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Ya no la veo con los mismos ojos de antes: una mujer que, con mucho esfuerzo y tesón, se había abierto camino en un mundo de hombres

Un regalo envenenado

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Ya es tarde para advertir a Mariano Rajoy de que es una insensatez supina ofrecerle la cartera de Defensa a su amiga María Dolores de Cospedal. La de Defensa, y cualquier otra cartera ministerial en realidad. De hecho, no sabría precisar hasta qué punto su nombramiento obedece a un estímulo en compensación por los servicios prestados, o todo lo contrario.

El caso es que, si Dios no lo remedia, los militares la van a tener que padecer durante los próximos cuatro años, entre otras cosas porque la pobre no tiene ni pajolera idea de a qué se enfrenta aceptando ese cargo, o quizás sí, aunque yo personalmente no la considero capaz de salir airosa de tamaña responsabilidad. Desde el rocambolesco episodio de la indemnización en diferido de Bárcenas, mi percepción acerca de sus aptitudes como gestora no ha hecho otra cosa más que menguar. Ya no la veo con los mismos ojos de antes: una mujer que, con mucho esfuerzo y tesón, se había abierto camino en un mundo de hombres.

Sus tristemente famosos recortes en sanidad, cuando era presidenta de la Comunidad de Castilla-La Mancha, la condujeron hasta una debacle de la que sólo su buena amistad con Mariano Rajoy podía rescatarla. Gracias a eso, Cospedal no acabó sucumbiendo entonces a las garras de otra mujer con tanto o mayor poder que ella misma en el partido. No en vano, su pugna con Sáez de Santamaría por destacar entre las filas de los barones populares es legendaria. Por el momento, María Dolores está aguantando como un jabato el fuerte tirón de Soraya con tanta serenidad y entereza, que nada hace presagiar, al menos por el momento, que el fin de la sucesora de Morenés en el equipo de gobierno esté próximo. Aunque seguro que, a más de uno en la ejecutiva, le haría feliz una prematura caída en desgracia de la Secretaria General del partido; de eso, no me cabe la menor duda.

En cuanto a sus nuevos subordinados leo en la red que, aunque se alegran del cambio, dónde va a parar, no están dispuestos a consentirle más de lo que le permitieron al titular saliente, sino bien al contrario. Eso, muy a mi pesar, me lleva a augurarle una legislatura nada cómoda. Menudos son los militares cuando se les cruzan los cables. Son capaces de cualquier cosa; dentro de un orden, naturalmente.

Un regalo envenenado

Ya no la veo con los mismos ojos de antes: una mujer que, con mucho esfuerzo y tesón, se había abierto camino en un mundo de hombres
Francisco J. Caparrós
martes, 8 de noviembre de 2016, 00:32 h (CET)
Ya es tarde para advertir a Mariano Rajoy de que es una insensatez supina ofrecerle la cartera de Defensa a su amiga María Dolores de Cospedal. La de Defensa, y cualquier otra cartera ministerial en realidad. De hecho, no sabría precisar hasta qué punto su nombramiento obedece a un estímulo en compensación por los servicios prestados, o todo lo contrario.

El caso es que, si Dios no lo remedia, los militares la van a tener que padecer durante los próximos cuatro años, entre otras cosas porque la pobre no tiene ni pajolera idea de a qué se enfrenta aceptando ese cargo, o quizás sí, aunque yo personalmente no la considero capaz de salir airosa de tamaña responsabilidad. Desde el rocambolesco episodio de la indemnización en diferido de Bárcenas, mi percepción acerca de sus aptitudes como gestora no ha hecho otra cosa más que menguar. Ya no la veo con los mismos ojos de antes: una mujer que, con mucho esfuerzo y tesón, se había abierto camino en un mundo de hombres.

Sus tristemente famosos recortes en sanidad, cuando era presidenta de la Comunidad de Castilla-La Mancha, la condujeron hasta una debacle de la que sólo su buena amistad con Mariano Rajoy podía rescatarla. Gracias a eso, Cospedal no acabó sucumbiendo entonces a las garras de otra mujer con tanto o mayor poder que ella misma en el partido. No en vano, su pugna con Sáez de Santamaría por destacar entre las filas de los barones populares es legendaria. Por el momento, María Dolores está aguantando como un jabato el fuerte tirón de Soraya con tanta serenidad y entereza, que nada hace presagiar, al menos por el momento, que el fin de la sucesora de Morenés en el equipo de gobierno esté próximo. Aunque seguro que, a más de uno en la ejecutiva, le haría feliz una prematura caída en desgracia de la Secretaria General del partido; de eso, no me cabe la menor duda.

En cuanto a sus nuevos subordinados leo en la red que, aunque se alegran del cambio, dónde va a parar, no están dispuestos a consentirle más de lo que le permitieron al titular saliente, sino bien al contrario. Eso, muy a mi pesar, me lleva a augurarle una legislatura nada cómoda. Menudos son los militares cuando se les cruzan los cables. Son capaces de cualquier cosa; dentro de un orden, naturalmente.

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