Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Cine
Etiquetas | Crítica de cine
Gonzalo G. Velasco

"Al límite": Humilde venganza

|

Confieso que entre Avatar, The Lovely Bones, y demás georgelucadas carentes de toda sustancia más allá del centrifugado de imágenes supuestamente espectaculares, esto de ir al cine está comenzando a convertirse para mí, que amo al cine con profunda devoción desde que era un canijo, en una pesadilla asfixiante. O, siendo aún más gráfico, en un auténtico dolor de huevos. Por ello, de entre todas las películas de la semana de las que podría hablarles, he pasado por alto buenos títulos en potencia como An Education o Shutter Island, que aún no he visto al momento de escribir estas líneas en previsión de posibles desengaños (si Nick Hornby o Scorsese también me fallaran, no me quedaría más remedio que soldarme las retinas), y me he decantado por una apuesta segura: Al Límite, de Martin Campbell, también conocida como el regreso de Mel Gibson a la interpretación desde su ya lejano papel de sacerdote atormentado por la culpa en Señales.

En condiciones normales no creo que dijera nada bueno de un largometraje tan ramplón como este, pero, dado mi hartazgo de tanto film con delirios de grandeza a la postre decepcionantes, asistir a la proyección de Al Límite fue como excretar de golpe toda la mala leche que he venido acumulando en los últimos meses y liberarme, al fin, del yugo astringente del eje del mal (Jackson, Cameron, Lucas y sus satélites, por si no ha quedado claro). Todos estos realizadores, antaño audaces y creativos, son los responsables últimos de haber ensanchado de forma caprichosa, irresponsable y temeraria una peligrosísima brecha en la industria a través de la cual se filtrarán, en los próximos meses, todo tipo de productos en innecesario 3D (con muchos efectos digitales también innecesarios), que, lo queramos o no, nos obligarán a actualizar nuestros equipamientos domésticos para que Sony y otros fabricantes de cachivaches punteros puedan forrarse a costa de nuestra obsesión por estar a la última. Siempre en connivencia, claro está, con productores y distribuidores deseosos de convertir en tridimensionales películas que han sido originalmente concebidas en dos dimensiones y de obligarnos a pasar por caja otra vez por productos que ya hemos consumido en su momento. James Cameron se defiende con la excusa de que el salto al 3D equivale al salto que, en su momento, el cine dio del blanco y negro al color. Y sí, la analogía queda muy bonita y hasta convincente, pero… al margen de que el 3D no sea tanto una demanda como una imposición… ¿ no convertiría lo anterior a estos trasvases de dos a tres dimensiones en lo equivalente a colorear torpemente negativos en blanco y negro, como por desgracia se hizo durante la transición hacia al color con funestos resultados?

En fin, que me pierdo. Lo único que quiero decir con todo esto es que, aún con todos sus defectos: el horroroso título en español, su guión de piloto automático, una trama poco original, cierta desgana de puesta en escena (excepto en alguna que otra secuencia de acción y en la catarsis final, muy bien construida), sobreexplotación de lugares comunes (el padre coraje, las corporaciones malvadas, el policía justiciero etc…), e intermitencias de tono sentimentaloide, a veces rayanas en lo kitsch (los flashbacks, los momentos paranormales con la hija muerta), Al Límite merece la pena porque goza de una serie de virtudes muy escasas en los tiempos que nos ha tocado vivir: es honesta, no engaña a nadie, y promete lo que da de forma modélica y eficaz. Sin grandilocuencias, sin pretensiones, sin marear al espectador. Por otro lado, la película de Martin Campbell no enarbola (ni quiere enarbolar) la bandera de ningún tipo de revolución cinematográfica porque sabe que sacar pecho sin haberse ganado primero los galones jugaría en su contra. En este sentido, se trata de una película muy lúcida. Y, no menos importante, también de una película que trata con respeto e inteligencia al espectador.

