El ganador del Tour de Francia 2008 es una persona que trabaja en silencio. Que entiende el ciclismo de una sola manera. Sacrificio, esfuerzo, disciplina y superación. Es un deportista que practica el deporte que siempre ha querido practicar. Que nunca, salvo en una ocasión por la que ya se disculpó, dice una palabra más alta que otra ante los medios de comunicación. Que no necesita ser protagonista para sentirse importante.
Esa persona es Carlos Sastre. El de El Barraco aún no ha debutado esta temporada. Lo hará en la Volta a Cataluña, a finales de marzo. Cuando tome la salida, se cumplirán casi ocho meses desde que se dejó ver por última vez en una competición. El Tour de Contador fue el inicio del periodo de descanso más extenso de su carrera deportiva.
Un descanso, ocho meses de parón, que necesitaba para que en el Giro de Italia se vuelva a ver al Carlos Sastre que en la última edición deslumbró en el Monte Petrano, que se exhibió en el Vesubio y que se coló en el tercer cajón de un podio al que no subió. Para quedarnos de nuevo asombrados con aquel ciclista que se comió el Alpe d´Huez y que logró vivir la imagen con la que siempre había soñado, de amarillo en los Campos Elíseos.
Carlos Sastre, un gregario que se ganó ser líder, es diferente al resto. No necesita competir para ponerse a punto. No necesita conseguir triunfos en las primeras citas del año para después cumplir con cualquier objetivo que se proponga. Carlos Sastre, un abulense que encabeza a un equipo canadiense, el Cervélo, habla sobre el asfalto, como ha hecho durante toda su vida.