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Hay personas que desando morir se quitan la vida porque desconocen Quien es la Vida

Eutanasia

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Hace años, recuerdo haber visto una película cuyo nombre no recuerdo una escena que me impactó. Una larga cola de personas se forma ante un edificio de moderna arquitectura en el que se practica la eutanasia sin restricciones legales. Quienes deseaban morir podían hacerlo a su gusto. Es posible que la nueva ley que se gesta en Holanda sea un paso más hacia la eutanasia sin restricciones que pronosticaba la película en cuestión.

Holanda plantea llevar más lejos la ley el 2002 permitiendo que las personas que “ya han completado su vida”, puedan tener acceso al suicidio asistido. La idea del Gobierno es que las personas mayores con un fuerte deseo de morir, aun cuando no estén sujetas a un fuerte sufrimiento físico o sicológico insoportable, puedan recibir ayuda profesional para hacerlo de manera digna. La propuesta de la ley holandesa “se refiere a personas mayores que ya no sienten deseos de continuar con sus vidas, que tienen dificultades para aceptar el final de su autonomía personal o la movilidad reducida o que se sienten solas por la pérdida de un ser querido”. La proposición de ley no concreta la edad a la que se podrá acceder a la ayuda para morir, pero indica que debería hacerse “bajo estrictas condiciones”.

“La frase la han dicho muchos familiares de personas mayores: “Hace tiempo que está así, quiera Dios que se lo lleve pronto”. Algunas de aquellas personas la vida de las cuales ya no importa ni por quienes más las aman consiguen explicar este deseo por sí mismas, terminan con ”escuche, doctor, ya está”. “No es que deseen que se las mate, que se les quite la vida, pero sí que explican que por su parte ya se ha terminado”.

Es interesante lo que dice el Dr. Germán Diestre, médico responsable de sicogeriatría del centro socio sanitario Albada, en el hospital Pare Taulí de Sabadell: “La extensión del derecho de quienes no son enfermos terminales pero que desean poner fin a su vida porque les resulta insoportable por otros motivos, como su deterioro, su dependencia o su salud, sería más difícil resolverlo jurídicamente. Pero es un deseo real que no necesariamente se soluciona tratándolo como una depresión”.

El problema de vivir o morir es un motivo de fe. Se puede dar el caso que algún creyente en Cristo de débil fe desee que se le aplique la eutanasia o “suicidio asistido”. Quien posea una fe firme en Jesús, capaz de decir: “Yo sé en quien he creído”, rechazará quitarse la vida aun cuando sea de manera legal. ¿Por qué no lo hará? Porque su fe en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo le dará la fuerza necesaria en los momentos de extrema debilidad. La fe en Cristo otorga una esperanza que no se marchita porque la vida eterna que da no se deshace como un bolado. La certeza de la vida eterna no quita que durante la estancia en este mundo de pecado el creyente en Cristo pase por situaciones verdaderamente dramáticas.

David Ropero esperaba ansioso el día de su jubilación para poder disfrutar de sus hobbys. Dice: “Una combinación de factores adversos y una neuropatía me puso a empujar un caminador. No puedo hacer senderismo. No puedo pescar. No puedo hacer muchas de las cosas que me producían placer…No tengo idea de lo que Dios tiene preparado para ti y para mí, no debería preocuparnos. Nuestro deber es aceptar las cosas tal como son, sabiendo que el amor, sabiduría y providencia de Dios esta situación es tan buena como pueda serlo cualquier otra”.

El Salmo 102 es la oración del que sufre, cuando está angustiado, y delante del Señor derrama su lamento. Indiscutiblemente para sacar provecho de las enseñanzas que aportan este poema es preciso creer en Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues, si no se cree en Él, ¿cómo se le podrá implorar su socoro en tiempo de angustia?

“Señor, escucha mi oración, y llegue a Ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el momento de mi angustia, inclina a mí tu oído, apresúrate a responderme en el día que te invoque” (vv. 1,2). Una de las causas de la eutanasia es la soledad. Uno puede encontrarse rodeado de personas y morirse de aburrimiento porque no tiene con quien hablar. Aun cuando se tenga alguien con quien hacerlo el interlocutor no puede llegar al fondo del alma que es donde está enraizada la aflicción que al no creyente le hace decir: “Quiero morir”, “no puedo más”. “Mi corazón está herido y seco como la hierba, por lo cual me olvido de comer mi pan” (v. 4). El poeta reconoce que su aflicción no es algo externo, físico, es su corazón el que está herido y esta aflicción del alma lleva al salmista a “olvidarse de comer su pan”. ¿No es cierto que ante la angustia muchos son quienes pierden el apetito?

El salmista no es de los que creen en Dios de labios y su corazón está atrapado por las cosas materiales. Por esto puede escribir: “Porque miró desde lo alto de su santuario, el Señor miró desde los cielos a la tierra, para oír el gemido de los presos para soltar a los sentenciados a muerte” (vv. 19,20). Es totalmente imposible erradicar el sufrimiento en su diversidad de tonalidades. El pecado de Adán es el causante de su existencia y nosotros, sus descendientes somos sus herederos. Por qué unos sufren mucho y otros poco no está en nuestras manos resolverlo. Lo que sí podemos afirmar es que en el momento oportuno recibimos el socoro que necesitamos. De lo que no hay duda alguna es que los creyentes en Cristo, hayan sufrido mucho o poco aquí en el tiempo gozaremos plenamente de la presencia de Dios en el cielo, lugar en donde no habrá muerte, ni sufrimiento, ni injusticia, ni de cualquier otra cosa de las que hoy nos dañan. El paraíso perdido en Edén será recuperado para no perderlo jamás estando en la gloria de Dios.

Para quien hoy sufre el dolor es una realidad. En la oscuridad de la adversidad puede encontrar consuelo saber que el Señor Jesucristo, por el Espíritu Santo no nos ha abandonado dejándonos huérfanos. Habita en lo profundo de nuestra alma recordándonos que en la cruz fue abandonado por el Padre para que nosotros en nuestro dolor podamos sr consolados por Él.

Eutanasia

Hay personas que desando morir se quitan la vida porque desconocen Quien es la Vida
Octavi Pereña
miércoles, 16 de noviembre de 2016, 00:24 h (CET)
Hace años, recuerdo haber visto una película cuyo nombre no recuerdo una escena que me impactó. Una larga cola de personas se forma ante un edificio de moderna arquitectura en el que se practica la eutanasia sin restricciones legales. Quienes deseaban morir podían hacerlo a su gusto. Es posible que la nueva ley que se gesta en Holanda sea un paso más hacia la eutanasia sin restricciones que pronosticaba la película en cuestión.

Holanda plantea llevar más lejos la ley el 2002 permitiendo que las personas que “ya han completado su vida”, puedan tener acceso al suicidio asistido. La idea del Gobierno es que las personas mayores con un fuerte deseo de morir, aun cuando no estén sujetas a un fuerte sufrimiento físico o sicológico insoportable, puedan recibir ayuda profesional para hacerlo de manera digna. La propuesta de la ley holandesa “se refiere a personas mayores que ya no sienten deseos de continuar con sus vidas, que tienen dificultades para aceptar el final de su autonomía personal o la movilidad reducida o que se sienten solas por la pérdida de un ser querido”. La proposición de ley no concreta la edad a la que se podrá acceder a la ayuda para morir, pero indica que debería hacerse “bajo estrictas condiciones”.

“La frase la han dicho muchos familiares de personas mayores: “Hace tiempo que está así, quiera Dios que se lo lleve pronto”. Algunas de aquellas personas la vida de las cuales ya no importa ni por quienes más las aman consiguen explicar este deseo por sí mismas, terminan con ”escuche, doctor, ya está”. “No es que deseen que se las mate, que se les quite la vida, pero sí que explican que por su parte ya se ha terminado”.

Es interesante lo que dice el Dr. Germán Diestre, médico responsable de sicogeriatría del centro socio sanitario Albada, en el hospital Pare Taulí de Sabadell: “La extensión del derecho de quienes no son enfermos terminales pero que desean poner fin a su vida porque les resulta insoportable por otros motivos, como su deterioro, su dependencia o su salud, sería más difícil resolverlo jurídicamente. Pero es un deseo real que no necesariamente se soluciona tratándolo como una depresión”.

