Para tener en cuenta sobre lo que pasó en Estados Unidos, donde el fracaso de los otrora infalibles pronósticos de las grandes cadenas informativas sorprendió al mundo, valgan algunas consideraciones sobre lo que siempre sostenemos en esta columna.
Con la derrota de Hillary Clinton, a quien los encuestadores norteamericanos ubicaron por encima de Trump desde el principio al fin de la campaña, se consumó sobre todo un fracaso de los medios masivos del establishment ante las redes sociales y las filtraciones vía internet.
No es ningún secreto que ants de internet no hubieran fallado predicciones del Washington Post, de la NBC o del Wall Street Journal.
Obviamente, es algo que aquellos que guían su agenda por los titulares de los periódicos deberían tener en cuenta a partir de ahora.
En mi opinión, los resultados de Estados Unidos son la prueba más contundente obtenida hasta ahora sobre el poderío de Internet y las redes sociales, y la enorme disminución del poderío de las empresas periodísticas.
Muy poco se ha dicho al respecto, y como aficionado a las verdades incómodas, ambicionaría iniciar un debate con respecto a ese tema. En primer término, debe decir que me parece ridículo subestimar el papel de las filtraciones de Wikileaks, más aún considerando la enorme deserción que sin duda causó con sus filtraciones entre los votantes de Bernie Sanders, aunque el mismo Assange pretenda menospreciar su papel.
“La publicación de material relacionado con la candidata demócrata a la presidencia Hillary Clinton no se basó en el deseo de influir en las elecciones” aseguró, aunque también reflexionó que “Sería inadmisible que WikiLeaks retenga un archivo comprimido sin darlo a conocer al público durante una elección” en su posicionamiento sobre las elecciones.
WikiLeaks publicó en medio de la dramática batalla por la Casa Blanca, miles de correos electrónicos que obtuvo de una interferencia en la cuenta de correo electrónico de John Podesta, jefe de campaña de la demócrata Hillary Clinton.
En contrapartida, afirmó no haber podido obtener información interna sobre el candidato republicano Donald Trump, y que “No podemos publicar lo que tenemos”.
En declaraciones a medios internacionales, Assange también confesó sentir pena por Hillary Clinton.
La interrogante que plantea el caso Assange es qué sucederá ahora con el cerco que se ha tendido a su alrededor y, que, todos sabemos no sería tan estrecho sin el viento a favor que sopló desde Washington.
Sería incongruente que el poder washingtoniano sostenga la presión sobre Assange, cuyas revelaciones fueron difundidas en la cuenta personal de Twitter del mismo Donald Trump, quien no está demás decirlo, supera en popularidad a Hillary en esa red social.
Siempre es difícil esperar antes de hablar, como aconseja Bob Dylan en su famosa canción “Los Tiempos están cambiando”: “Escritores y críticos que profetizan con la pluma, mantengan los ojos abiertos que la oportunidad no volverá, pero no hablen todavía que la rueda aún está girando”.
De todas maneras, hoy está mucho más claro que una semana atrás que no se debe volver a disparar contra el mensajero.