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Edward Schumacher-Matos

Dos pasos adelante y uno atrás en Latinoamérica

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WASHINGTON - La atención estadounidense viene estando centrada en la catástrofe de Chile por razones dignas de corazón. Pero por motivos intelectuales - y detallitos tales como la libertad política - los acontecimientos que tenían lugar al mismo tiempo la semana pasada al otro extremo de la cordillera de los Andes tendrán probablemente repercusiones mucho más longevas para los latinoamericanos.

El presidente inmensamente popular de Colombia, Álvaro Uribe, aceptaba la resolución judicial que le niega un tercer mandato presidencial, rompiendo una tendencia que venía socavando la democracia en el hemisferio.

Uribe ganó por mayoría abrumadora un referendo que le despejaba el camino para volver a presentarse -- los inmigrantes colombianos en Estados Unidos le apoyan de manera masiva -- pero aceptó la sentencia del Tribunal Constitucional por 7 a 2 votos sin convocar manifestaciones ni cualquier otra forma de disturbio motivado porque la voluntad popular esté siendo violada de alguna forma.

Como la aceptación por parte de Al Gore de la sentencia del Tribunal Supremo que dio las elecciones presidenciales de 2000 a George W. Bush, la tranquila respuesta de Uribe fue la respuesta democrática correcta. Ello también reivindica políticas estadounidenses que se remontan al Presidente Bill Clinton consistentes en conceder a Colombia generosa ayuda militar en la lucha contra la insurgencia guerrillera izquierdista más veterana del hemisferio.

Muchos grupos de derechos humanos se opusieron firmemente a Uribe y a gran parte de la ayuda. José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch, comparó el estado de democracia colombiana y a Uribe con la vecina Venezuela y su presidente fuerte, Hugo Chávez.

Chávez, el nicaragüense Daniel Ortega y el boliviano Evo Morales, y en menor medida el ecuatoriano Rafael Correa, son demagogos populistas que, a través del uso del plebiscito, la presión policial y la prestidigitación jurídica, han vuelto la democracia contra sí misma. Han creado "democracias antiliberales" ilusorias mientras prolongan sus mandatos para convertirse en lo que parecen ser presidentes vitalicios.

En un segundo acontecimiento extraordinario favorable a la verdadera democracia en la región que también fue ensombrecido por el terremoto chileno, la rama de derechos humanos de la Organización de Estados Americanos emitía un escandaloso informe de 300 páginas que detalla meticulosamente las violaciones en Venezuela.

El informe vinculante obra de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos demuestra cómo Chávez ha eliminado la independencia judicial, intimidado a la mayoría de los medios, despojado de autoridad a líderes electos y presentado cargos falsos contra colectivos de derechos humanos. Lo más chocante de todo es que el informe documenta las desapariciones o asesinatos de varios cientos de dirigentes sindicales, periodistas y manifestantes de la oposición a manos de las fuerzas de seguridad.

La comisión viene siendo desde hace tiempo un ejemplo de la forma en que se supone que funciona el multilateralismo. El informe es parecido a los que redactó en la década de los 70 acerca de las juntas militares que en tiempos reinaban por toda la región. Al igual que los Generales, Chávez denunciaba a la comisión por parcial, una acusación difícil de mantener teniendo en cuenta que la comisión se compone de 7 juristas independientes y respetados procedentes de distintos países de América Latina.

Sin decirlo expresamente, el informe es la sentencia condenatoria del brazo político de la Organización a aquellos de sus miembros que apoyan a Chávez o que miran hacia otro lado, empezando por Brasil, el supuesto modelo del continente. Una cosa es mantener relaciones diplomáticas y hablar con el diablo; otra muy diferente es avalarle tratándole con calidez como un amigo, igual que hacen brasileños, argentinos y muchos más países moderados de América Latina con Chávez.

El colmo del cinismo también se presentaba la semana pasada. Los presidentes de casi todos los países latinoamericanos se reunían en Cancún, México, pero excluían al nuevo presidente electo de Honduras a causa de las diferencias mantenidas a cuenta de cómo fue relevado su demagogo predecesor. Sin embargo la clá de los presentes incluía al dictador cubano Raúl Castro. De regreso a Cuba, mientras tanto, el preso político Orlando Zapata, un peón de la construcción de 42 años cuyo único delito puede manifestarse por la democracia, fallecía a consecuencia de una huelga de hambre.

La Secretario de Estado Hillary Clinton hizo una gira por la región la semana pasada en un intento por reunir apoyos para impedir que Irán construya armas nucleares. La presencia de los presos sin cargos en Guantánamo y las diferencias mantenidas sobre la tortura y la invasión de Irak privaron a Estados Unidos de gran parte de su autoridad moral en la región.

Sin embargo, el ejemplo de Uribe en Colombia representa lo que Washington viene alentando con una mezcla de realismo e idealismo. Es de esperar que el Congreso estadounidense responda ahora ratificando el acuerdo de libre comercio con Colombia que lleva mucho tiempo pendiente. El resto de América Latina, mientras tanto, podría mirarse al espejo y hacerse preguntas.