Eso facilita que nos podamos identificar desde el punto de vista emocional con el protagonista por más de que se trate de un cliché con patas. El hecho de que ese protagonista sea un actor de la talla de Mel Gibson ayuda, y mucho (otra prueba de la inteligencia de la película: si no hay otra cosa, ponga una estrella en su mesa, al ser posible acompañada por otras estrellas menores, como Ray Winstone o Danny Huston), pero, sin ningún género de dudas, lo que más ha ayudado a convertir Al Límite en un film reivindicable es la ausencia de elementos audiovisuales fuera de control que impidan al público, como en el caso de la ya mencionada The Lovely Bones, establecer una conexión eficaz con la historia y con sus personajes. Simplicidad. Sinceridad. Humildad. La receta de partida es bien sencilla y ha estado ahí desde el principio de los tiempos. Tal vez haya llegado la hora de que los cineastas contagiados por la peste multicolor del eje del mal dejen de mirar hacia un futuro inerte para echar la vista atrás, sin ira, y darse cuenta, de una vez por todas, de que una buena película requiere, antes que estridencias exhibicionistas y poco funcionales, buenos personajes, buenas tramas, buenas ideas y, en especial, equilibrio entre todos estos factores. Es pura matemática. Otra cosa es que los egos de ciertos cineastas autoproclamados genios de la imagen en movimiento se lo puedan permitir. El eterno debate entre artistas y artesanos. Que cada cuál decida qué bando le gusta más. Yo, con contadas excepciones, siempre he preferido a los artesanos porque un artista de verdad jamás se definiría a sí mismo con esa palabra. Martin Campbell es un artesano, no cabe duda. Esperemos que a estas alturas no voltee la canoa. Sería una pena.

"Al límite": Humilde venganza

Gonzalo G. Velasco
Gonzalo G. Velasco
jueves, 4 de marzo de 2010, 18:25 h (CET)
Confieso que entre Avatar, The Lovely Bones, y demás georgelucadas carentes de toda sustancia más allá del centrifugado de imágenes supuestamente espectaculares, esto de ir al cine está comenzando a convertirse para mí, que amo al cine con profunda devoción desde que era un canijo, en una pesadilla asfixiante. O, siendo aún más gráfico, en un auténtico dolor de huevos. Por ello, de entre todas las películas de la semana de las que podría hablarles, he pasado por alto buenos títulos en potencia como An Education o Shutter Island, que aún no he visto al momento de escribir estas líneas en previsión de posibles desengaños (si Nick Hornby o Scorsese también me fallaran, no me quedaría más remedio que soldarme las retinas), y me he decantado por una apuesta segura: Al Límite, de Martin Campbell, también conocida como el regreso de Mel Gibson a la interpretación desde su ya lejano papel de sacerdote atormentado por la culpa en Señales.

En condiciones normales no creo que dijera nada bueno de un largometraje tan ramplón como este, pero, dado mi hartazgo de tanto film con delirios de grandeza a la postre decepcionantes, asistir a la proyección de Al Límite fue como excretar de golpe toda la mala leche que he venido acumulando en los últimos meses y liberarme, al fin, del yugo astringente del eje del mal (Jackson, Cameron, Lucas y sus satélites, por si no ha quedado claro). Todos estos realizadores, antaño audaces y creativos, son los responsables últimos de haber ensanchado de forma caprichosa, irresponsable y temeraria una peligrosísima brecha en la industria a través de la cual se filtrarán, en los próximos meses, todo tipo de productos en innecesario 3D (con muchos efectos digitales también innecesarios), que, lo queramos o no, nos obligarán a actualizar nuestros equipamientos domésticos para que Sony y otros fabricantes de cachivaches punteros puedan forrarse a costa de nuestra obsesión por estar a la última. Siempre en connivencia, claro está, con productores y distribuidores deseosos de convertir en tridimensionales películas que han sido originalmente concebidas en dos dimensiones y de obligarnos a pasar por caja otra vez por productos que ya hemos consumido en su momento. James Cameron se defiende con la excusa de que el salto al 3D equivale al salto que, en su momento, el cine dio del blanco y negro al color. Y sí, la analogía queda muy bonita y hasta convincente, pero… al margen de que el 3D no sea tanto una demanda como una imposición… ¿ no convertiría lo anterior a estos trasvases de dos a tres dimensiones en lo equivalente a colorear torpemente negativos en blanco y negro, como por desgracia se hizo durante la transición hacia al color con funestos resultados?

