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“El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que nuestra meta sea muy alta y no la alcancemos, sino que sea tan baja que la alcancemos”. Michelangelo di Ludovico

Mentes licuadas

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Hasta Dios debió de verse comprometido para manifestar quien era, por eso recurrió al reiterado “Yo soy el que soy”; je, je, y se debió de quedar tranquilo. Eso lo cuentan de Dios, pero los mortales de a pie estamos perplejos ante dicha cuestión. ¿Quién soy yo? ¿Ustedes se definirían con precisión? Las dificultades surgen por varios condicionantes. Sobre todo por la gran proporción de DESCONOCIMIENTO implícito en los rasgos personales, nos sorprendemos a cada paso. Con el tiempo aparecen los cambios, físicos y mentales; con aprendizajes, bagajes, olvidos y miserias. Pero abundan los descubrimientos inesperados en relación con las circunstancias sucesivas provenientes del exterior; dejan su sello indeleble.

En la National Gallery londinense luce la “Alegoría del tiempo gobernado por la prudencia”, de Vacelli, con el rostro ecuánime reflejo de la Prudencia, superando las demás actitudes sometidas a las desviaciones insinuadas, de primitivismo, ferocidad, atildamiento, de mostruosidades. Siendo sugestiva esta proclamación de la PRUDENCIA, como conjunción de saber, serenidad y experiencia; sirve de reclamo para el buen uso de lo aprendido, de lo experimentado. Su presencia en las deliberaciones particulares impregna los diferentes estadíos de la convivencia. Constituye un primer peldaño significativo para la delimitación de los perfiles personales de los comportamientos; configuran gran parte del talante individual.

La magnífica función de la prudencia también puede verse empañada por deslices subrepticios. El principal, cuando permanece anclada en una formas externas de aparente mesura, muy propensas al QUIETISMO; abocan a una mediocridad paralizante y contribuyen así al desatino ambiental. El anclaje en actitudes poco participativas genera un alejamiento progresivo del marco sociocultural correspondiente. Son como gente prudente aturdida, ceñida a su escueta biografía, probablemente debido a dos carencias significativas; la falta de compromiso en sus actuaciones y la falta de pericia expositiva de sus criterios. Al fin, no emergen sus cualidades potenciales; los escrúpulos o las carencias derivaron en insuficiencias.

Bien decir, bien hacer; coherencia en las prácticas cotidianas, con la consiguiente confianza en la disposición del personal. Enlazan buenos razonamientos, pero son desfigurados por la contundencia de las respuestas en contrario. La predicación organizadora, estructurada; difiere del reparto de buenas acciones. Y el comienzo de este desmembramiento anida en el mal uso del LENGUAJE empleado. Configura unos nuevos ni-nis peculiares. Ni respetan los significados o gramáticas previos, ni elaboran un sistema alternativo eficaz, ni conocen al fin sus propias entretelas. Porque el pilotaje ejercido por el cerebro sobre el lenguaje es conocido de antiguo. El lenguaje desmadejado traduce el desbarajuste mental del piloto correspondiente.

Cualquier persona tendrá serios problemas en el intento de explicar su identidad; denotará sólo rasgos recortados, dada la imposibilidad de referir la totalidad. Aún con los datos expuestos, su relevancia no se reparte por igual, dependerá de muchos factores. El conjunto perfila la INTEGRIDAD de la persona, con variaciones constantes y rasgos de mayor duración. Es decir, integridad sometida a una complejidad asombrosa. Las tensiones en el interior de cada sujeto son incesantes y cruciales. Ocurren entre la privacidad y las relaciones públicas, los rasgos duraderos en la misma persona y los cambios sucesivos, las características propias contrastadas con las diferencias respecto a los demás. Esta suma de factores supera las anécdotas; para rozar niveles comprometidos.

La imprecisión de las vivencias identitarias, sumada a las dificultades cotidianas, contribuye a una progresiva dilución de las características propias; a una dejadez reivindicativa, provocada por el descentramiento. Un ABANDONISMO de las peculiaridades, favorecido por la saturación de eventos sociales, cuya repercusión sobre las personas es abrumadora. Como factor agravante destaca la notable colonización de cada sujeto por fenómenos externos. Las presiones étnicas, movimientos polarizados (Sexistas, creencias), ideas territoriales, nacionales, o silenciamientos ocultistas; con frecuencia suplantan a las personas. Como paradoja, esa sociedad vertiginosa pierde entidad por deterioro de sus componentes.

Otra disyuntiva pulsa la tensión Intelecto/Intuición, bien expresiva en esos encontronazos habituales de los impulsos intuitivos con los razonamientos. Representan VERSIONES poco afines con las demostraciones rotundas. Las opciones momentáneas pueden inclinar la relación; sin embargo, la decisión permanece en suspenso en un alto porcentaje. La escasa sinceridad de quienes razonan pone nuevos obstáculos a la nitidez del posible debate. Tampoco la displicencia de lo que a uno le da la gana contribuye a labores creativas.

