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“Un grajo hinchado de vana soberbia cogió unas plumas que se le habían caído a un pavo real y se adornó con ellas...” Esopo

Europa, víctima de sus propias carencias

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Una vez más la vieja y apolillada Europa, la que enamoró a Júpiter que, convertido en toro blanco se la llevó sobre sus lomos a Creta, donde concibió tres hijos; se vuelve a encontrar en apuros y, a diferencia de anteriores ocasiones, en las que tuvo a su lado, apoyándola en sus apuros bélicos de las dos grandes guerras que tuvo que soportar, ahora, cuando más confiaba se encontraba, cuando se sentía apoyada desde el otro lado del Atlántico por la gran nación americana, cuando había reducido su esfuerzo militar y sus presupuestos comunitarios se dirigían hacia otros objetivos más rentables y de orden social; unas elecciones en sus valedores americanos, en los EE.UU de América, han dado al traste, de un plumazo, con todo su proyecto de defensa, con la misma estructura de la OTAN, y con lo que puedan ser, de hoy en adelante, las relaciones, no solamente de amistad que parecen garantizadas, sino de colaboración económica y militar con las que la CE venía contando.

El Tratado de Libre Comercio, que llevaba camino de ser concluido, en breve, entre ambas potencias aliadas; con la inesperada irrupción del señor Donald Trump al frente de la Casa Blanca y los trascendentales cambios de política externa que ha venido anunciando, ponen en cuestión que, todos aquellos proyectos de supresión de trabas y aranceles, queden convertidos en meras utopías irrealizables si, como es muy probable que suceda, la tendencia del nuevo presidente americano es la de primar las cuestiones interiores de su país, dar preferencia a remozar las infraestructuras obsoletas y poner más énfasis en que, los futuros tratados que su nación pueda llevar a término con otras naciones, sean siempre más beneficiosos para los norteamericanos que para aquéllas; lo que, si queremos ser justos, no deja de ser bastante razonable.

No obstante, este nuevo tropiezo, esta circunstancia que podríamos considerar inesperada, cuando todas las apuestas, las encuestas y las opiniones de los “entendidos” daban por descontado el triunfo de Hillary Clinton; no ha hecho más que añadirse a otros temas espinosos a los que, el Parlamento Europeo, ha tenido que enfrentarse, en muchos casos sin éxito o con demasiados flecos pendientes de solucionar. Europa, en estos momentos, tiene varios frentes abiertos a los que, ahora, se les une el de la incógnita de lo que va a ser la futura política de los EE.UU respecto a la defensa europea y a las relaciones comerciales entre ambas potencias. En primer lugar, tenemos el caso del terrorismo yihadista que, con toda seguridad, se va a convertir más intenso y peligroso a medida que, en Oriente Medio, las fuerzas del EI vayan siendo derrotadas por la alianza de los gobiernos de Siria, EE.UU, Rusia y Francia. La presión del terrorismo de comandos, la imposibilidad de evitar que un sujeto o unos pocos terroristas cometan actos aislados en las naciones de la UE, sólo depende de que la Inteligencia y las fuerzas policíacas actúen al 100% de su capacidad y consigan adelantarse a los planes de quienes no les importa perder la vida si, con ello, logran crear el mayor número de víctimas que causen el mayor impacto en la población civil del país.

Otro frente es el de Ukrania y las relaciones con Moscú. Va a ser muy difícil, dadas las buenas relaciones que parece que van a tener el señor Putín y el señor Trump, que el tema de Crimea y el de la parte Este de Ukrania se pueda resolver a favor del gobierno ukraniano y de los intereses europeos, en el problema suscitado por la ocupación de Crimea por los prorrusos. Pero no acaban aquí los problemas europeos que van a ser incrementados con el inesperado éxito del brexit del UK, de la CE. Los problemas que, para ambas partes, se van suscitando en virtud de la decisión de los ingleses de apartarse de sus compromisos contraídos con la UE, para evitar tener que seguir aceptando resoluciones que no les beneficiaban, como ha sido el caso de los cupos masivos de inmigrantes, muchos de los cuales han causado graves problemas en las inmediaciones de Calais donde, tanto franceses como ingleses, se han tenido que enfrentar a situaciones muy difíciles de controlar, siguen alentando controversia. Los ingleses decidieron que no estaban en condiciones de recibir a más inmigrantes y, especialmente, a aquellos indocumentados que provenían de los países, como Siria e Irak, en los que, el Daesh o ISIS, había adquirido carta de naturaleza, con la posibilidad, como ocurrió en Bélgica y Francia, de que, entre tal multitud, pudiera filtrase algún sujeto o grupo de terroristas con la intención de provocar atentados en la nación inglesa. Otra cosa, y habrá que ver como acaba este envite entre la señora May y los negociadores de la CE, va a ser si Europa, una vez más, se deja tomar el pelo por los británicos y se presta a negociar concesiones económicas que los puedan beneficiar y seguir disfrutando de los provechos del comercio libre, mientras, por otra parte, dejan de contribuir a los gastos y al resto de obligaciones inherentes a quienes quieren continuar siendo socios de la UE.