En fin, que me pierdo. Lo único que quiero decir con todo esto es que, aún con todos sus defectos: el horroroso título en español, su guión de piloto automático, una trama poco original, cierta desgana de puesta en escena (excepto en alguna que otra secuencia de acción y en la catarsis final, muy bien construida), sobreexplotación de lugares comunes (el padre coraje, las corporaciones malvadas, el policía justiciero etc…), e intermitencias de tono sentimentaloide, a veces rayanas en lo kitsch (los flashbacks, los momentos paranormales con la hija muerta), Al Límite merece la pena porque goza de una serie de virtudes muy escasas en los tiempos que nos ha tocado vivir: es honesta, no engaña a nadie, y promete lo que da de forma modélica y eficaz. Sin grandilocuencias, sin pretensiones, sin marear al espectador. Por otro lado, la película de Martin Campbell no enarbola (ni quiere enarbolar) la bandera de ningún tipo de revolución cinematográfica porque sabe que sacar pecho sin haberse ganado primero los galones jugaría en su contra. En este sentido, se trata de una película muy lúcida. Y, no menos importante, también de una película que trata con respeto e inteligencia al espectador.

Eso facilita que nos podamos identificar desde el punto de vista emocional con el protagonista por más de que se trate de un cliché con patas. El hecho de que ese protagonista sea un actor de la talla de Mel Gibson ayuda, y mucho (otra prueba de la inteligencia de la película: si no hay otra cosa, ponga una estrella en su mesa, al ser posible acompañada por otras estrellas menores, como Ray Winstone o Danny Huston), pero, sin ningún género de dudas, lo que más ha ayudado a convertir Al Límite en un film reivindicable es la ausencia de elementos audiovisuales fuera de control que impidan al público, como en el caso de la ya mencionada The Lovely Bones, establecer una conexión eficaz con la historia y con sus personajes. Simplicidad. Sinceridad. Humildad. La receta de partida es bien sencilla y ha estado ahí desde el principio de los tiempos. Tal vez haya llegado la hora de que los cineastas contagiados por la peste multicolor del eje del mal dejen de mirar hacia un futuro inerte para echar la vista atrás, sin ira, y darse cuenta, de una vez por todas, de que una buena película requiere, antes que estridencias exhibicionistas y poco funcionales, buenos personajes, buenas tramas, buenas ideas y, en especial, equilibrio entre todos estos factores. Es pura matemática. Otra cosa es que los egos de ciertos cineastas autoproclamados genios de la imagen en movimiento se lo puedan permitir. El eterno debate entre artistas y artesanos. Que cada cuál decida qué bando le gusta más. Yo, con contadas excepciones, siempre he preferido a los artesanos porque un artista de verdad jamás se definiría a sí mismo con esa palabra. Martin Campbell es un artesano, no cabe duda. Esperemos que a estas alturas no voltee la canoa. Sería una pena.

Noticias relacionadas

Netflix ha desvelado el tráiler y el póster de Atlas, la nueva película dirigida por Brad Peyton y protagonizada por Jennifer Lopez, que llegará a Netflix el próximo 24 de mayo. Atlas Shepherd (Jennifer Lopez), una brillante pero misántropa analista de datos que desconfía profundamente de la inteligencia artificial, se une a una misión para capturar a un robot rebelde con el que comparte un misterioso pasado.

El primer largometraje escrito y dirigido por Estibaliz Urresola Solaguren, 20.000 especies de abejas, se ha impuesto en las cuatro categorías a las que optaba en la XI edición de los Premios Platino Xcaret: Mejor ópera prima de ficción Iberoamericana, Mejor interpretación femenina de reparto para Ane Gabarain, Mejor guion para Estibaliz Urresola y Premio PLATINO al cine y educación en valores.

Filmin estrena el próximo viernes 26 de abril, en exclusiva en España, el documental "Cinéma Laika", dirigido por el croata afincado en Francia Veljko Vidak. La película recorre el proceso de construcción del Kino Laika, una sala de cine construida en una antigua fábrica en Karkkila, un pueblo finlandés de apenas 9.000 habitantes.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto