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Rodrigo Gil-Sabio

Lo de la nieve no es lo nuestro

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Somos el país más meridional de Europa. Sol y playa, vendemos. Y, claro, esto de los Juegos Olímpicos de Invierno como que no cuela, oiga. Vale, vale que tuvimos a un tal Paquito Fernández Ochoa, que en paz descanse, enorme –de eso hace ya casi 40 años- y a su hermanísima Blanca (ya en technicolor) a la que acompañaban el nombre y las maneras. A partir de ahí, el desierto.

Tenemos un equipo español en Vancouver 2010 sí, pero no se pueden hacer paralelismos con los Juegos Olímpicos de Verano, donde aparecemos siempre con grandes campeones. No hay cultura de nieve en España y ya es un milagro que tengamos a 18 deportistas compitiendo bajo bandera española en Canadá.

Y además hay excepciones siempre interesantes porque María José Rienda y Carolina Ruiz son dos buenas esquiadoras, sobre todo la primera si las lesiones no se hubiesen cebado con ella; en skeleton, Ander Mirambell tampoco es manco; el patinador Javier Fernández tiene pinta de cuajar; y, en snow, Jordi Font y Queralt Castellet hacen sus pinitos internacionales. Incluso ésta última, de no ser por la caída del otro día, tenía la medalla olímpica en la mano, lo que sin duda hubiese revolucionado este deporte en España.

Pero, claro, si uno va a Sierra Nevada –ya no hablo de Navacerrada, que la gente poco menos que se tira en trineo con la cañita en una mano y el bocata de chorizo en la otra- y ve que en los bares siempre hay más gente que en las propias pistas acordará conmigo que esto de la nieve es lo nuestro, pero para otra cosa, vaya. Que es un milagro que saquemos medallas en deportes que realmente no son de nuestra cultura, que no están integrados en el acervo popular, que no se han ‘mamado’ (permítanme la expresión) en los colegios.

En Vancouver hay que exigirles a los suizos, a los austríacos, a los noruegos, a los daneses,… porque allí van al cole con raquetas y porque están rodeados de montañas nevadas. A nosotros que no nos quiten a CR9, Marbella, los torneos de verano y el solecito español. Ahora, hablando en serio, he escuchado el otro día un interesante debate en el que se hablaba sobre la conveniencia de ir o no a este tipo de competiciones sabiendo de antemano que no vamos a ganar nada. Yo no sería tan drástico, aunque sólo apostaría por valores emergentes y seguros.

Al final, algunos afirman que esto es como Eurovisión, que “para que nos de sólo 12 puntos nuestra vecina Portugal, para eso no vamos”. Pues qué quieren que les diga, que a mi encantan los saltos de trampolín (los de agua y los de nieve) pero hablando de estos últimos, me encantaría que tuviéramos un campeón olímpico de invierno español, uno que saltase 110 metros y maravillase al mundo. Pero, claro, ¡dónde le ponemos a saltar¡. Es muy complicado. No obstante, mi enhorabuena a los 18 españoles presentes en Vancouver porque hay una cosa que nadie les va a quitar, y es que una vez, al menos, participaron en unos Juegos Olímpicos, sin duda, el mayor espectáculo del mundo.

Lo de la nieve no es lo nuestro

Rodrigo Gil-Sabio
Rodrigo Gil
lunes, 22 de febrero de 2010, 09:45 h (CET)
Somos el país más meridional de Europa. Sol y playa, vendemos. Y, claro, esto de los Juegos Olímpicos de Invierno como que no cuela, oiga. Vale, vale que tuvimos a un tal Paquito Fernández Ochoa, que en paz descanse, enorme –de eso hace ya casi 40 años- y a su hermanísima Blanca (ya en technicolor) a la que acompañaban el nombre y las maneras. A partir de ahí, el desierto.

Tenemos un equipo español en Vancouver 2010 sí, pero no se pueden hacer paralelismos con los Juegos Olímpicos de Verano, donde aparecemos siempre con grandes campeones. No hay cultura de nieve en España y ya es un milagro que tengamos a 18 deportistas compitiendo bajo bandera española en Canadá.

Y además hay excepciones siempre interesantes porque María José Rienda y Carolina Ruiz son dos buenas esquiadoras, sobre todo la primera si las lesiones no se hubiesen cebado con ella; en skeleton, Ander Mirambell tampoco es manco; el patinador Javier Fernández tiene pinta de cuajar; y, en snow, Jordi Font y Queralt Castellet hacen sus pinitos internacionales. Incluso ésta última, de no ser por la caída del otro día, tenía la medalla olímpica en la mano, lo que sin duda hubiese revolucionado este deporte en España.

Pero, claro, si uno va a Sierra Nevada –ya no hablo de Navacerrada, que la gente poco menos que se tira en trineo con la cañita en una mano y el bocata de chorizo en la otra- y ve que en los bares siempre hay más gente que en las propias pistas acordará conmigo que esto de la nieve es lo nuestro, pero para otra cosa, vaya. Que es un milagro que saquemos medallas en deportes que realmente no son de nuestra cultura, que no están integrados en el acervo popular, que no se han ‘mamado’ (permítanme la expresión) en los colegios.

En Vancouver hay que exigirles a los suizos, a los austríacos, a los noruegos, a los daneses,… porque allí van al cole con raquetas y porque están rodeados de montañas nevadas. A nosotros que no nos quiten a CR9, Marbella, los torneos de verano y el solecito español. Ahora, hablando en serio, he escuchado el otro día un interesante debate en el que se hablaba sobre la conveniencia de ir o no a este tipo de competiciones sabiendo de antemano que no vamos a ganar nada. Yo no sería tan drástico, aunque sólo apostaría por valores emergentes y seguros.

Al final, algunos afirman que esto es como Eurovisión, que “para que nos de sólo 12 puntos nuestra vecina Portugal, para eso no vamos”. Pues qué quieren que les diga, que a mi encantan los saltos de trampolín (los de agua y los de nieve) pero hablando de estos últimos, me encantaría que tuviéramos un campeón olímpico de invierno español, uno que saltase 110 metros y maravillase al mundo. Pero, claro, ¡dónde le ponemos a saltar¡. Es muy complicado. No obstante, mi enhorabuena a los 18 españoles presentes en Vancouver porque hay una cosa que nadie les va a quitar, y es que una vez, al menos, participaron en unos Juegos Olímpicos, sin duda, el mayor espectáculo del mundo.

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