de poder. El afán de los SEPARADORES es centrífugo difusor de perjuicios y marginaciones; y, centrípeto, atractor de prebendas para el núcleo de promotores.

Resulta evidente la existencia de enormes diferencias naturales; ahora bien, los grandes empeoramientos separadores son producidos por la intervención humana. En medio de esta lucha; seguimos contando con las suficientes cotas de libertad, como para no eludir las responsabilidades. Por eso afrontamos la DISYUNTIVA definitoria, laboraremos a favor de las creaciones solidarias o agrandaremos las brechas.

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