Dos pasos adelante y uno atrás en Latinoamérica

Edward Schumacher-Matos
Edward Schumacher-Matos
lunes, 8 de marzo de 2010, 10:29 h (CET)
WASHINGTON - La atención estadounidense viene estando centrada en la catástrofe de Chile por razones dignas de corazón. Pero por motivos intelectuales - y detallitos tales como la libertad política - los acontecimientos que tenían lugar al mismo tiempo la semana pasada al otro extremo de la cordillera de los Andes tendrán probablemente repercusiones mucho más longevas para los latinoamericanos.

El presidente inmensamente popular de Colombia, Álvaro Uribe, aceptaba la resolución judicial que le niega un tercer mandato presidencial, rompiendo una tendencia que venía socavando la democracia en el hemisferio.

Uribe ganó por mayoría abrumadora un referendo que le despejaba el camino para volver a presentarse -- los inmigrantes colombianos en Estados Unidos le apoyan de manera masiva -- pero aceptó la sentencia del Tribunal Constitucional por 7 a 2 votos sin convocar manifestaciones ni cualquier otra forma de disturbio motivado porque la voluntad popular esté siendo violada de alguna forma.

Como la aceptación por parte de Al Gore de la sentencia del Tribunal Supremo que dio las elecciones presidenciales de 2000 a George W. Bush, la tranquila respuesta de Uribe fue la respuesta democrática correcta. Ello también reivindica políticas estadounidenses que se remontan al Presidente Bill Clinton consistentes en conceder a Colombia generosa ayuda militar en la lucha contra la insurgencia guerrillera izquierdista más veterana del hemisferio.

Muchos grupos de derechos humanos se opusieron firmemente a Uribe y a gran parte de la ayuda. José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch, comparó el estado de democracia colombiana y a Uribe con la vecina Venezuela y su presidente fuerte, Hugo Chávez.

Chávez, el nicaragüense Daniel Ortega y el boliviano Evo Morales, y en menor medida el ecuatoriano Rafael Correa, son demagogos populistas que, a través del uso del plebiscito, la presión policial y la prestidigitación jurídica, han vuelto la democracia contra sí misma. Han creado "democracias antiliberales" ilusorias mientras prolongan sus mandatos para convertirse en lo que parecen ser presidentes vitalicios.

En un segundo acontecimiento extraordinario favorable a la verdadera democracia en la región que también fue ensombrecido por el terremoto chileno, la rama de derechos humanos de la Organización de Estados Americanos emitía un escandaloso informe de 300 páginas que detalla meticulosamente las violaciones en Venezuela.

El informe vinculante obra de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos demuestra cómo Chávez ha eliminado la independencia judicial, intimidado a la mayoría de los medios, despojado de autoridad a líderes electos y presentado cargos falsos contra colectivos de derechos humanos. Lo más chocante de todo es que el informe documenta las desapariciones o asesinatos de varios cientos de dirigentes sindicales, periodistas y manifestantes de la oposición a manos de las fuerzas de seguridad.

La comisión viene siendo desde hace tiempo un ejemplo de la forma en que se supone que funciona el multilateralismo. El informe es parecido a los que redactó en la década de los 70 acerca de las juntas militares que en tiempos reinaban por toda la región. Al igual que los Generales, Chávez denunciaba a la comisión por parcial, una acusación difícil de mantener teniendo en cuenta que la comisión se compone de 7 juristas independientes y respetados procedentes de distintos países de América Latina.

Sin decirlo expresamente, el informe es la sentencia condenatoria del brazo político de la Organización a aquellos de sus miembros que apoyan a Chávez o que miran hacia otro lado, empezando por Brasil, el supuesto modelo del continente. Una cosa es mantener relaciones diplomáticas y hablar con el diablo; otra muy diferente es avalarle tratándole con calidez como un amigo, igual que hacen brasileños, argentinos y muchos más países moderados de América Latina con Chávez.

El colmo del cinismo también se presentaba la semana pasada. Los presidentes de casi todos los países latinoamericanos se reunían en Cancún, México, pero excluían al nuevo presidente electo de Honduras a causa de las diferencias mantenidas a cuenta de cómo fue relevado su demagogo predecesor. Sin embargo la clá de los presentes incluía al dictador cubano Raúl Castro. De regreso a Cuba, mientras tanto, el preso político Orlando Zapata, un peón de la construcción de 42 años cuyo único delito puede manifestarse por la democracia, fallecía a consecuencia de una huelga de hambre.

La Secretario de Estado Hillary Clinton hizo una gira por la región la semana pasada en un intento por reunir apoyos para impedir que Irán construya armas nucleares. La presencia de los presos sin cargos en Guantánamo y las diferencias mantenidas sobre la tortura y la invasión de Irak privaron a Estados Unidos de gran parte de su autoridad moral en la región.

Sin embargo, el ejemplo de Uribe en Colombia representa lo que Washington viene alentando con una mezcla de realismo e idealismo. Es de esperar que el Congreso estadounidense responda ahora ratificando el acuerdo de libre comercio con Colombia que lleva mucho tiempo pendiente. El resto de América Latina, mientras tanto, podría mirarse al espejo y hacerse preguntas.

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