Mantenemos muy vivo el tercer BLOQUEO en torno a la dualidad Interior/Exterior, mientras repasamos sus respectivas realidades. El rango individual posicionado ante el colectivo en un planteamiento de cesión/resistencia. En cuanto a los nacionalismos exacerbados, el victimismo les sirve de alimento. Las culpas están situadas fuera, opuestas a las virtudes propias; sin prestar atención a la separación del mismo poder ideológico con respecto a los individuos de su base, generalmente poco tenidos en cuenta. Los enfoques suelen retroalimentarse con la idea separadora. Aún más, la porción visible de cada persona, pocas veces considera adecuadamente los interiores profundos de su propia personalidad. ¿Dónde permanece lo interior y lo externo?

En el ansia desmedida de absoluto hemos cometido tremendas barbaridades; se desviaron las conveniencias. En sentido contrario, cuando no apreciamos certezas, la relatividad de los criterios también nos distrae. Generan otro potente bloqueo en el filo del balance Absoluto/Relativo citado por Bohm. Entretenidos con esos mensajes, apurados por sus consecuencias, melancolicos por habernos dejado llevar por sus aires extremosos. Lo dicho no obsta para el gran número de adictos a esas POLARIDADES de sentido opuesto. Afectan a los individuos y a los colectivos. Mientras tanto funciona el bloqueo de las actuaciones pertinentes, no acaban de llevarse a cabo. Está visto, los desequilibrios adquieren con presteza carta presencial.

Nos ocurre algo del estilo de la obra de C.S. Lewis “Mientras no tengamos rostro”. La mente y sus ocupaciones están en TAREA permanente de un acabado anhelado, nunca acabado en su plenitud. Ahora bien, el no haber llegado a una meta tranquilizadora no supone la desintegración obligatoria del pensamiento. La prudencia, las maneras de expresarnos, la toma de decisiones frente a los mencionados bloqueos, la aplicación práctica de las buenas cualidades, no podemos dejarlas de lado; salvo que aceptemos el subdesarrollo personal como integrante de la normalidad. ¿Aceptaremos esas abdicaciones como normalidad? No circulamos alejados de la respuesta afirmativa.

Mentes licuadas

“El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que nuestra meta sea muy alta y no la alcancemos, sino que sea tan baja que la alcancemos”. Michelangelo di Ludovico
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 11 de noviembre de 2016, 01:37 h (CET)
Hasta Dios debió de verse comprometido para manifestar quien era, por eso recurrió al reiterado “Yo soy el que soy”; je, je, y se debió de quedar tranquilo. Eso lo cuentan de Dios, pero los mortales de a pie estamos perplejos ante dicha cuestión. ¿Quién soy yo? ¿Ustedes se definirían con precisión? Las dificultades surgen por varios condicionantes. Sobre todo por la gran proporción de DESCONOCIMIENTO implícito en los rasgos personales, nos sorprendemos a cada paso. Con el tiempo aparecen los cambios, físicos y mentales; con aprendizajes, bagajes, olvidos y miserias. Pero abundan los descubrimientos inesperados en relación con las circunstancias sucesivas provenientes del exterior; dejan su sello indeleble.

En la National Gallery londinense luce la “Alegoría del tiempo gobernado por la prudencia”, de Vacelli, con el rostro ecuánime reflejo de la Prudencia, superando las demás actitudes sometidas a las desviaciones insinuadas, de primitivismo, ferocidad, atildamiento, de mostruosidades. Siendo sugestiva esta proclamación de la PRUDENCIA, como conjunción de saber, serenidad y experiencia; sirve de reclamo para el buen uso de lo aprendido, de lo experimentado. Su presencia en las deliberaciones particulares impregna los diferentes estadíos de la convivencia. Constituye un primer peldaño significativo para la delimitación de los perfiles personales de los comportamientos; configuran gran parte del talante individual.

La magnífica función de la prudencia también puede verse empañada por deslices subrepticios. El principal, cuando permanece anclada en una formas externas de aparente mesura, muy propensas al QUIETISMO; abocan a una mediocridad paralizante y contribuyen así al desatino ambiental. El anclaje en actitudes poco participativas genera un alejamiento progresivo del marco sociocultural correspondiente. Son como gente prudente aturdida, ceñida a su escueta biografía, probablemente debido a dos carencias significativas; la falta de compromiso en sus actuaciones y la falta de pericia expositiva de sus criterios. Al fin, no emergen sus cualidades potenciales; los escrúpulos o las carencias derivaron en insuficiencias.

Bien decir, bien hacer; coherencia en las prácticas cotidianas, con la consiguiente confianza en la disposición del personal. Enlazan buenos razonamientos, pero son desfigurados por la contundencia de las respuestas en contrario. La predicación organizadora, estructurada; difiere del reparto de buenas acciones. Y el comienzo de este desmembramiento anida en el mal uso del LENGUAJE empleado. Configura unos nuevos ni-nis peculiares. Ni respetan los significados o gramáticas previos, ni elaboran un sistema alternativo eficaz, ni conocen al fin sus propias entretelas. Porque el pilotaje ejercido por el cerebro sobre el lenguaje es conocido de antiguo. El lenguaje desmadejado traduce el desbarajuste mental del piloto correspondiente.

Cualquier persona tendrá serios problemas en el intento de explicar su identidad; denotará sólo rasgos recortados, dada la imposibilidad de referir la totalidad. Aún con los datos expuestos, su relevancia no se reparte por igual, dependerá de muchos factores. El conjunto perfila la INTEGRIDAD de la persona, con variaciones constantes y rasgos de mayor duración. Es decir, integridad sometida a una complejidad asombrosa. Las tensiones en el interior de cada sujeto son incesantes y cruciales. Ocurren entre la privacidad y las relaciones públicas, los rasgos duraderos en la misma persona y los cambios sucesivos, las características propias contrastadas con las diferencias respecto a los demás. Esta suma de factores supera las anécdotas; para rozar niveles comprometidos.

La imprecisión de las vivencias identitarias, sumada a las dificultades cotidianas, contribuye a una progresiva dilución de las características propias; a una dejadez reivindicativa, provocada por el descentramiento. Un ABANDONISMO de las peculiaridades, favorecido por la saturación de eventos sociales, cuya repercusión sobre las personas es abrumadora. Como factor agravante destaca la notable colonización de cada sujeto por fenómenos externos. Las presiones étnicas, movimientos polarizados (Sexistas, creencias), ideas territoriales, nacionales, o silenciamientos ocultistas; con frecuencia suplantan a las personas. Como paradoja, esa sociedad vertiginosa pierde entidad por deterioro de sus componentes.

Otra disyuntiva pulsa la tensión Intelecto/Intuición, bien expresiva en esos encontronazos habituales de los impulsos intuitivos con los razonamientos. Representan VERSIONES poco afines con las demostraciones rotundas. Las opciones momentáneas pueden inclinar la relación; sin embargo, la decisión permanece en suspenso en un alto porcentaje. La escasa sinceridad de quienes razonan pone nuevos obstáculos a la nitidez del posible debate. Tampoco la displicencia de lo que a uno le da la gana contribuye a labores creativas.

Mantenemos muy vivo el tercer BLOQUEO en torno a la dualidad Interior/Exterior, mientras repasamos sus respectivas realidades. El rango individual posicionado ante el colectivo en un planteamiento de cesión/resistencia. En cuanto a los nacionalismos exacerbados, el victimismo les sirve de alimento. Las culpas están situadas fuera, opuestas a las virtudes propias; sin prestar atención a la separación del mismo poder ideológico con respecto a los individuos de su base, generalmente poco tenidos en cuenta. Los enfoques suelen retroalimentarse con la idea separadora. Aún más, la porción visible de cada persona, pocas veces considera adecuadamente los interiores profundos de su propia personalidad. ¿Dónde permanece lo interior y lo externo?

En el ansia desmedida de absoluto hemos cometido tremendas barbaridades; se desviaron las conveniencias. En sentido contrario, cuando no apreciamos certezas, la relatividad de los criterios también nos distrae. Generan otro potente bloqueo en el filo del balance Absoluto/Relativo citado por Bohm. Entretenidos con esos mensajes, apurados por sus consecuencias, melancolicos por habernos dejado llevar por sus aires extremosos. Lo dicho no obsta para el gran número de adictos a esas POLARIDADES de sentido opuesto. Afectan a los individuos y a los colectivos. Mientras tanto funciona el bloqueo de las actuaciones pertinentes, no acaban de llevarse a cabo. Está visto, los desequilibrios adquieren con presteza carta presencial.

Nos ocurre algo del estilo de la obra de C.S. Lewis “Mientras no tengamos rostro”. La mente y sus ocupaciones están en TAREA permanente de un acabado anhelado, nunca acabado en su plenitud. Ahora bien, el no haber llegado a una meta tranquilizadora no supone la desintegración obligatoria del pensamiento. La prudencia, las maneras de expresarnos, la toma de decisiones frente a los mencionados bloqueos, la aplicación práctica de las buenas cualidades, no podemos dejarlas de lado; salvo que aceptemos el subdesarrollo personal como integrante de la normalidad. ¿Aceptaremos esas abdicaciones como normalidad? No circulamos alejados de la respuesta afirmativa.

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