Sin embargo, queda otra cuestión vital a la que deberá enfrentarse Europa, si los países democráticos que la integran no se deciden a tomar medidas drásticas en contra de este creciente “populismo” de izquierdas que, poco a poco, se viene filtrando, empezando por Grecia y continuando por España, en varias de las naciones de la CE, como es el caso de Italia, en la que el presidente Renzi, de la izquierda italiana, se ve amenazado, desde sus compañeros de la extrema izquierda, concretamente por las huestes de Beppe Grillo, del movimiento ultra Cinco Estrellas que, con su oratoria populista, está consiguiendo situarse como un peligroso rival para el actual Presidente de la República Italiana, Matteo Renzi.

Es posible que, esta UE, que con tanto ánimo comenzó su andadura, con la pretensión de convertirse en una unión política y de comercio, dispuesta a enfrentarse de igual a igual con el coloso americano; pecara de optimismo cuando pensó que sería fácil conjugar, en una sola Constitución, todo el entramado político, social, partidista, económico y financiero de 28 naciones que, cada una de ellas, tenía su propia historia, idiosincrasia, costumbres, idioma y, lo peor de todo, experiencia de sus desavenencias con sus vecinas resueltas, o al menos intentando hacerlo, mediante enfrentamientos armados que crearon heridas, difícilmente cicatrizables, entre sus respectivos pueblos. En realidad, el proyecto europeo no ha acabado de conformarse desde el momento que, si bien en el aspecto económico se han producido importantes avances, en cuanto a la unificación de las distintas legislaciones y en la redacción de una Constitución común, han resultado un completo fracaso. Europa sigue siendo un conjunto de naciones, no federadas, incapaces de remar en la misma dirección y sujetas a las presiones de la ciudadanía de cada una de ellas, incapaz de entender que, la unión de la UE, requiere el ceder y adaptarse a lo que une, renunciando a lo que separa.

Es posible que este reactivo que nos venga de los EE.UU, este aviso de que, si queremos seguridad, deberemos ser nosotros, los europeos, quienes seamos capaces de procurárnosla, sea una vacuna para Europa. Se acabó la época de confiar en nuestros amigos de Norteamérica porque, es muy posible, que hayan decidido no continuar siendo la niñera de Europa. ¿Estamos en condiciones de procurarnos una defensa adecuada a nuestras necesidades?,¿Los, mal acostumbrados, ciudadanos europeos, con sus complejos de superioridad y su empacho de autoestima, serán capaces de entender que, cada Estado deberá dedicar una cantidad mayor a su presupuesto de defensa? Todo esto cuando la cuestión de la crisis pasada todavía no ha acabado de resolverse y, el antimilitarismo, se ha convertido en el leitmotiv de la juventud europea. Lo que sí es cierto es que, si seguimos cediendo ante el pasotismo de una juventud mal criada, irresponsable y epicúrea, entregada a causas ilusorias y con escaso o nulo sentido de la realidad, es muy posible que no tardemos en notar los efectos de la degradación de una Europa, que ha confiado demasiado en su legado cultural, que se ha creído en un plano superior a los países emergentes y que, si no rectificamos, no vamos a tardar en comprobar cómo, este estado de bienestar que algunos se empeñan en situar en un plano inalcanzable, va a comenzar a perderse para llegar, eso sí, a la plena igualdad, sólo que, a la paridad en la pobreza, en el anonimato, en la abulia y en el nihilismo existencial, una filosofía que ya afectó en otros tiempos a una sociedad incapaz de sobreponerse a los retos de la vida.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que, este proyecto de una Europa unida y capaz de llevar a cabo la transformación política con la que soñaron sus fundadores, está corriendo una de las etapas más peligrosa de su historia cuando, nunca como ahora, había estado tan a punto de desintegrase, precisamente minada desde dentro por los nacionalismos insuperables de muchas de las naciones que forman parte de ella. Y sería una verdadera lástima que, todos los europeos, nos dejáramos arrastrar por esta filosofía relativista, un tanto psicopática, que parece que ha venido haciendo mella en una parte importante de la civilización occidental. Y termino con una frase de A.Conan Doyle: “No sirve de nada alimentarse de esperanzas y después desengañarse”.

Europa, víctima de sus propias carencias

“Un grajo hinchado de vana soberbia cogió unas plumas que se le habían caído a un pavo real y se adornó con ellas...” Esopo
Miguel Massanet
miércoles, 16 de noviembre de 2016, 00:33 h (CET)
Una vez más la vieja y apolillada Europa, la que enamoró a Júpiter que, convertido en toro blanco se la llevó sobre sus lomos a Creta, donde concibió tres hijos; se vuelve a encontrar en apuros y, a diferencia de anteriores ocasiones, en las que tuvo a su lado, apoyándola en sus apuros bélicos de las dos grandes guerras que tuvo que soportar, ahora, cuando más confiaba se encontraba, cuando se sentía apoyada desde el otro lado del Atlántico por la gran nación americana, cuando había reducido su esfuerzo militar y sus presupuestos comunitarios se dirigían hacia otros objetivos más rentables y de orden social; unas elecciones en sus valedores americanos, en los EE.UU de América, han dado al traste, de un plumazo, con todo su proyecto de defensa, con la misma estructura de la OTAN, y con lo que puedan ser, de hoy en adelante, las relaciones, no solamente de amistad que parecen garantizadas, sino de colaboración económica y militar con las que la CE venía contando.

El Tratado de Libre Comercio, que llevaba camino de ser concluido, en breve, entre ambas potencias aliadas; con la inesperada irrupción del señor Donald Trump al frente de la Casa Blanca y los trascendentales cambios de política externa que ha venido anunciando, ponen en cuestión que, todos aquellos proyectos de supresión de trabas y aranceles, queden convertidos en meras utopías irrealizables si, como es muy probable que suceda, la tendencia del nuevo presidente americano es la de primar las cuestiones interiores de su país, dar preferencia a remozar las infraestructuras obsoletas y poner más énfasis en que, los futuros tratados que su nación pueda llevar a término con otras naciones, sean siempre más beneficiosos para los norteamericanos que para aquéllas; lo que, si queremos ser justos, no deja de ser bastante razonable.

No obstante, este nuevo tropiezo, esta circunstancia que podríamos considerar inesperada, cuando todas las apuestas, las encuestas y las opiniones de los “entendidos” daban por descontado el triunfo de Hillary Clinton; no ha hecho más que añadirse a otros temas espinosos a los que, el Parlamento Europeo, ha tenido que enfrentarse, en muchos casos sin éxito o con demasiados flecos pendientes de solucionar. Europa, en estos momentos, tiene varios frentes abiertos a los que, ahora, se les une el de la incógnita de lo que va a ser la futura política de los EE.UU respecto a la defensa europea y a las relaciones comerciales entre ambas potencias. En primer lugar, tenemos el caso del terrorismo yihadista que, con toda seguridad, se va a convertir más intenso y peligroso a medida que, en Oriente Medio, las fuerzas del EI vayan siendo derrotadas por la alianza de los gobiernos de Siria, EE.UU, Rusia y Francia. La presión del terrorismo de comandos, la imposibilidad de evitar que un sujeto o unos pocos terroristas cometan actos aislados en las naciones de la UE, sólo depende de que la Inteligencia y las fuerzas policíacas actúen al 100% de su capacidad y consigan adelantarse a los planes de quienes no les importa perder la vida si, con ello, logran crear el mayor número de víctimas que causen el mayor impacto en la población civil del país.

Otro frente es el de Ukrania y las relaciones con Moscú. Va a ser muy difícil, dadas las buenas relaciones que parece que van a tener el señor Putín y el señor Trump, que el tema de Crimea y el de la parte Este de Ukrania se pueda resolver a favor del gobierno ukraniano y de los intereses europeos, en el problema suscitado por la ocupación de Crimea por los prorrusos. Pero no acaban aquí los problemas europeos que van a ser incrementados con el inesperado éxito del brexit del UK, de la CE. Los problemas que, para ambas partes, se van suscitando en virtud de la decisión de los ingleses de apartarse de sus compromisos contraídos con la UE, para evitar tener que seguir aceptando resoluciones que no les beneficiaban, como ha sido el caso de los cupos masivos de inmigrantes, muchos de los cuales han causado graves problemas en las inmediaciones de Calais donde, tanto franceses como ingleses, se han tenido que enfrentar a situaciones muy difíciles de controlar, siguen alentando controversia. Los ingleses decidieron que no estaban en condiciones de recibir a más inmigrantes y, especialmente, a aquellos indocumentados que provenían de los países, como Siria e Irak, en los que, el Daesh o ISIS, había adquirido carta de naturaleza, con la posibilidad, como ocurrió en Bélgica y Francia, de que, entre tal multitud, pudiera filtrase algún sujeto o grupo de terroristas con la intención de provocar atentados en la nación inglesa. Otra cosa, y habrá que ver como acaba este envite entre la señora May y los negociadores de la CE, va a ser si Europa, una vez más, se deja tomar el pelo por los británicos y se presta a negociar concesiones económicas que los puedan beneficiar y seguir disfrutando de los provechos del comercio libre, mientras, por otra parte, dejan de contribuir a los gastos y al resto de obligaciones inherentes a quienes quieren continuar siendo socios de la UE.

Sin embargo, queda otra cuestión vital a la que deberá enfrentarse Europa, si los países democráticos que la integran no se deciden a tomar medidas drásticas en contra de este creciente “populismo” de izquierdas que, poco a poco, se viene filtrando, empezando por Grecia y continuando por España, en varias de las naciones de la CE, como es el caso de Italia, en la que el presidente Renzi, de la izquierda italiana, se ve amenazado, desde sus compañeros de la extrema izquierda, concretamente por las huestes de Beppe Grillo, del movimiento ultra Cinco Estrellas que, con su oratoria populista, está consiguiendo situarse como un peligroso rival para el actual Presidente de la República Italiana, Matteo Renzi.

Es posible que, esta UE, que con tanto ánimo comenzó su andadura, con la pretensión de convertirse en una unión política y de comercio, dispuesta a enfrentarse de igual a igual con el coloso americano; pecara de optimismo cuando pensó que sería fácil conjugar, en una sola Constitución, todo el entramado político, social, partidista, económico y financiero de 28 naciones que, cada una de ellas, tenía su propia historia, idiosincrasia, costumbres, idioma y, lo peor de todo, experiencia de sus desavenencias con sus vecinas resueltas, o al menos intentando hacerlo, mediante enfrentamientos armados que crearon heridas, difícilmente cicatrizables, entre sus respectivos pueblos. En realidad, el proyecto europeo no ha acabado de conformarse desde el momento que, si bien en el aspecto económico se han producido importantes avances, en cuanto a la unificación de las distintas legislaciones y en la redacción de una Constitución común, han resultado un completo fracaso. Europa sigue siendo un conjunto de naciones, no federadas, incapaces de remar en la misma dirección y sujetas a las presiones de la ciudadanía de cada una de ellas, incapaz de entender que, la unión de la UE, requiere el ceder y adaptarse a lo que une, renunciando a lo que separa.

Es posible que este reactivo que nos venga de los EE.UU, este aviso de que, si queremos seguridad, deberemos ser nosotros, los europeos, quienes seamos capaces de procurárnosla, sea una vacuna para Europa. Se acabó la época de confiar en nuestros amigos de Norteamérica porque, es muy posible, que hayan decidido no continuar siendo la niñera de Europa. ¿Estamos en condiciones de procurarnos una defensa adecuada a nuestras necesidades?,¿Los, mal acostumbrados, ciudadanos europeos, con sus complejos de superioridad y su empacho de autoestima, serán capaces de entender que, cada Estado deberá dedicar una cantidad mayor a su presupuesto de defensa? Todo esto cuando la cuestión de la crisis pasada todavía no ha acabado de resolverse y, el antimilitarismo, se ha convertido en el leitmotiv de la juventud europea. Lo que sí es cierto es que, si seguimos cediendo ante el pasotismo de una juventud mal criada, irresponsable y epicúrea, entregada a causas ilusorias y con escaso o nulo sentido de la realidad, es muy posible que no tardemos en notar los efectos de la degradación de una Europa, que ha confiado demasiado en su legado cultural, que se ha creído en un plano superior a los países emergentes y que, si no rectificamos, no vamos a tardar en comprobar cómo, este estado de bienestar que algunos se empeñan en situar en un plano inalcanzable, va a comenzar a perderse para llegar, eso sí, a la plena igualdad, sólo que, a la paridad en la pobreza, en el anonimato, en la abulia y en el nihilismo existencial, una filosofía que ya afectó en otros tiempos a una sociedad incapaz de sobreponerse a los retos de la vida.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, mucho nos tememos que, este proyecto de una Europa unida y capaz de llevar a cabo la transformación política con la que soñaron sus fundadores, está corriendo una de las etapas más peligrosa de su historia cuando, nunca como ahora, había estado tan a punto de desintegrase, precisamente minada desde dentro por los nacionalismos insuperables de muchas de las naciones que forman parte de ella. Y sería una verdadera lástima que, todos los europeos, nos dejáramos arrastrar por esta filosofía relativista, un tanto psicopática, que parece que ha venido haciendo mella en una parte importante de la civilización occidental. Y termino con una frase de A.Conan Doyle: “No sirve de nada alimentarse de esperanzas y después desengañarse”.

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