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Francisco Montesano

El oro y el moro

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Una sentencia bastante difundida en nuestro lenguaje, como "el oro y el moro", se la usa para ponderar el precio y el aprecio de una cosa o persona. Su origen proviene de un hecho de armas protagonizado por un grupo de caballeros durante las guerras de la Reconquista en Jerez de la Frontera - municipio español de la provincia de Cádiz- en la Comunidad autónoma de Andalucía. Sucedió que, los caballeros lograron capturar a unos cincuenta moros notables, entre los que se encontraban Abdalá, el alcalde.

Estos exigían la entrega de una importante suma de monedas de oro por la liberación de los cautivos, cosa que los moros hicieron solo por alguno de ellos.

En virtud de esto, el rey ordeno que fuesen trasladados a la Corte para decidir la actitud a tomar frente a este escenario, y es aquí donde la malicia de los nobles no tardó en acuñar la frase: “quedarse con el oro y el moro”, aplicada a la aparente intención negociadora del rey.

Con el tiempo, el dicho comenzó a aplicarse para censurar a toda persona que pretende retener más de lo que le corresponde por derecho, y es así como lo usamos en la actualidad.

Esta simple historia refleja la actitud asumida por el bloque oficialista en sus negociaciones en la cámaras -aun después de la derrota del 28 de junio- con sus continuos intentos de mantener el poder a pesar de la decisión social de acotar su tentativa de reinado.

Resulta tan pertinaz el trabajo de conciencia que el matrimonio K ha ejercido, que como la conocida la experiencia del sapo ha pasado casi inadvertida por algunos sectores.

Este pobre animal arrojado a una olla con agua hirviendo, da un salto mayúsculo y así evita quemarse vivo, pero si se lo sumerge en agua fría que se ha puesto a calentar a fuego muy lento, se irá adaptando a la temperatura en aumento y terminará cocido.

Esto mismo nos está ocurriendo frente a la contaminación política que en estos años ha desembarcando en nuestro país, envenenando muchas de nuestras mentes.

Nos estamos acostumbrando tanto a vivir con esta corrupción que no reaccionamos ya ni siquiera frente a la torpeza, la mentira y hasta la mas baja de las “picardías” –como la ocurrida hace unos días por el senador Picheto- que nos resulta el común denominador de nuestro tiempo.

Pero deberíamos comprender que nuestro tiempo hoy: es el tiempo Kirchnerista.

Un capitulo aparte merece la actitud vanidosa del Senador Carlos Menen, un experto en estas en estas lides, notable en el manejo de los tiempos de la política y conocedor como pocos de los entretelones del poder.

Es por todo ello que estoy convencido que ha llegado la hora de cambiar conductas y estilos, de dejar de lado la vanidad y la pedantería fatua. Nuestra raza política debe asumir la sobriedad apropiada, seria y pragmática, regresando al rigor profesional de las acciones que antepongan el interés nacional al propio.

De lo contrario, resulta vano pedirle al pueblo que los entienda en aquello que ni ellos mismos tienen claro.

El oro y el moro

Francisco Montesano
Francisco Montesano
miércoles, 3 de marzo de 2010, 09:54 h (CET)
Una sentencia bastante difundida en nuestro lenguaje, como "el oro y el moro", se la usa para ponderar el precio y el aprecio de una cosa o persona. Su origen proviene de un hecho de armas protagonizado por un grupo de caballeros durante las guerras de la Reconquista en Jerez de la Frontera - municipio español de la provincia de Cádiz- en la Comunidad autónoma de Andalucía. Sucedió que, los caballeros lograron capturar a unos cincuenta moros notables, entre los que se encontraban Abdalá, el alcalde.

Estos exigían la entrega de una importante suma de monedas de oro por la liberación de los cautivos, cosa que los moros hicieron solo por alguno de ellos.

En virtud de esto, el rey ordeno que fuesen trasladados a la Corte para decidir la actitud a tomar frente a este escenario, y es aquí donde la malicia de los nobles no tardó en acuñar la frase: “quedarse con el oro y el moro”, aplicada a la aparente intención negociadora del rey.

Con el tiempo, el dicho comenzó a aplicarse para censurar a toda persona que pretende retener más de lo que le corresponde por derecho, y es así como lo usamos en la actualidad.

Esta simple historia refleja la actitud asumida por el bloque oficialista en sus negociaciones en la cámaras -aun después de la derrota del 28 de junio- con sus continuos intentos de mantener el poder a pesar de la decisión social de acotar su tentativa de reinado.

Resulta tan pertinaz el trabajo de conciencia que el matrimonio K ha ejercido, que como la conocida la experiencia del sapo ha pasado casi inadvertida por algunos sectores.

Este pobre animal arrojado a una olla con agua hirviendo, da un salto mayúsculo y así evita quemarse vivo, pero si se lo sumerge en agua fría que se ha puesto a calentar a fuego muy lento, se irá adaptando a la temperatura en aumento y terminará cocido.

Esto mismo nos está ocurriendo frente a la contaminación política que en estos años ha desembarcando en nuestro país, envenenando muchas de nuestras mentes.

Nos estamos acostumbrando tanto a vivir con esta corrupción que no reaccionamos ya ni siquiera frente a la torpeza, la mentira y hasta la mas baja de las “picardías” –como la ocurrida hace unos días por el senador Picheto- que nos resulta el común denominador de nuestro tiempo.

Pero deberíamos comprender que nuestro tiempo hoy: es el tiempo Kirchnerista.

Un capitulo aparte merece la actitud vanidosa del Senador Carlos Menen, un experto en estas en estas lides, notable en el manejo de los tiempos de la política y conocedor como pocos de los entretelones del poder.

Es por todo ello que estoy convencido que ha llegado la hora de cambiar conductas y estilos, de dejar de lado la vanidad y la pedantería fatua. Nuestra raza política debe asumir la sobriedad apropiada, seria y pragmática, regresando al rigor profesional de las acciones que antepongan el interés nacional al propio.

De lo contrario, resulta vano pedirle al pueblo que los entienda en aquello que ni ellos mismos tienen claro.

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