El problema de vivir o morir es un motivo de fe. Se puede dar el caso que algún creyente en Cristo de débil fe desee que se le aplique la eutanasia o “suicidio asistido”. Quien posea una fe firme en Jesús, capaz de decir: “Yo sé en quien he creído”, rechazará quitarse la vida aun cuando sea de manera legal. ¿Por qué no lo hará? Porque su fe en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo le dará la fuerza necesaria en los momentos de extrema debilidad. La fe en Cristo otorga una esperanza que no se marchita porque la vida eterna que da no se deshace como un bolado. La certeza de la vida eterna no quita que durante la estancia en este mundo de pecado el creyente en Cristo pase por situaciones verdaderamente dramáticas.

David Ropero esperaba ansioso el día de su jubilación para poder disfrutar de sus hobbys. Dice: “Una combinación de factores adversos y una neuropatía me puso a empujar un caminador. No puedo hacer senderismo. No puedo pescar. No puedo hacer muchas de las cosas que me producían placer…No tengo idea de lo que Dios tiene preparado para ti y para mí, no debería preocuparnos. Nuestro deber es aceptar las cosas tal como son, sabiendo que el amor, sabiduría y providencia de Dios esta situación es tan buena como pueda serlo cualquier otra”.

El Salmo 102 es la oración del que sufre, cuando está angustiado, y delante del Señor derrama su lamento. Indiscutiblemente para sacar provecho de las enseñanzas que aportan este poema es preciso creer en Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues, si no se cree en Él, ¿cómo se le podrá implorar su socoro en tiempo de angustia?

“Señor, escucha mi oración, y llegue a Ti mi clamor. No escondas de mí tu rostro en el momento de mi angustia, inclina a mí tu oído, apresúrate a responderme en el día que te invoque” (vv. 1,2). Una de las causas de la eutanasia es la soledad. Uno puede encontrarse rodeado de personas y morirse de aburrimiento porque no tiene con quien hablar. Aun cuando se tenga alguien con quien hacerlo el interlocutor no puede llegar al fondo del alma que es donde está enraizada la aflicción que al no creyente le hace decir: “Quiero morir”, “no puedo más”. “Mi corazón está herido y seco como la hierba, por lo cual me olvido de comer mi pan” (v. 4). El poeta reconoce que su aflicción no es algo externo, físico, es su corazón el que está herido y esta aflicción del alma lleva al salmista a “olvidarse de comer su pan”. ¿No es cierto que ante la angustia muchos son quienes pierden el apetito?

El salmista no es de los que creen en Dios de labios y su corazón está atrapado por las cosas materiales. Por esto puede escribir: “Porque miró desde lo alto de su santuario, el Señor miró desde los cielos a la tierra, para oír el gemido de los presos para soltar a los sentenciados a muerte” (vv. 19,20). Es totalmente imposible erradicar el sufrimiento en su diversidad de tonalidades. El pecado de Adán es el causante de su existencia y nosotros, sus descendientes somos sus herederos. Por qué unos sufren mucho y otros poco no está en nuestras manos resolverlo. Lo que sí podemos afirmar es que en el momento oportuno recibimos el socoro que necesitamos. De lo que no hay duda alguna es que los creyentes en Cristo, hayan sufrido mucho o poco aquí en el tiempo gozaremos plenamente de la presencia de Dios en el cielo, lugar en donde no habrá muerte, ni sufrimiento, ni injusticia, ni de cualquier otra cosa de las que hoy nos dañan. El paraíso perdido en Edén será recuperado para no perderlo jamás estando en la gloria de Dios.

Para quien hoy sufre el dolor es una realidad. En la oscuridad de la adversidad puede encontrar consuelo saber que el Señor Jesucristo, por el Espíritu Santo no nos ha abandonado dejándonos huérfanos. Habita en lo profundo de nuestra alma recordándonos que en la cruz fue abandonado por el Padre para que nosotros en nuestro dolor podamos sr consolados por Él.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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